Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

miércoles, 31 de julio de 2013

UNA TARDE EN LA LAGUNA DE LA ZAIDA

La laguna de Gallocanta es una singularidad hidrológica. Sus dimensiones, la composición química de las aguas, el carácter fluctuante, su desconexión de la red fluvial, la situación entre las cuencas del Ebro y del Tajo y el ocupar el fondo de una amplia planicie en plena cordillera Ibérica, a mil metros de altitud, le otorgan un gran interés geográfico.

Otro de los rasgos de este humedal es que no está aislado. Forma parte de un conjunto de más de veinte encharcamientos superficiales, el más abundante de toda la cordillera, en el que se da una gran variedad de tipos de lagos: extensos, medianos o pequeños, dulces, salobres o saladas, ocasionales o permanentes, de recarga (endorreicas) o de descarga (manantiales), profundas o someras…. asociadas a múltiples situaciones geológicas y a una notable diversidad de respuestas de los sistemas ecológicos.

mapa1

Un solo dato aportado por el profesor Francisco Comín: en ellas pueden encontrarse el 70% de las especies de crustáceos de la península Ibérica propias de lagunas fluctuantes.

DSC_8014

En su mayor parte se distribuyen en los sectores occidentales de la gran cuenca endorreica, repartiéndose en dos zonas. En la parte suroeste, a caballo entre Castilla y Aragón (La Yunta, Campillo de Dueñas y Odón), aparece un conjunto de pequeñas células endorreicas en las que el sustrato arcilloso ha permitido la formación de una docena de lagunas semipermanentes. En la parte noroeste, las calizas mesozoicas son el origen de depresiones kársticas en cuyo fondo aparecen algunas de las mayores lagunas. Entre ellas, la segunda en extensión de todo el complejo: la laguna de La Zaida.

DSC_1854

Ocupa el fondo de una cubeta de dos kilómetros de diámetro. Tiene aguas dulces y una profundidad máxima de un metro. En sus márgenes resaltan las calizas cretácicas formando escarpes y suaves lomas.

La Zaida UVT 2013

En el fondo se acumulan limos y gravas aportados por el arroyo que la alimenta al recoger aguas de la sierra de Santa Cruz. En realidad, se trata de un polje activo que tiene su sumidero en la parte sur. Sus márgenes presentan unas playas de limos y arenas, aunque actualmente están muy modificados por la actividad agrícola.

La Zaida posee su propia cuenca endorreica. Sin embargo, desde el siglo XVI tiene un régimen de inundación regulado por los ayuntamientos de Used y de Gallocanta mediante la construcción de una presa de mampostería (La Parada) con una compuerta, así como un canal de evacuación (la “Acequia Nueva”) hacia la inmediata cuenca endorreica de Gallocanta a cuya laguna desemboca a través del arroyo de La Cañada, bajo la Loma de la Virgen. En este acuerdo se estableció que la compuerta tendría un régimen de apertura en años alternos.

Así, su cierre supone que las aguas de escorrentía procedentes de Used se desvían hacia la laguna de Gallocanta dejando seco el fondo de la cubeta de La Zaida lo que permite su puesta en cultivo que se reparte entre los vecinos mayores de dicha localidad en pequeñas y alargadas parcelas.

El año siguiente, en el mismo día (a mediados de agosto), la compuerta se abre permitiendo que las aguas puedan inundar el fondo de la depresión y que pueda formarse la laguna de La Zaida. Esto ocurrirá en el caso de que sea un año húmedo. Si las lluvias son muy abundantes puede alcanzar una extensión máxima de 215 hectáreas y una profundidad media de un metro. Pero esto no es lo habitual. En años de pluviometría menos generosa, la superficie inundada puede ser mucho menor llegando a mostrarse completamente seca, con los rastrojos del año anterior a la vista en no pocos casos.

Al año actual le correspondía abrir la compuerta. Y además ha sido un año con un otoño, un inverno y una primavera lluviosas. Este final de primavera, la laguna de La Zaida se mostraba como en algunos de sus mejores años.

La Zaida UVT 2013 6

En el marco del 4º Curso de Ornitología Práctica de la Universidad de Verano de Teruel que organiza A.D.R.I. Tierras del Jiloca y Gallocanta la tarde del sábado 29 de junio fuimos a visitar La Zaida. Estaba espléndida. Desde el mirador situado junto a la carretera hacia Cubel desplegamos media docena de catalejos, una veintena de prismáticos y las habituales ganas de aprender, compartir y disfrutar que caracterizan a este curso.

DSC_1832

En las orillas se concentraban las cigüeñuelas.

_RP22697

Cigüeñuela. foto. Rodrigo Pérez Grijalvo

Un par de cientos, al menos, entre adultos y jóvenes. La Zaida ejerce el papel de zona de concentración de ejemplares tras el periodo reproductor. La comunidad de invertebrados bentónicos que se desarrolla de forma explosiva durante la primavera ofrece alimento a estas limícolas en las orlas inundadas de la profundidad adecuada.

En cambio, sin poder dar una explicación, las avocetas eran mucho más escasas.

DVD023_198

Avoceta. Foto: Rodrigo Pérez Grijalvo

Entre las jóvenes plantas de girasol encontramos un pollo de avefría, tan inválido como vulnerable ante la pléyade de depredadores que merodeaban por el entorno del humedal. Sus padres se afanaban en buscar pequeñas presas en las laboreadas playas. Aún siendo común, la población de avefría era discreta estando los adultos muy repartidos, aquí y allá.

En los herbazales de las orillas y entre los ribazos de los campos próximos las lavanderas boyeras terminaban la temporada de cría ….

Lavandera Boyera

Adulto de lavandera boyera. Foto: Rodrigo Pérez Grijalvo

Hacia la orilla de saliente, los adiestrados ojos de José Luis Rivas, Javier Ruiz, Fernando Salas, Marco Escudero y Antonio Torrijo junto con los de las alumnas y alumnos del curso, iban encontrando un gran número de especies de anátidas, limícolas, garzas, rapaces y gaviotas. Y allá que nos fuimos, donde encontramos a José Miguel Pueyo que también se había acercado a disfrutar de una tarde pajarera por este humedal.

En los linderos de las estrechas y largas parcelas de cultivo del fondo de las cubetas crecen herbazales que se van desdibujando conforme aumenta la profundidad. También son sistemas ecológicos inestables, que deben adaptarse a la periódica inundación, a la sequedad y al periódico laboreo de su entorno. Estos estrechos ribazos ofrecen oportunidades para el descanso, la alimentación y, especialmente, la nidificación de las aves acuáticas de La Zaida.

La Zaida UVT 2013 5

En las aguas libres había alguna pareja de somormujo lavanco y de zampullín cuellinegro.

SOMORMUJO LAVANCO

Pareja de somormujos lavancos. Foto: Rodrigo Pérez Grijalvo

Sin encontrarse en grandes concentraciones podían verse diversos patos, tanto de superficie como son el azulón, el ánade friso, el cuchara, el tarro blanco o la cerceta carretona, como buceadores como son el porrón común y colorado. Algunos de ellos estaban acompañados de paticos (cuchara, tarro blanco y azulón), otros son ejemplares no reproductores. El número de especies nidificantes de la cuenca de Gallocanta se enriquece especialmente estos años de aguas altas en los que se animan a criar varias especies que lo hacen con de forma irregular, lo que incrementa su interés ornitológico.

DVD021_200

Grupo de tarros blancos. Foto: Rodrigo Pérez Grijalvo

Pero también se veían diversas ardeidas. La escasa salinidad de las aguas y la abundancia de precipitaciones favorecen a las poblaciones de presas (crustáceos, insectos y anfibios) y las de depredadores, como la garza real, la garceta grande y la garceta común.

Las gaviotas reidoras criaban en los ribazos y en las orillas, aunque mantienen un intercambio permanente con la población de Gallocanta, a donde van y vienen de forma continua.

DVD032_163

Pareja de gaviotas reidoras en plumaje nupcial. Foto: Rodrigo Pérez Grijalvo

Sin ser muy numerosas, las fochas ultimaban la cría de sus pollos ya volanderos en las aguas libres del humedal.

Incansables trazan sus acrobáticos vuelos algunos fumareles cariblancos, así como las níveas pagaza piconegras siempre atentas a los movimientos de libélulas y otros insectos que sobrevuelan la lámina de agua.

pagaza piconegra

Pagaza piconegra sobre los cielos de La Zaida. Foto: Rodrigo Pérez Grijalvo

Unos prismáticos, una guía de aves y un par de horas ofrece muchos buenos ratos para cualquier aficionado en cualquier tarde de este verano tormentoso y fresco.

_CPN4643

Atardecer en La Zaida. Foto: Carlos Pérez Naval

Y unos crepúsculos espectaculares.

martes, 30 de julio de 2013

LAS BALSAS DE FONFRÍA

La Sierra de Fonfría es un espacio donde el agua brilla por su ausencia. No hay cursos de agua permanente, sin embargo, existen unos pequeños lagunazos repartidos por toda la sierra, que suponen una importante fuente de vida, tanto para la fauna que vive en los humedales, como para la que hace uso de ella para abrevar.

El año 2008 estaba siendo especialmente seco. Desde el comienzo de la primavera, las lluvias comenzaron a escasear y el nivel de agua embalsada iba disminuyendo a marchas forzadas. A finales de la primavera, varias balsas estaban completamente secas, sólo las más profundas resistían el estiaje.

PA030142

Los anfibios, que viven estrechamente ligados a los humedales, también estaban padeciendo esta sequía. Esta claro, que si no había agua en los humedales, no había anfibios. Ni siquiera en las balsas con agua habíamos conseguido ver una sola ranita de San Antón, una especie protegida. Era cosa de extrañar, pues el año anterior nos había deleitado con su presencia e incluso nos ofreció unos graciosos poses para fotografiarla.

S5300047

Un día del caluroso mes de julio, descubrimos una balsa que se encontraba muy bien camuflada, bien rodeada de vegetación arbórea. La sorpresa al acercarnos a ella, es que allí se encontraban decenas y decenas de ranitas de San Antón. La mayoría de ellas eran tan pequeñas como la yema del dedo.

Los anfibios, a pesar de las amenazas que les rodean, tienen una gran capacidad de supervivencia. Aunque parezcan frágiles, son capaces de recorrer largas distancias hasta lugares apropiados. En este caso, suponemos que la ranita de San Antón fue capaz de recorrer varios kilómetros hasta alcanzar una balsa con agua y rodeada de árboles, pues como su nombre científico indica (Hyla arborea) es una rana arborícola.

Tere Bellido

domingo, 28 de julio de 2013

CURSO DE ORNITOLOGÍA Y ANILLAMIENTO DE AVES EN GALLOCANTA

Entre los próximos días 8 y 10 de agosto tendrá lugar en Gallocanta el curso de “Ornitología y anillamiento de Aves” que impartirá Rafael. Es una ocasión de conocer de cerca la avifauna estival de los bosques, campos y lagunas de este espacio natural.

Os animamos a participar especialmente este año ya que los humedales de la cuenca de Gallocanta están con un nivel de agua que hace años no se conocía tras las abundantes precipitaciones de invierno y primavera y las reciente tormentas veraniegas.

DSC_8045

Merece la pena conocer la Gallocanta estival y disfrutar con los atardeceres sobre sus playas. Una experiencia diferente.

Más información en este enlace.

miércoles, 24 de julio de 2013

(MICRO) PAISAJE GANADERO EN GODOS

Paseo matutino a primeros de julio por las ramblas de Godos, en la solana de la sierra de Pelarda y Fonfría. En este pueblo aún quedan unos pocos ganados, tal vez menos que parejas de águilas calzadas, como diría Uge Fuertes. Las ovejas aprovechan los abundantes pastos y rastrojeras de estas tierras frescas, modelando la vegetación con su diente pero también cincelando el relieve con sus pezuñas.

Cerca de una paridera en activo, nos llamó la atención esta imagen.

DSC_8652

Al fondo se intuye, un campo poblado de ababoles, tal vez un barbecho, y a su derecha una ribacera llena de espiguilla, gramínea nitrófila. A la derecha, una mata de escaramujo, con más desarrollo vertical que lateral, tal vez por el mordisqueo de la oveja durante sus idas y venidas hacia la próxima paridera por la orilla de la riera poblada de chopos cabeceros. En frente, dos pináculos de roca arcillosa, separados por una hendidura abierta por el trasiego de las ovejas, que han marcado sus huellas recientes incluso sobre la arcilla seca.

Es un paisaje de otro tiempo. Un paisaje propio de los tiempos en los que estas sierras mantenían grandes cabañas ganaderas. Hace tan solo un par de décadas. Muchos y medianos rebaños que andaban los montes, que lamían los ribazos, que controlaban a los espinos y los enebros, con ayuda de la cerilla del pastor. Ganados que reducían el avance del matorral, que favorecían a la fauna de ambientes abiertos (incluso esteparios) y limitaba a la propia del bosque y su orla espinosa, que dispersaban las plantas nitrófilas por el monte, que aminoraban el volumen de combustible y de incendio en la terminología de los gestores forestales. Pero que ….. suponía una intensa e inasumible erosión, fenómeno que hoy parecemos olvidar.

DSC_8653

Sobre el microcerro de la izquierda, resistente, una mata de tomillo. Tal vez se trate de Thymus zygis. Con sus profundas raíces bombea la escasa agua que retienen estas arcillas, seguramente a varios decímetros de profundidad. Con las superficiales, mantiene el escaso suelo frenando el completo desmoronamiento del pináculo.

Impresionante la adaptación de estas pequeñas matas a estos ambientes imposibles. Pisoteo y ramoneo del ganado, efecto desecante del viento sobre unas raíces expuestas al aire, intensa insolación, escasez de agua en el suelo ….

Es un micro paisaje propio de otro tiempo. Que nos une a los paisajes ganaderos de Anatolia, en el Mediterráneo oriental o a las magrebíes, en el orilla sur de nuestro mar.

Y que tal vez debieran incluir los ingenieros que diseñan el Parque de las Arcillas de la ciudad de Teruel como testimonio del paisaje histórico de estas tierras.

lunes, 22 de julio de 2013

LOMAS DE BLANCAS: BUENA COSECHA, POCAS AVES.

Loma de Blancas. Madrugada del último sábado de junio. Primera jornada de campo del curso de Ornitología Práctica de las Tierras del Jiloca organizado por la Universidad de Verano de Teruel y A.D.R.I. Jiloca-Gallocanta. Reencuentro con viejos amigos (y amigas). Ocasión para crear nuevas amistades. 

Mañana luminosa y fresca. Como en años anteriores, nos subdividimos en pequeños grupos y comenzamos a surcar la paramera en dirección noroeste, dejando el sol a nuestra espalda.

DSC_1823

Terreras comunes, calandrias y alondras comunes surcan incansables el cielo, marcando territorios invisibles a nuestros ojos, a la vez que nos crean sensaciones sonoras que se suman a la del fresco matinal y el olor de la ajedrea que pisamos en la loma.

Castro

Alondra común. Foto: R. Pérez

A media distancia, un mochuelo sobre un montón de piedras, una collalba rubia sobre la vara seca de un gamón, la burburica que levanta la cresta antes de levantar el vuelo ….

DVD005_252

Mochuelo. Foto. R. Pérez

A lo lejos, ahora una pareja de turras, después un macho de sisón … más tarde un pequeño grupo de chovas piquirrojas.

DVD002_636

Sisón. Foto: R. Pérez

Y otras muchas observaciones, casi todas similares a las de otros años, pero con sorpresas como la de el águila calzada que, delante de nosotros, se lanza a por una alondra que escapa de milagro, o la del alcotán que abandona su nido para cazar en estas lomas.

En el monte nos llama la atención el desarrollo de la vegetación, tan austera en otros años.

Blancas UVT 2013 3

Desde las caberuelas (jarillas) en plena floración ….

DSC_1819

al esplendor de la selvia (salvia), que le da para su crecimiento y para el de la cuscuta que le infesta de forma agobiante ….

DSC_1829 

el suave mecerse de los airosos plumeros de Stipa con la brisa de la mañana …

DSC_1826

Pero lo que me llama la atención son las cosechas de estas duras tierras. Es cierto que en las hoyas se acumulan arcillas de decalcificación y, en ocasiones, restos de humus del bosque primitivo. Pero …¡es tan permeable este karst!

Habitualmente, estas tierras dan muy pobres cosechas dedicándose de formar tradicional a sembrar centenos y algún pipirigallo.

Este año no es así.

Se veían unos trigos preciosos ….

DSC_1828

campos de alfaz con las plantas bien crecidas y apretadas que sorprendían con su verdor en el pardo habitual de la loma ….

DSC_1818

e incluso cultivos de guisantes  ….

DSC_1895

con unas semillas gordas y lustrosas …

DSC_1894

El lluviosos otoño, las nevadas invernales y el fresco mes de mayo han traído una de las mejores cosechas que recuerdan los viejos. Incluso en las lomas de Blancas.

Al hacer balance entre todos los grupos al final de la mañana, José Luis Rivas destacaba que el número de aves observadas (y anilladas) había sido notablemente inferior al del año pasado. Es cierto que la hacíamos un mes más tarde, con las aves acabando la reproducción y con los jóvenes ya volanderos. Una jornada es una muestra reducida y no se pueden sacar muchas conclusiones. Pero, siendo un año de tal producción vegetal … ¿cuál podía ser la causa de la (aparente) escasez de aves?

Seguramente, la copiosa nevada de abril que cubrió la paramera con casi todas las nidadas en marcha a las que debió malograr.

Un mismo factor puede favorecer a los productores de un ecosistema y a la vez perjudicar a los consumidores, al menos a los secundarios y, eso sí, a corto plazo.

jueves, 18 de julio de 2013

ANACAMPTIS PALUSTRIS, UNA ORQUÍDEA EN LOS PRADOS DE LOS OJOS DE LA RIFA

Desde muy pequeño, mi vida ha girado en torno al río Jiloca. Allí encontrábamos todo lo necesario para jugar: madera para hacer arcos y flechas, columpios, toboganes, escondites y hasta … piscina. Todo esto a cuatro pasos de mi casa, en Caminreal.

Más tarde cuando, ya tuvimos bicicleta, llegamos hasta los Ojos de la Rifa. Era sorprendente ver cómo su agua cristalina manaba caliente en invierno y fría en verano. Con los años aprendí que esto no era del todo cierto, pues es de 16 ºC en invierno y de 18 ºC en verano. Seguro que alguno sabe dar una explicación a nuestra primera hipótesis.

DSC_9828

En mis primeros paseos por los Ojos me llamaron mucho la atención unas pequeñas flores de color rosa que florecían cuando casi todas las demás ya habían completado su ciclo: hacia los primeros días del mes de Julio.

AnacamptisPalustris_3

Anacamptis palustris. Foto: Carmen Liberos

Con los años, cuando empecé a descubrir Gallocanta, un día me enseñaron unas orquídeas muy raras.  Al menos eso fue lo que me dijeron.  Al verlas yo comenté que en mi pueblo también las había. Me dijeron que eso era imposible, que la Anacamptis palustris (así se llama en latín la referida flor) era de distribución muy reducida.  Por aquel entonces, ni conocía el nombre de las flores de mi pueblo, ni tan siquiera me había planteado que pudiesen ser orquídeas.

No estando muy conforme con la afirmación de aquella persona empecé a ilustrarme. Pasó tiempo hasta que di con los conocimientos adecuados y, efectivamente, las flores que en los primeros días del mes de julio florecen entre los herbazales y junqueras de los Ojos de la Rifa corresponden a  Anacamptis palustris. Y no solo eso, sino que en este humedal además podemos contemplar una de las mayores poblaciones de toda Europa y tan solo a ocho pasos de la puerta de mi casa.

Desde hace seis años cuento las plantas. Aunque fluctúa grandemente su población, un año sobrepasaron los 3000 ejemplares.

Antonio Torrijo

martes, 16 de julio de 2013

DESPIERTA EL MAROJAL DE PELARDA

Sábado 8 de junio. Una mañana fresca que aprovecho para subir a Fonfría a dar una vuelta, arriba 10 ºC pasado ya el mediodía.

IMG_5517

La primavera ha sido fresca y húmeda. En el valle el arbolado enseguida comienza a sacar las hojas pero en la montaña las cosas van más despacio. El largo invierno en el marojal parece que aun se resiste y los árboles lucen pequeñísimas hojas, pilosas, algo amarillentas y con muy poco lustre. Nada que ver con las hojas que luce en pleno verano.

IMG_5516

El marojo es uno de nuestros robles más emblemáticos pero de menor distribución en la comarca, aunque no conocemos su porte natural. Se le conoce también como roble negro y tozo. En Galicia cerquiño o cerqueiro, en Asturias tociu, en el País Vasco tocorno y en Cataluña reboll. En el sur de Aragón, especialmente en el Teruel menos “castellano” se conoce como “rebollo” al Quercus faginea, pero bien es cierto que prácticamente en el resto del país el rebollo es precisamente el Quercus pyrenaica, muy conocido también como "marojo" o "melojo".

IMG_5531

Decíamos que en nuestra zona no se le conoce su porte natural porque realmente este árbol puede llegar a medir hasta 25 metros. Pero nuestros bosques son bien distintos: por su facilidad de retoñar de raíz es muy adecuado para su explotación en monte bajo, suministrando leña y carbón de excelente calidad y ese ha sido hasta hace unos años su fin y destino desde tiempos inmemoriales.

Los actuales marojales son masas de elevada densidad pues muchas leñas ya no se hacen, por lo que el crecimiento libre de los brotes hace que formen masas impenetrables en donde se establece una competencia muy intensa por la luz y el agua. De esta forma, los crecimientos de estas masas son extremadamente lentos y en muchos casos incluso se ha podido ver prácticamente detenido, la masa forestal “se estanca” y tendría que pasar mucho tiempo para que los brotes más vigorosos llegasen a formar árboles independientes, dejando al resto de estrato codominante. Sin embargo, la elevada densidad y sus raíces han tenido un enorme poder de retención de suelo y nutrientes por lo que se conservan unos suelos maduros de excelente calidad.

IMG_5528

Este roble aguanta mejor el clima continental con inviernos más fríos y largos que los otros robles. En la mayor parte de su zona de distribución se dan precipitaciones que van desde los 650 a los 1.200 mm anuales. Su periodo vegetativo coincide con la falta de lluvias en verano, aunque en nuestras tierras son frecuentes las tormentas estivales, que le aportan también una reserva importante en estos meses, aunque también les hemos visto “pasando sed”.

IMG_5529

sábado, 13 de julio de 2013

ANOTACIONES DE UN NATURALISTA DESPISTADO

No sé si se volverá a repetir una tarde como la del sábado. Para aquellos que salimos al medio con el propósito de contemplar animales en su hábitat y que, en no pocas ocasiones, regresamos a casa de vacío, el conjunto de experiencias de las que tuve la enorme fortuna de ser testigo, supone una tesoro de incalculable valor.

Sin saber muy bien cómo, habiendo iniciado mi periplo en Luco de Jiloca, me vi en la presa de Lechago observando con mis prismáticos la despreocupada navegación de los Somormujos Lavancos en medio de la lámina de agua. Fochas comunes mantenían a buen recaudo su timidez en la orilla opuesta al tiempo que yo sorprendía a una pollada de patos en compañía de su madre. Al tiempo que los pequeños nadaban hacia el centro del embalsado, con toda la rapidez que su corta edad les permitía, aquella, con gran estruendo, golpeando con ambas alas la superficie del agua, armando una algarada del demonio, nadaba en dirección opuesta. Acostumbrado a observar a los ánades reales, en la ribera del Ebro, alzar el vuelo tan pronto tienen oportunidad, concluí que ese comportamiento respondía a una estrategia de distracción, poniendo en juego su vida para salvaguardar la de los pequeños. Esta idea no tardo en confirmarse. A los pocos minutos volaba en su búsqueda, graznando sin descanso hasta que hubo confirmado la reunión.

017

Fascinado, anoté el suceso en mi cuaderno de campo. Lo que parecía ser un cernícalo, realizaba fugaces pasadas a considerable distancia y el Sol iniciaba su coqueteo con la línea del horizonte. Me decidí a regresar dirigiéndome hacia donde el puente romano para tomar el camino de la riera que me devolvería al punto de partida. El pico picapinos, volando entre ambas márgenes, me dio la bienvenida al soto. Una vez se hubo posado en un chopo imponente se aseguró de esconder sus briosas tonalidades de mi inquisitiva mirada. Centenares de metros recorridos más tarde, entre los carrizos de la orilla, me resultó inequívoca la silueta del minúsculo chochín. Lo que podía ser un carricero, saltó a enmarañarse con la vegetación unos minutos más tarde. Cada pocos pasos el ciervo volante, como si de un helicóptero contraincendios se tratara, sobrevolaba el curso fluvial mostrando sus prominentes mandíbulas. El ruiseñor cantaba oculto en la vegetación espinosa. Resultaba todo de una belleza para la que no encuentro calificativos.

043

Incluso el cadáver de una musaraña, del que daban buena cuenta un numeroso grupo de hormigas, me pareció hermoso.

024

En estos pensamientos andaba cuando una gran masa de pelo y carne salió despavorida, en el labrado cercano, en dirección a los cabezos viejos y romos de la sierra. Mi tiempo me tomó identificar al jabalí, al señor del bosque, la brutal fuerza de la naturaleza que ha terminado por adueñarse del entorno rural al descender, cuando no desaparecer por completo, las poblaciones de sus depredadores naturales. Sin haberme recobrado de la emoción de tener junto a mí al gran verraco, caminaba con cierta celeridad muy atento al perfil distante de los cabezos, esperanzado en ver asomar al corzo bajando, con el caer de la tarde, a beber al río. Aquello me impidió percatarme de lo que sucedía en mis proximidades: una corza con su corcino ponían pezuñas en polvorosa a pocos metros. La madre, en segundos, fue un recuerdo. El corcino, más lento, optó por ocultarse en la maleza del ribazo, no tardando en salir tras de su progenitora una vez comprendió que su estratagema iba a tener poco éxito.

027

No cabía en mí de gozo. ¡Qué magnífica tarde! Apenas había dado descanso a mi cuaderno de campo. Aunque quizá no fuera la cantidad de observaciones lo más importante –he omitido muchas- sino el valor de las aquí descritas. En apenas unos minutos había podido admirar dos de los más bellos ungulados peninsulares a muy corta distancia. Lo mejor, sin embargo, estaba por llegar. Pues la oscuridad se había hecho dueña del entorno, apreté el paso.

Fue en el puente que conduce a la vieja estación ferroviaria de Luco de Jiloca que escuché ciertos quejidos y volví sobre mis pasos. He de admitir que equivoqué mi juicio, pues consideré la posibilidad de que algún mamífero hubiera capturado un ave y estuviera procediendo a su ingesta. No era ese el caso, en la penumbra pude discernir, moviéndose con cierta torpeza sobre las gravas, la anatomía natatoria de la nutria. ¡La nutria! ¡La dama del agua! Uno de los mamíferos más difícil de ver en su medio natural que tardó en desaparecer en la corriente, permitiéndome regodearme en mi observación. ¡Qué guinda para el pastel que había supuesto aquella tarde! ¡Qué perfecta excusa para volver a maravillarme con la biodiversidad del Jiloca tan pronto tuviera ocasión!

Una vez me recobré de la sorpresa, aún con el corazón palpitándome desbocado, guardé los prismáticos en su funda y di por terminado el recorrido. Estaba pletórico, aunque convencido de que tanta fortuna, lamentándolo mucho, no volvería a acompañarme.

Diego J. Colás (texto y fotos)

jueves, 11 de julio de 2013

VOLVER A EMPEZAR

Tengo un pequeño huerto en casa. Cuidarlo me resulta muy satisfactorio. Te produce hortalizas a lo largo del verano y del otoño pero, sobre todo, te proporciona muy buenos ratos cuando ves el fruto de tu trabajo o el desarrollo de las plantas día a día. Decía el antropólogo Eudald Carbonell, que también cuida el suyo, que al él le permitía tener una completa dimensión de la vida, de su trabajo … En una sociedad tan desquiciada como la actual es lógico el auge de los huertos urbanos o en las propias terrazas de los pisos. Lo de menos son las lechugas, casi importa más la satisfacción en el espíritu.

hortalagosto2

Lo cierto es que este año, tras el largo abandono invernal a mediados de abril tenía plantados los puerros y la cebollas. Sí, ya sé que es el momento e incluso tarde, pero normalmente planto todo a la vez tres semanas más tarde. Me las prometía felices.

DSC_1449

Tras la nevada de finales de abril me animé con las tomateras y los pimientos. Llegaron los días fríos de mayo y a pesar de no tapar a las planticas, aguantaron las heladas, aquellas mañanas de un par de grados bajo cero. De esas maneras, iban sorteando las contrariedades. Siguieron las lluvias de mayo y junio. Despacio, pues han sido meses de frío, pero sin descanso, las planticas robustecían sus tallo, producían su primera flor e incluso desborlicé los brotes axilares.

Como no acierto con los semilleros de calabacera ni de pepinera, opté por comprar la planta. Fracaso. El caracol y la babosa liquidaron a las plántulas en dos noches. Las repuse. Nuevo fracaso, el mismo resultado.

A finales de mayo mi compañero Tomás me proporcionó lechuguino. Prosperaron casi sin riegos en el mes de junio. Por entonces puse las judías (en Calamocha insisten en sembrarlas o en abril o en junio, pero no en mayo), que pronto comenzaron a germinar asomando al poco las primeras hojas. Todo iba bien, incluso mejor que otros años a pesar del frío de mayo.

Junio es un mes de mucha faena para los docentes. Y el huerto lo acusa. Las verbianas, más altas que las tomateras, cubrían todos los campales. Después de unas semanas de corregir exámenes y cuadernos, de reuniones de evaluación, de informes y memorias … tenía decidido dedicar la tarde del viernes a arreglar el hortal.

Acabábamos de comer. El cielo estaba gris. A lo lejos se oía un extraño ruido sordo. Nunca había oído algo así. Me subí al palomar y no veía nada especial. Fue cosa de minutos. De repente comenzó llegó el pedrisco. Una batida intensa caía contra los cristales de la casa. Temías por ellos. Quince minutos eternos estuvo cayendo piedra sin cesar.

DSC_1774

El trabajo del huerto se venía abajo. Hasta las tejas protectoras iban por los suelos. La piedra formaba un blanco manto.

DSC_1773 

Le siguió la lluvia. Litros y litros … hasta una precipitación total de 50 mm. Pero el daño ya estaba hecho.

De las tomateras y las pimienteras solo quedaron los tallos, algunos tronzados. La borraja, que ya estaba para coger, completamente deshecha. Como las lechugas. Las fresas, trituradas, tanto el fruto como la planta. Las maticas de acelga, con la hoja perforada. Las judías verdes, eran ya solo un palito verde. Solo aguantaron el tipo, aún con mucho daño, los puerros y las cebollas.

Y, después, ¿qué hacer? Hay quien ha pasado la mula mecánica y lo ha dejado para el próximo año.

Pero no me apetece tenerlo yermo todo el año. Es lo mejor del jardín. Así que, con dos meses de retraso vuelvo a replantar.

Siembro de nuevo borraja y judía verde. También pepineras y calabaceras. Reemplazo las tomateras y pimenteras más dañadas, la mayoría, confiando en el rebrote del resto. Planto las primeras coles de hoja.

DSC_1880

Sé que corremos contra el reloj. Que las plantas tienen un límite en su velocidad de crecimiento. Que no veremos los tomates hasta finales de agosto. Y que los hielos de septiembre pueden frenar antes de hora las cosechas. Lo sé.

DSC_1883

Pero vale tanto ver el huerto cada mañana de verano….

martes, 9 de julio de 2013

300 MILLONES DE AÑOS DE HISTORIA

Finales del Paleozoico, comienzos del Mesozoico, 300-200 m.a. atrás. Unos seres vivos empiezan a moverse por el fango que llena el fondo de lagunas y charcas temporales en busca de comida. Dada su dieta omnívora, todo es bueno para llevárselo a la boca: restos de plantas, gusanos y otros invertebrados del bentos, plancton…¡incluso individuos de la misma especie si las cosas se ponen serias!. Estos animales forman parte del gran grupo de los artrópodos, animales invertebrados dotados de apéndices articulados. Afinando su taxonomía, se trata de crustáceos branquiópodos, el mismo grupo al que pertenecen las populares pulgas de agua y anostráceos, como la Artemia salina. Y sus representantes actuales, auténticos fósiles vivientes, siguen revolviendo el fango para perpetuar su especie.

El confinamiento de los notostráceos y el de otros grupos de branquiópodos como los anostráceos a las lagunas temporales se debe a la presión ejercida por la actividad depredadora de los peces. Sólo las especies que resistieron la presión ejercida por la depredación del grupo dominante en el medio acuático, como las pulgas de agua, fueron capaces de desarrollarse en medios acuáticos de carácter permanente. El resto se arrinconaron en humedales efímeros, no aptos para la presencia de los peces.

Aprendamos algo más sobre su historia natural.

_RPG1674

Los Triops forman parte de la familia Triopidae, dentro del orden de los notostráceos. Se caracterizan por la gran concha a modo de escudo que cubre la parte anterior del dorso y dos enormes colas caudales. Se diferencian dos géneros: Triops y Lepidurus. Morfológicamente se aprecia en Lepidurus una paleta supraanal en el punto donde comienzan las dos largas colas, mientras que en Triops no hay nada, como se ve en la primera fotografía.

clip_image002

La ecología es muy semejante: estamos ante especialistas de ambientes extremos y efímeros: las charcas, lagunazos y lagunas temporales de agua dulce. Aunque se alimentan por el fondo, necesitan subir con frecuencia a partes más altas y mejor oxigenadas para respirar, lo que limita la profundidad óptima de los humedales. Más de metro y medio ya empieza a ser demasiado para ellos.

Tras la inundación y posterior eclosión de los huevos de resistencia que han permanecido estoicamente en el reseco suelo las lluvias milagrosas, comienza una frenética carrera contrarreloj. Comer y reproducirse lo más rápido posible antes de que el balsete vuelva a secarse. La frugalidad de estos ambientes requiere un desarrollo muy rápido, motivo por el cual la reproducción más habitual es la sexual partenogenética, sin previa fecundación de los óvulos. El desarrollo de la larva es de tipo indirecto, sufriendo numerosas mudas (¡hasta cuarenta!) a lo largo de su corta vida. Los restos de cutículas diseminados por el agua dan fe de estos cambios.

clip_image004

Triops está representado por cuatro especies ibéricas, la más común T. cancriformis, siendo Lepidurus apus la única perteneciente al segundo de los géneros. Los Triops están más ampliamente distribuidos, pero Lepidurus apus es más escaso, limitando su presencia a las balsas de regiones semiáridas con abundante vegetación. En nuestro caso las fotografías están tomadas de ejemplares observados en la laguna de La Zaida una deliciosa tarde en compañía de Uge y Marta. Cercana a la más afamada laguna de Gallocanta, La Zaida lleva un peculiar régimen de inundación y cultivo en años alternos que se añade al clima semiárido de la comarca para asegurar la temporalidad necesaria para el desarrollo de estos animales.

Pero un año tan húmedo como el que llevamos es ideal para el desarrollo de estos singulares supervivientes de aspecto prehistórico. Así que Uge también los ha observado en lagunazos del término de Odón donde al parecer no se tenía constancia de su presencia. No será el último hallazgo, así que… ¡carpe anne!.

Rodrigo Pérez (textos y fotos)