Sabíamos de la presencia de los sauces trasmochos en Rumanía. Disponíamos de fotos que nos habían hecho llegar amigos que habían visitado el país y, sobre todo, por visitar la magnífica web Arborii remarcabili din Romania.
Con esas ideas en la cabeza, al iniciar hace un año un viaje por el centro y norte de Rumanía, nos pusimos las "gafas de ver sauces trasmochos" en nuestro recorrido por las regiones de Maramures, Bucovina, Moldova y Transilvania, al tiempo que disfrutábamos de otros valores culturales y naturales de este extenso y complejo país.
Partimos de Cluj y nos encaminamos hacia Maramures con la intención de conocer la que sabíamos era una de las regiones con una cultura popular más auténtica y viva en Europa. Así, mientras atravesábamos los montes Lapus, poblados de prados arbolados y de bosquetes, y antes de hacer la primera noche ya pudimos verlos.
En plena gestión, formando parte de vallados de madera que separaban los prados.
Al día siguiente estuvimos estuvimos recorriendo los pueblos de los valles del Mara y del Izei. Vimos alguno. En Botiza cerca del río ....
y en Ieud, unos árboles jóvenes con poda de formación utilizados como soporte para colgar el heno y secarlo ...
Recorrimos muchas carreteras secundarias de Maramures atravesando colinas y pequeños valles. Encontramos sauces trasmochos, pero no muchos.
Para ello, tuvimos que viajar hacia el este, atravesar el puerto de Prislop que separa los Montes Rodnei y Maramuresului ...
... y entrar en la región de Bucovina.
Bajando el puerto, junto a unos campamentos de familias gitanas, hay un pequeño pueblo dedicado a la explotación y la gestión forestal. Entre los escasos prados había pequeños grupos de sauces trasmochos ...
Y, de nuevo, nos los encontramos en prados y en márgenes de río ...
Volvimos a internarnos en los Cárpatos Orientales dejando Moldova para ir acercándonos a Transilvania. Piatra-Neamt, una pequeña ciudad situada entre montañas, nos ofreció la doble cara de la actividad económica en este país. Por un lado, la Rumanía campesina ...
y a menos de un kilómetro, una gigantesca cementera resultante de la industrialización de la etapa Ceaucescu hoy en manos de una empresa alemana ...
... en cuya campa se almaceban cientos de neumáticos de camión dispuestos a ser "valorizados energéticamente".
Entramos en Transilvania por una zona en la que la mayoría de la población (o buena parte de la misma) es de origen húngaro: es el País Szekely. Callejeamos y cerveceamos por Gheorgheni y tomamos una carretera secundaria que nos llevó a una zona montañosa en la que ya se apreciaba una cierta diferencia cultural en la arquitectura popular.
Hicimos noche en Sighisoara, una de las ciudades sajonas de la Meseta de Transilvania, donde comprendimos la larga compleja historia social de esta parte de Europa. Y donde descubrimos los espléndidos prados arbolados de Breite. Seguimos hacia el sur, hacia los Cárpatos Meridionales, los que separan Transilvania de Valaquia, ésta ya en la vertiente del Danubio.
Llegamos de parte tarde a Moieciu de Jos, cerca Brasov, la mayor de las ciudades sajonas, y de Bran, donde se levanta el espectacular castillo del conde Drácula. Y al pie de los Montes Bucegi y Fagaras. Dimos muchas vueltas por el pueblo hasta encontrar el alojamiento, lo que nos permitió comprobar la común presencia de los sauces trasmochos. Siguiendo lo visto hasta ahora. Cerca de los ríos ...
y en los prados ...
Al final dimos con el alojamiento y compartimos vinos y conversación con unos valencianos y malagueños con los que coincidimos.
No vimos sauces trasmochos en la atestada carretera que une Brasov con Bucarest, dirección Sinaia, cuando nos acercamos a conocer el palacio de Peles, la joya de la antigua corona rumana.
Al día siguiente nos acercamos a los montes Fagaras, la columna vertebral de los Cárpatos Occidentales Meridionales. Nos movimos en paralelo a esta cordillera, a través de pequeñas carreteras.
En lo alto, los pastos de montaña; a menor altitud, los bosques (hayedos y aciculifolios) y, en la planicie, los cultivos agrícolas. Entre los bosques y la llanura, se intercalaba un piso de pastos abiertos en el bosque. Aquí encontramos las mayores poblaciones de sauces trasmochos en nuestro periplo rumano.
Formaban parte de los setos que cerraban los prados y los campos de cultivo. Eran árboles gestionados por sus propietarios. Con ramillas de uno o dos años de edad.
Los habían plantados hace menos de treinta años ...
mientras que otros eran bastante veteranos ...
Nos encontramos a un paisano que quemaba cables en una especie de estufa para recuperar el cobre. Le preguntamos por la gestión de los árboles. Lo único que sacamos en claro era que nos pedía un cigarro. Y es que los idiomas son tan importantes ....
Seguimos ruta hacia Sibiu, otra de las históricas ciudades sajonas, volviéndonos a encontrar a estos árboles por los márgenes de los campos ...
Hicimos noche en una agradable casa de un pueblico situado al pie de los Montes Cindrel, otro sector de los Cárpatos Occidentales Meridionales. Bosques frondosos y muy extensos. El dominio del oso y el lobo. Dimos un paseo al amanecer ...
... y nos acercamos a la ciudad a disfrutarla mientras se iba despertando.
Sibiu, capital de Transilvania, está recuperándose en los últimos años, al calor de su nombramiento como Capital Europea de la Cultura por la UE en 2007. Callejeamos viendo sus casas de curiosos tejados, recorrimos sus preciosas plazas, subimos a alguna sus torres y entramos en la iglesia evangélica. En una de las lápidas funerarias ...
... ¡allí estaban de nuevo los sauces trasmochos!
Al entrar en el Museo Brukenthal, según nos dijeron la mejor galería de arte de Rumanía, encontramos un par de cuadros con estos árboles. Uno era de Denis Van Alsloot, un pintor flamenco del Renacimiento con abundante obra dedicada a los paisajes del entorno de Bruselas ...
Y el cuadro "Un sacerdote sajón entrando en su parroquia en invierno" pintado por Franz Neuhauser (1763-1836) que refleja un paisaje periurbano de Sibiu en el que están presentes los árboles de poda ...
Salimos de la ciudad dirección Alba Iulia pero dando un rodeo por carreteras secundarias. ¡Qué paisajes tan preciosos nos ofreció la tarde!
Y llegamos a una flamante pensión rural ("Agropensiune Cosette") situada en Benic, un pueblico cercano a los Montes Trascaului ...
donde nos trataron con todo tipo de amabilidades y una gran cordialidad ...
... en un entorno de huertos con frutales, prados y campos de panizo. Y es que Rumanía es un magnífico destino para los amantes del turismo rural.
Por la mañana, tras un estupendo desayuno, hicimos una excursión por los Montes Trascaului y, de nuevo, nos encontramos con nuevos sauces trasmochos. No eran los más numerosos, menos frecuentes que los viejos frutales (ciruelos, nogales, manzanos, etc.) que poblaban aquellos prados, pero sí comunes.
Allí encontramos los únicos chopos cabeceros (álamos negros trasmochos) que vimos en nuestro viaje por Rumanía. Una rareza allí.
En nuestra última jornada por este país, sin prisa por volver a Cluj, recorrimos los Montes Apuseni, en los Cárpatos Occidentales Rumanos. Extensos bosques y prados de montaña ...
en los que sobrevive la cultura silvoganadera como demostraba el contenido de este carro: heno y ramas de abedul con sus hojas.
Eso sí, esta vez no vimos a nuestra querida salicácea como árbol de trabajo.
En definitiva, vimos que los sauces trasmochos son comunes en el paisaje rural de las zonas de media de los Cárpatos rumanos y que todavía están en uso.
Nos faltó conocer más sobre su aprovechamiento y gestión. ¡Para la próxima visita!
Entramos en Transilvania por una zona en la que la mayoría de la población (o buena parte de la misma) es de origen húngaro: es el País Szekely. Callejeamos y cerveceamos por Gheorgheni y tomamos una carretera secundaria que nos llevó a una zona montañosa en la que ya se apreciaba una cierta diferencia cultural en la arquitectura popular.
Y, entre los prados, crecían jóvenes y cuidados sauces trasmochos ...
Llegamos de parte tarde a Moieciu de Jos, cerca Brasov, la mayor de las ciudades sajonas, y de Bran, donde se levanta el espectacular castillo del conde Drácula. Y al pie de los Montes Bucegi y Fagaras. Dimos muchas vueltas por el pueblo hasta encontrar el alojamiento, lo que nos permitió comprobar la común presencia de los sauces trasmochos. Siguiendo lo visto hasta ahora. Cerca de los ríos ...
No vimos sauces trasmochos en la atestada carretera que une Brasov con Bucarest, dirección Sinaia, cuando nos acercamos a conocer el palacio de Peles, la joya de la antigua corona rumana.
Al día siguiente nos acercamos a los montes Fagaras, la columna vertebral de los Cárpatos Occidentales Meridionales. Nos movimos en paralelo a esta cordillera, a través de pequeñas carreteras.
Formaban parte de los setos que cerraban los prados y los campos de cultivo. Eran árboles gestionados por sus propietarios. Con ramillas de uno o dos años de edad.
Seguimos ruta hacia Sibiu, otra de las históricas ciudades sajonas, volviéndonos a encontrar a estos árboles por los márgenes de los campos ...
Sibiu, capital de Transilvania, está recuperándose en los últimos años, al calor de su nombramiento como Capital Europea de la Cultura por la UE en 2007. Callejeamos viendo sus casas de curiosos tejados, recorrimos sus preciosas plazas, subimos a alguna sus torres y entramos en la iglesia evangélica. En una de las lápidas funerarias ...
Por la mañana, tras un estupendo desayuno, hicimos una excursión por los Montes Trascaului y, de nuevo, nos encontramos con nuevos sauces trasmochos. No eran los más numerosos, menos frecuentes que los viejos frutales (ciruelos, nogales, manzanos, etc.) que poblaban aquellos prados, pero sí comunes.
Y vimos uno de los usos que ya conocíamos. Trenzar los mimbres para formar setos.
En definitiva, vimos que los sauces trasmochos son comunes en el paisaje rural de las zonas de media de los Cárpatos rumanos y que todavía están en uso.
Nos faltó conocer más sobre su aprovechamiento y gestión. ¡Para la próxima visita!
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