Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

domingo, 30 de diciembre de 2012

PLUMAS BAJO CERO

Título: Jiloca y Campo de Daroca. Plumas bajo cero

Autor: Rodrigo Pérez Grijalbo

Ediciones Invisibles, Barcelona. 2011

Tierra fría. Tierra de paso. La imagen que percibe el viajero cuando atraviesa el Jiloca y el Campo de Daroca es la de una amplia planicie cerealista orlada en sus márgenes por suaves montes. Sin extensos bosques, sin enérgicos relieves, sin caudalosos ríos …. Ni se plantea una salida en su ruta. Ah! Queda Gallocanta, esa extraña laguna, casi siempre seca, más próxima a los lagos de la árida Anatolia que al canon estético del ibón pirenaico. ¿Dónde está la belleza de estos paisajes? ¿Dónde se esconde la vida silvestre?

Para resolver esta duda hay que dejarse acompañar por la mano de quien diariamente le pulsa el ritmo a este rincón de la cordillera Ibérica. De quien conoce los humildes arroyos y las ramblas secas. De quien sabe captar el púrpura de la explosiva floración del pipirigallo o el azul cobalto del martín pescador. De quien prospecta con ojos de naturalista la charca formada tras la tormenta, las grietas del peñasco calizo, el ribazo entre los sembrados de cebada … De quien interpreta los sonidos del alba en el sembrado o en la espesura del zarzal.

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El autor de este libro fotográfico nos invita a conocer el alma de un paisaje humanizado pero todavía auténtico. Y lo hace utilizando la energía de las aves y de otros animales, capturados mediante imágenes en momentos de intimidad. El vigoroso vuelo del bando de grullas, la arrogancia del macho de sisón, el secreto de la crianza del escribecartas, el imparable instinto cazador del roquero solitario o la mecánica pugna del ciervo volante.

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Fotografiar a la fauna silvestre es difícil. Exige conocer al mínimo detalle el comportamiento animal, saber por dónde se encuentra en cada momento y tener una infinita paciencia para conseguir imágenes dotadas de naturalidad. El que esas fotografías sean obras maestras requiere, además un profundo conocimiento técnico y una sensibilidad especial para captar la luz y el dinamismo de las aves. El preciso enfoque recoge todos los detalles en el plumaje del trepador azul, la inquieta mirada del rebaño de ovejas o el afán de la avispa papelera mientras construye su globoso nido.

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Como en aquel “Paisaje con figuras” de Antonio Gala, el autor ilustra el austero y hermoso escenario donde estos personajes traban, día a día, estación tras estación, la compleja función que llamamos vida. Los altos páramos de Corbatón, el aljezar en el Pancrudo, la extensa y solitaria playa de Gallocanta o esos rastrojos infinitos del Campo Romanos.

Rodrigo Pérez Grijalbo compendia en esta obra 140 fotografías que han sido captadas durante muchos años de observación y estudio de la vida silvestre del Jiloca y del Campo de Daroca. Es una nueva apuesta por la difusión de estos paisajes y por la conservación de unos espacios naturales vulnerables ante los recientes y drásticos cambios producidos por el ser humano.

El autor, quien ha recogido miles de bellísimas imágenes de la vida silvestre en sus viajes a lo largo de todo el mundo quiere, con esta obra, realzar y prestigiar la Naturaleza de su entorno cotidiano. Y lo consigue como nunca hasta ahora se había hecho.

jueves, 27 de diciembre de 2012

VIDA SILVESTRE EN LOS MUROS DE PIEDRA

Al margen del interés agronómico o cultural, los muros de los bancales resultan de gran interés para la vida silvestre.

Estas construcciones verticales están formadas por piezas de piedra que se disponen unas sobre otras sin cementar. Tienen una altura que varía entre los 50 cm. y los dos metros. Son unas estructuras de gran singularidad. Los huecos entre las piedras forman un conjunto de nichos, de oportunidades para el refugio o la reproducción de las fauna silvestre. La proximidad de la tierra del bancal ofrece un sustrato adecuado para la vegetación siempre que consiga instalarse en estos ambientes verticales.

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Multitud de plantas y animales propios de ambientes rupícolas y de ambientes agrícolas, encuentran en cada muro de piedra su oportunidad. En realidad, funcionan como pequeños cantiles rocosos en cuyo interior hay un sustrato de arcillas o limos.

La orientación determina sus condiciones de iluminación, temperatura y humedad.

Los bancales orientados hacia el sur ofrecen reciben perpendicularmente los rayos solares. Son ambientes de máxima iluminación, excesiva para muchas plantas. Las piedras, al sobrecalentarse especialmente en verano, aumentan la temperatura del aire y reducen la humedad relativa. La incidencia lateral de los rayos consigue desecar la tierra agrícola inmediata a la pared.

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Sin embargo, los muros de piedra de las umbrías son ambientes en los que se crean condiciones de mayor humedad y menor iluminación. Son ambientes que contrastan con las del entorno dominante en los territorios de la región mediterránea. Y todavía más, si se produce en zonas de tradicional aprovechamiento agrícola.

Un pequeño muro en Bádenas nos mostraba su esplendor invernal tras un otoño húmedo.

Diversas especies de líquenes rupícolas colonizan en los salientes, los frentes más expuestos y menos regulados.

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Los musgos, organismos más dependientes del agua para la nutrición y la reproducción, se instalan en las repisas superiores, lejos del paso del arado pero sobre un sustrato terroso en los resaltes superiores. Incluso se aprecia una cierta ordenación vertical, al aparecer especies más xerófilas entre las piedras del muro, en zonas de menor presencia de suelo.

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Las semillas caídas en las grietas y las yemas de plantas vivaces de diversas herbáceas aprovechan para germinar o brotar posicionándose para su posterior desarrollo primaveral en un entorno de fuerte competencia.

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Como en las rocallas del jardín más primoroso, estas paredes de piedra nos sorprenden con su delicada belleza.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

1997

Dicen que la Navidad es momento de volver con la familia, de reencuentros y de las más tiernas muestras de afecto y cariño con todos los seres queridos. Para mi este año también ha sido la del reencuentro conmigo mismo, la de la vuelta al origen, de la propia esencia de lo que uno quiere ser o le gustaría llegar a ser.
 
Resulta curioso y fascinante la cantidad de recuerdos que le vienen a uno a la mente tras una ojeada de un viejo libro, unos apuntes, fotos… y a todo esto, ¿por qué?
 
Pues porque estos días unas pequeñas obras en mi casa del pueblo me han obligado a rescatar todos mis libros de naturaleza y viajes, desde la primera guía del Naturalista de Gerald Durrell y otras pequeñas libretas de campo de Félix Rodríguez de la Fuente, pasando por apuntes de carrera, manuales de SIG, unas viejas y puntiagudas reglas de escuadra y cartabón, el archivo de diapositivas, CD´s, revistas, artículos, cuadernos, planos… más de 15 años de papel plasmado, recuerdos inseparablemente unidos a la tinta, en definitiva.
 
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Sin duda, algo que me ha hecho mucha ilusión reencontrar y redescubrir es el cuaderno de campo que utilicé durante el año 1997. Una pequeña agenda de la revista Natura, realizada con papel reciclado y que utilicé durante todo el año para apuntar mis observaciones: fauna, flora, meteorología… todo lo que iba observando, era un diario de la naturaleza. Mi propio blog a boli en tiempos en los que internet era completamente desconocido para el 99 % de los ciudadanos.
 
Hay agendas y cuadernos de campo mucho más currados. Las hay hechas a mano, con fantásticas ilustraciones o con una serie de muchísimos años, seguro que nuestro amigo Antonio nos puede hablar de todo ello. Pero lo cierto es que esta es mi agenda. Fueron los primeros años en los que el contacto con la naturaleza de mi entorno no se basaba en el juego, como había sido hasta aquel entonces. Podría decirse que fue mi año y el de mi agenda, convertida a cuaderno de campo.
 
1997 comenzó gélido, un tiempo frío de hielo, días como de cristal del que ahora tan sólo tenemos recuerdos entre páginas y números negativos en la serie climatológica. Una gran nevada la noche de Reyes cubrió con un espeso manto blanco (de 25 a 30 cm. según mis notas) y seguro que transformó el paisaje de final de las navidades y la entrega de regalos de muchos de nuestros hogares en algo muy mágico. A esta nevada le sucedieron días muy fríos y el hielo lo cubrió todo, con temperaturas que llegaron a los - 15ºC (-16 ºC según los datos oficiales de Aemet). Auténtico y genuino Jiloca, esa marca de D.O. que arrastramos allí donde vamos.
 
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Como presagio del invierno, 1997 fue uno de los años más duros en el Instituto. Las materias se hacían densas y exigían estudio y horas de dedicación. Muchos de nosotros tuvimos la gran suerte de tener docentes de la talla de Rodrigo Pérez y de Chabier de Jaime, profesores en el aula, amigos y compañeros de viajes y excursiones en nuestro tiempo libre. Aprendimos mucho de ellos y con ellos, buena parte del venenillo que corre por nuestras venas nos lo inocularon ellos. El respeto, la admiración y el estudio de nuestro entorno natural, desde el más inmediato al más lejano. Fueron los primeros que nos enseñaron a conocer y querer nuestra naturaleza más inmediata.
 
Aquellos eran días en los que asomarse a la ventana de casa y ver pasar las primeras grullas era ya todo un acontecimiento digno de apuntar en el cuaderno de campo. Ver cruzar a la lechuza de caza en verano, con la noche ya bien entrada y entre la música y el jolgorio de copas del Nebraska. Las jornadas de anillamiento, las largas tardes de observación en Gallocanta, pequeños y grandes acontecimientos naturales tan cercanos y tan desconocidos para nosotros hasta el momento: hasta aquel entonces llegábamos donde lo hacían nuestras bicicletas, que no era muy lejos.
 
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El caso es que tras devolver al orden (o al menos intentarlo) y rebuscando entre libros y notas encontré hasta una colección de viejas apuestas de lotería primitiva. Esto también me ha gustado y me ha parecido bastante sugerente y mágico, pues si todo lo que me brindó el pasado es parte de lo que soy ahora, ¿podría reservarme alguna sorpresa aquél pasado a estas alturas de la película? Me encargaré de volver a apostar por esas viejas cruces, lo prometo.
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La otra apuesta, la de más adentro… hace tiempo que disfruto de esa lotería que es poder trabajar, y hacerlo además en lo que a uno le gusta. No es fácil, más en los tiempos que corren. Son demasiadas trabas, incluso una vez trabajando todo llega a desnaturalizarse, puede llegar a desaparecer toda ilusión. Por supuesto, tiene componente suerte, sin duda. Pero también esfuerzo y perseverancia, la consecución de un sueño de adolescencia al anochecer otoñal, entre las ruinas de la vieja estación Vega y con la banda sonora del mochuelo. Volando entre escarabajos sanjuaneros, al borde del cantil en el roquedal de Fuente Estud o agazapado en la fría quietud de la noche invernal descifrando los mapas del cielo.
 
Gracias a todos los que habéis formado parte de esos años, a mis compañeros de aventuras, gracias a 1997, “el año más natural” y a las obras en mi casa en este invierno templado de finales de 2012, tan distinto, pero que sin duda me han hecho recordar tan buenos y deliciosos momentos. Os dejo con un bonito vídeo de la canción que he estado escuchando mientras escribía este artículo.

jueves, 20 de diciembre de 2012

¡FELIZ NAVIDAD!

Los inviernos en la cordillera Ibérica son fríos, largos y parcos en precipitaciones. Las personas que no conocen estas tierras piensan que las nevadas son habituales y los montes se mantienen blancos durante meses. Las gentes del terreno sabemos que no es así. Por eso también celebramos cuando un frente nos deja una nevadica y es todo un alborozo cuando esta es copiosa. Es garantía de recarga de los acuíferos, de vigor para el monte y de cosechas en los campos.

El pasado 30 de noviembre llegó la primera nevada de la temporada. Ese día el pueblo de Fonfría fue noticia en los informativos. Fue modesta. Una semana después aún pintaba de blanco las crestas de la Modorra, otro de los montes míticos de Albayar, las tierras del Alto Aguas Vivas. A sus pies, arrebujadas unas con otras, las casas de Bádenas.

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A otra escala, la Ibérica reproduce paisajes que pueden encontrarse en los Pirineos. Bádenas, sus campos y la Modorra  me  evocaron otra imagen que había visto en alguna otra ocasión, la de Torla (Sobrarbe), en el valle de Ordesa.

¡Cómo recuerda a Bádenas! ¿Verdad?

Con estas imágenes invernales queremos felicitar la Navidad a los amigos y amigas de Natura Xilocae y desearos un venturoso año 2013, en el que no falten proyectos, energía para abordarlos y felicidad para disfrutar la Naturaleza, si es posible, de este rincón de Aragón.

martes, 18 de diciembre de 2012

DE MIRLOS Y ENEBROS

La vegetación de los montes del Alto Cámaras se está recuperando lentamente de siglos de sobrepastoreo y de quemas ganaderas. Le cuesta. Los suelos se han degradado tanto y las pendientes son tan acusadas que solo plantas muy austeras consiguen resistir la sequedad de estos ambientes, tan iluminados y con tan escasa retención hídrica. El lastón, la aliaga y el tomillo lo consiguen. Comienzan a sujetar el suelo, le aprotan nutrientes y reducen la escorrentía superficial. Es la primera etapa de la sucesión ecológica.

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Imagen estival del Alto Cámaras

Pero este es un proceso dinámico. En algunas laderas ya comienzan a menudear pequeños arbustos, plantas algo más exigentes pero todavía muy resistentes a estos ambientes tan abiertos y a estos suelos tan degradados. Sobre todo destacan dos: el escaramujo o zarza escalambrujera y los enebros.

En las comarcas del Jiloca y Campo Daroca hay dos especies de enebros. En algunos pueblos los conocen como inebros o ginebros, evolución del nombre genérico (Juniperus). El más abundante es el enebro común (Juniperus communis), mejor adaptado al frío de estas tierras. Se reconoce por su única línea blanca en las hojas aciculares y por sus pequeños gálbulos azulados que producen los pies femeninos. En la sierra de Oriche es el más frecuente.

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La otra especie de enebro es el oxicedro o enebro de la miera (Juniperus oxycedrus). Es fácil de reconocer por presentar dos líneas blanquecinas en cada acícula y por que los pies femeninos suelen tener unos gálbulos de color marrón rojizo.

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Son tan parecidos externamente los dos enebros y tan comunes en estos ambientes deforestados, africanizados que diría el naturalista José Manuel González, que pasan desapercibidos entre sí. Son como un relleno en el paisaje.

Hace unas semanas andando un barranco del término de Bádenas me llamó la atención un acúmulo de gálbulos de color cuero sobre el suelo. Levanté la vista y se trataba de una mata de enebro de la miera…

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… con su típicas ramas caídas y su porte abierto y algo desgreñado.

Un mirada más atenta me hizo observar una gran concentración de excrementos del mismo color junto a los conos caídos del enebro.

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Estos días de otoño están cayendo los gálbulos al suelo. Allí los comen unos pájaros de tamaño medio, pienso que túrdidos, debiendo estar un buen rato bajo el arbusto, pues eran muy abundantes.

No lejos, entre las zarzas que crecen en el fondo del barranco, se oyó alborotar al responsable. Un mirlo común.

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Uno de los pocos pájaros que vimos aquella mañana fría y gris. Uno de los pocos sonidos que acompañaban al del arroyo, meses y meses seco, pero estas semanas con su pequeño caudal.

El mirlo también se beneficia de este otoño pródigo en frutos.

Aunque para el enebro esta relación con el mirlo no es de mucho beneficio pues contribuye en poco a la dispersión de las semillas y a reducir la competencia de las plántulas con la planta madre.

sábado, 15 de diciembre de 2012

DESCUBRIR EL YACIMIENTO DE VALDEMIEDES

Sin ser aficionado a la Paleontología durante años he seguido con interés todo lo referente al yacimiento paleontológico de Murero. Por un lado, el Cámbrico es un momento crucial en la historia de la vida sobre la Tierra. En su inicio se produce la explosión cámbrica de la vida, fenómeno evolutivo en el que en pocos millones de años aparecieron la mayor parte de los actuales tipos de seres vivos, así como otros muchos que se han extinguido desde entonces.

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El barranco de Valdemiedes es uno de los lugares de las tierras del Jiloca que antes suscitaron el interés y la dedicación de los científicos de otros países. Murero es, además, un lugar que conozco desde niño por razones familiares. Su estrecha vega y sus ásperos cerros forman parte de mi paisaje personal.

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Por ello desde hace años vengo leyendo y siguiendo con interés las esporádicas noticias sobre hallazgos realizados por los investigadores en Murero. He tratado de visitar los museos y las exposiciones en los que se muestran fósiles extraídos en dicho yacimiento. Incluso, en un par de ocasiones, he recorrido por mi cuenta el barranco de Valdemiedes para intentar descifrar los sugerentes dibujos impresos sobre las pizarras en los que se adivinan restos de algas o de enigmáticos animales marinos.

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Pero no ha sido sino hasta una mañana de domingo del pasado noviembre, en la que se nos explicó sobre el terreno este yacimiento, que he llegado a ver el alcance del mismo. En el marco del programa educativo que el Proyecto Murero está desarrollando para celebrar el 150 aniversario de su descubrimiento, acudimos a la realizar la visita guiada al yacimiento y a la exposición “Los fósiles de Murero” una fría y lluviosa mañana del pasado noviembre.

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De la mano del profesor e investigador José Antonio Gámez nos intentamos situar en el espacio y el tiempo en el que se desarrollaron los ecosistemas en los que vivieron y evolucionaron los trilobites, los braquiópodos, las esponjas o las algas cuyos fósiles podíamos contemplar en las vitrinas. Las piezas son interesantes por sí mismas, pero solo cobran sentido cuando se integran en los ambientes naturales de los que formaban parte. Entonces, la imaginación comienza a trabajar.

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La historia de la Tierra es una larga y compleja secuencia de acontecimientos geológicos, climáticos y biológicos ocurridos durante los 4.550 millones de años que tiene este planeta. Si esta historia quedara recogida en un libro, un grueso volumen, sus páginas equivaldrían a las rocas en las que dichos acontecimientos dejaron sus huellas. En los estratos quedaría registrada la información –el argumento- a modo de párrafos. Los problemas con los que se encuentran los científicos para descifrar esta historia son muchos. Las huellas dejadas por los acontecimientos de los primeros capítulos son muy escasas pues mayormente han quedado borradas o sepultadas. Hay bastantes noticias de los últimos episodios. Y aún así, lo habitual es encontrar series de estratos con interrupción en el registro y con pérdida de algunos de los mismos. Vamos, páginas en las que faltan muchos párrafos. Eso sí, como la Tierra es tan extensa, pueden encontrarse muchas páginas escritas al mismo tiempo.

El valor del yacimiento de Valdemiedes es que contiene varias páginas completas del capítulo “Cámbrico”, primer periodo de la Era Paleozoica (o Primaria) que discurre entre hace 542 y 488 millones de años. En un ambiente sedimentario de plataforma de un mar subtropical de aguas claras y calmas, próximo a un gran continente, durante unos diez millones de años (entre hace 511 y 503 Ma) fueron depositándose arcillas, limos y arenas.

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Estos estratos posteriormente dieron lugar a los estratos de pizarras que afloran en Murero. En estos sedimentos fueron acumulándose los restos de los organismos que poblaron dichos mares.

Los más conocidos son los trilobites, invertebrados con esqueleto articulado que vivían sobre el fondo de mares someros. Son muy abundantes en Valdemiedes habiéndose descrito 80 especies diferentes.

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Sobre el terreno, en los mismos trozos de pizarra desprendido por meteorización, José Antonio nos mostraba numerosos fragmentos de trilobites.

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No eran las grandes y famosas piezas, que también están, aunque mayormente sepultadas tras la intensa recolección de las últimas décadas. Pero estos trozos eran lo bastante claros para reconocer su anatomía. Era emocionante.

Son tan abundantes los ejemplares recolectados de algunas especies que a partir de las diferencias encontradas los científicos de la Universidad de Zaragoza han podido demostrar la existencia de diferenciación sexual en esta clase de artrópodos.

El Cámbrico se subdivide en Inferior, Medio y Superior. Los materiales que afloran en el barranco de Valdemiedes se depositaron entre los dos primeros. El límite del Cámbrico Inferior y Medio coincide con la aparición de la especie Acadoparadoxides mureroensis, trilobites definido en Murero pero posteriormente reconocido en Rusia, Turquía, Estados Unidos, Polonia, Cerdeña, Rusia y Marruecos.

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Cranidio de Acadoparadoxides mureroensis

Este límite está asociado a un episodio de extinción masiva denominado “Evento Valdemiedes” y que ha sido definido por los paleontólogos de la Universidad de Zaragoza.

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Los estratos de pizarras están detalladamente estudiados y muestran el tránsito entre una y otra serie.

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Un nuevo episodio de extinción global ha sido descubierto a partir de los estudios realizados en Murero.

La vinculación de esta localidad con los trilobites, el yacimiento y los paleontólogos llega al punto que a la hora de diseñar su escudo se incluyó la imagen de uno de estos artrópodos marinos flanqueado por las barras de Aragón y la corona de sus reyes.

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Pero allí también hay restos de muchas más formas de vida propias del Cámbrico, antepasados muy antiguos de linajes evolutivos como los poríferos …

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los equinodermos ….

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los braquiópodos, paleoescolécidos, xenúsidos, hiolitos y otros más.

Son habituales las pistas fosilizadas (icnofósiles) habiéndose definidos veinte icnotaxones …

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Y numerosas algas, tanto verdes (clorofíceas) como pardas (feofíceas) ….

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El yacimiento dispone de una colección de paneles que ofrecen una información muy rigurosa pero accesible que permiten interpretar y reconocer los materiales terrestres …

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o los procesos geológicos …

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… que se pueden encontrar en estos cerros.

De hecho hay definidas dos rutas (Paradoxides y La Rambla) muy bien preparadas y señalizadas para recorrer el yacimiento. 

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Esta posibilidad siempre la tenemos y nos permite disfrutar de una jornada de campo en soledad por un paraje que, tras las lluvias de otoño se muestra muy atractivo.

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Sin embargo, y tan solo durante el presente mes de diciembre existe la posibilidad de conocer el yacimiento del barranco de Valdemiedes de la mano de los paleontólogos mediante de visitas guiadas gratuitas.

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Esta posibilidad es algo extraordinario que no se puede dejar pasar.Os lo recomendamos.