Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

miércoles, 19 de agosto de 2009

ATRÁS QUEDAN LAS FIESTAS

Este año el protagonista principal de las fiestas calamochinas ha sido el calor. Pasadas las fuertes tormentas de días anteriores tendríamos que remontarnos algunos años atrás para ver temperaturas mínimas tan altas y tantos días seguidos como este año. La chaqueta o el jersey, esa prenda tan útil ya durante las noches de agosto en gran parte de nuestros pueblos ha quedado en el armario. Las máximas también han sido muy elevadas y el sol brillaba con fuerza.

La vuelta a casa matutina tiene la banda sonora de las barredoras limpiando las calles, el ruido de los cientos de vasos de plástico arrastrándose por el suelo antes de ser engullidos por las máquinas, los sopladores de mochila, el agua a presión y como no, el colirrojo tizón en los tejados. Si las fiestas tuviesen una banda sonora natural, esa sería la del colirrojo tizón. Fiel cada mañana a las cubiertas, cornisas y chimeneas. Desde bien temprano, antes de salir el sol y observando el lento divagar y vuelta a casa de muchos, o el inicio de una dura jornada de trabajo de otros. Pocos se percatarán de su presencia, no obstante podría ser el último sonido antes de plegar la oreja, sin tener en cuenta el Baile de San Roque, claro.


Al atardecer los estorninos ya duermen en grupos bastante grandes. El año pasado el primer gran grupo lo vi la mañana del 18 de agosto. Este año antes del día 10 un gran grupo ya dormía sobre el arbolado situado junto al Hogar del Pensionista. Un escándalo tal durante los tranquilos atardeceres del estío no pasa muy desapercibido.

Pasadas las fiestas al verano le siguen quedando días, pero la cuenta atrás de su final ya se inicia y los días pasarán rápidamente.

martes, 11 de agosto de 2009

TORMENTAS DE AGOSTO

Estos días preludio de tiempo festivo en numerosas poblaciones estamos asistiendo en todo el Jiloca, especialmente en el valle, a grandes tormentas con fuertes y abundantes precipitaciones.

Se trata de fenómenos locales, que suelen afectar a zonas puntuales y se desplazan poco a poco siguiendo generalmente una dirección SO - NE o bien O - E.

La primera gran tormenta se produjo el sábado 8 de agosto y afectó principalmente al corredor del Jiloca entre Monreal y Villafranca del Campo. La tormenta descargó con fuerza en las sierras de Almohaja y Sierra Menera, tras ir formándose justo entre las provincias de Teruel y Guadalajara. En la imagen de Aqua se ve muy bien junto con la precipitación que lleva asociada esa fase de crecimiento de la tormenta.



En esta animación podemos observar en qué zonas descargó con mayor virulencia (tonos amarillos) durante el transcurso de la tarde, en intervalos de 20 minutos, desde las 14:20 hora local hasta las 21:50 horas.



Es en los montes situados entre los términos municipales de Peracense, Almohaja, Alba y Villafranca del Campo donde la tormenta se queda casi estática (durante casi 2 horas) con una gran intensidad de precipitación.

Este monte está poblado por un carrascal muy aclarado y una intrincada red de barrancos cortos desdibujados en su descenso al valle, ya que en la mayor parte de los casos desembocan en (o han sido ocupados) campos de cultivo, aprovechando la suavidad del terreno pero sin salida directa al río Cella:




Los efectos de esta cantidad de agua caída en tan poco tiempo son debastadores: Villafranca queda inundado por más de medio metro de agua, la vega de Monreal del Campo queda arrasada por completo por la fuerza del agua y los efectos se notan en otras localidades como Torrijo, Caminreal, Fuentes Claras, El Poyo y Calamocha.

A continuación una serie de fotos de Monreal del Campo cortesía de Francisco Martín:






En el mes de octubre de 2008, aprovechando la situación de gota fría que estaba padeciendo gran parte del este peninsular, repasamos los episodios de lluvias más importantes acaecidos en nuestro territorio (cuenca alta - media del Jiloca) con ayuda de la estación de aforos del río Jiloca en Calamocha.

Gráfico de elaboración propia a partir de los datos de las mayores crecidas entre el 01-10-1980 y el 01-09-2002 e interpolación sobre la gráfica del mayor caudal registrado en la estación de aforos el día 05-08-1952.


La crecida del Jiloca del pasado día 8 es la segunda más importante registrada detrás de la del 5 de agosto de 1952 y desde que se tienen datos, allá por el año 1931. En aquella inundación el Jiloca llegó a un caudal medio diario de 72 m3/s y una altura máxima de la lámina de agua de más de 2,5 metros. El río de las monjas inundó gran parte de la Calle Mayor, Morería, etc. Testimonios de la época evidencian la violencia por ejemplo la rambla de Bañón, arrastrando gavillas de cereal y todo lo que se encontraba a su paso. No es la primera vez que los ancianos alertan de esta rambla. Ayer mismo, día 10 de agosto, pudimos ver los efectos de una tormenta muy intensa que descargó en este suave y extenso valle que se abre entre Calamocha y la localidad de Bañón. En pocos minutos el camino era un auténtico río:


Volviendo a la crecida del río Jiloca del pasado día 8. Se llegó a los 44,46 m3/s y una altura máxima de la lámina de agua en la estación de aforos de Calamocha de 1,98 metros. Se trata pues de la avenida más importante registrada en esta zona del Jiloca desde hace más de 50 años.

Otro día hablaremos de las consecuencias concretas de esta avenida en distintas zonas de la vega del Jiloca...

domingo, 9 de agosto de 2009

OTROS PAISAJES: PAISES BAJOS Y ÁRBOLES TRASMOCHOS

El verano y las vacaciones es una buena época para descubrir nuevos paisajes, a menudo lejanos, pero que también nos recuerdan, aunque sea en cierto modo, los cercanos paisajes del Jiloca y de muchas otras zonas que nos rodean de la provincia de Teruel.

Esta vez nos adentramos en el paisaje Holandés. El Reino de los Países Bajos (Koninkrijk der Nederlanden) es una federación establecida en 1954, que actualmente está formada por tres países o territorios: los Países Bajos (Nederland), las Antillas Neerlandesas (Nederlandse Antillen) y Aruba.

Los Países Bajos están situados en el noroeste de Europa y limitan al norte y oeste con el mar del Norte, al sur con Bélgica y al este con Alemania. El país constituye una de las zonas más densamente pobladas del mundo y es uno de los estados más desarrollados.



De la urbe cosmopolita de Ámsterdam, con sus canales, bicicletas y su ritmo de vida frenético, pasando por La Haya, Rotterdam o Utrecht. Visitando Delft, Gouda, los pequeños y encantadores Marken y Volendam, o el precioso y pintoresco paisaje de molinos de Kinderdijk. De la ciudad al campo en un traqueteo de ferrocarril, o a golpe de pedal de bicicleta. Holanda es belleza y también es naturaleza. Naturaleza que ha quedado entre enormes extensiones agrícolas y entre grandes ciudades, pero muy accesible y con una identidad muy marcada.

Si algo llama la atención de todo este territorio, aparte de la cantidad de gente que lo puebla, es la inmensa llanura que lo engloba. No hay montañas, apenas hay desniveles naturales y el agua lo inunda prácticamente todo: una buena parte del país se encuentra a nivel del mar, e incluso por debajo de éste.



Amplios canales navegados por largos barcos desaguan al mar otros muchos que vienen drenando inmensos campos de cultivo. Los pastos ocupan prácticamente toda la superficie agrícola, conviviendo en algunas zonas con el trigo y otros cultivos. En estos pastos encontramos multitud de frisonas pastando libremente, también rollizas ovejas, de aspecto lanoso parecido a las que conocemos.



En los canales y drenes paralelos y perpendiculares (prácticamente entre cada propiedad) crían las pollas de agua, fochas, cisnes... y la garza real, mucho más abundante y permisiva con el visitante que en nuestra comarca. En los humedales naturales repartidos por doquier abundan otras muchas especies: barnaclas, ánsares, cormoranes, multitud de gaviotas...





El espacio para los bosques es reducido, a menudo formando pequeñas manchas a modo de mosaico con especies típicamente ribereñas: sauces, fresnos, chopos, alisos... con otras especies como abedules, robles, servales, arces...

Son evidentes las diferencias con nuestros paisajes, pero analizando las zonas con detenimiento podemos encontrar entre la enorme llanura siluetas que nos resultan familiares: árboles trasmochos. En Holanda podemos encontrarlos repartidos de forma dispersa en las zonas agrícolas entre los corredores de Ámsterdam - La Haya - Rotterdam - Utrecht, aunque son más numerosos en las zonas rurales cercanas a esta última ciudad. Son, en su inmensa mayoría, sauces trasmochos con ramas o varillas de no más de 2 años de edad. Tampoco parecen árboles muy viejos, pero si que destacan entre la inmensidad de los pastos, junto a los canales, o formando barreras naturales en granjas y caseríos. También debían de ser bastante abundantes en la zona de Kinderdijk, conformando un paisaje característico y único de "Mills and pollard willows" (molinos y sauces trasmochos). Los molinos de esta zona están declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO).

Típicas estampas de la campiña holandesa

Estampa típica invernal de Kinderdijk.


Sauces trasmochos o "pollard willows". Óleo colgado en una de las paredes del molino visitable.




Los árboles trasmochos son una realidad en europa, pero muy posiblemente la ibérica turolense albergue la mayor concentración de todos ellos del continente. Y quien sabe, quizá del mundo. Están ahí, solo falta valorarlos, darlos a conocer y protegerlos. En definitiva, gestionar este paisaje único que tenemos tan cerca y que poco a poco va desapareciendo.

sábado, 1 de agosto de 2009

MÁS SOBRE LOS INCENDIOS FORESTALES

El tema de los incendios forestales en los países desarrollados del Mediterráneo es un asunto muy complejo y su resolución es muy difícil, si no una quimera.
El fuego es un agente cosustancial en estos territorios y sus ecosistemas han desarrollado estrategias adaptativas diversas y eficaces a diferentes escalas temporales.


El ser humano ha modelado durante siglos un paisaje ganadero que creo, algunos hemos idealizado en lo cultural, pero que no era sostenible. Un paisaje formado por teselas de pastos, cultivos y pequeños bosquetes para abastecer de leña y madera. Un paisaje, sin embargo, que implicaba una fortísima pérdida de suelo, un incremento en la escorrentía hídrica y, por tanto, una menor infiltración lo que reduce la disponibilidad de agua en los vegetales. Una muestra, la expansión del delta del Ebro.
El modelo ganadero fue sustituido por el agrario con las crisis demográficas del XVIII y XIX, lo que redujo aún más la cubierta vegetal, agravando los problemas de erosión. Extensas roturaciones, sobrepastoreo y extracción de leña. Este paisaje agrario es el que recibieron nuestros abuelos a principios del XX.
Entonces no hacían falta sistemas de vigilancia de incendios. ¡Es que no había qué quemar! No podemos mitificar esta situación, por muy llenos que estuvieran nuestros pueblos. Es desolador ver las fotos de época de nuestras sierras. Todo eran cabezos pelados. Una deforestación extrema. No debemos olvidar esto.
La política forestal de posguerra y, sobre todo, los cambios sociales vaciaron nuestros pueblos y los montes han comenzado a levantar cabeza, a pesar de los incendios. Posiblemente la cubierta vegetal esté ahora en su mejor momento desde hace más de un siglo, si no más. Y esto implica inevitablemente incendios, a pesar del enorme esfuerzo económico que suponen los sistemas de prevención y extinción (y lo que supone no invertir en desarrollar otros proyectos).
El fomento de la ganadería extensiva puede ser positivo para reducir las herbáceas y arbustos finos. Pero tampoco es la solución en caso de grandes incendios pues el matorral y el bosque arde igualmente. Salvo que queramos volver a modelos seculares de gestión del monte.
La estrategia de parcelar el monte con redes de pistas y cortafuegos tampoco es la panacea, ya que implica un serio impacto en la biodiversidad y en la pérdida de suelo, además de engullirse grandes presupuestos. Y ante grandes fuegos, también tiene sus límites.
Es posible que sea una quimera el recuperar los bosques maduros climácicos de nuestro territorio. Pero, mientras los lastonares-tomillares se transforman en matorrales, mientras en estos introducen las primeras quercíneas o coníferas, mientras se cierra el monte (algo que no sé si coincide con la idea de "monte sucio") el suelo se reconstruye, la biodiversidad aumenta al igual que la recarga hídrica.
Es inviable tener un monte sin aliagas secas o ramas muertas. Eso funcionaba cuando había miseria en los pueblos y no había otro combustible. Las voces que proponen "limpiar el monte" parecen ignorar que las aliagas y las zarzas brotan tras su corta (o quema), lo que puede hacer el ganado pero asumiendo otros impactos como los citados.
Personalmente coincido con los que piensan que hay que aceptar los incendios como una realidad inevitable si pretendemos recuperar ecosistemas forestales maduros aunque no cejar en el intento de aminorarlos en número y extensión. Aunque los incendios nos retrotraen a las etapas iniciales de la sucesión en ciertos terrenos, son otras muchas las hectáreas que siguen su recuperación.
Tal vez sea ese el paisaje del futuro si no cambia la dinámica económica. Un mosaico de bosques, matorrales y cultivos.
La clave es disponer de vegetación capaz de rebrotar. Bojes, espinos, aliagas, carrascas y rebollos retallarán dentro de unos meses. Algunos pinos y otras plantas germinarán. En quince años, se encontrarán las mismas especies que había antes del incendio. Sin necesitar a nadie.
El impacto emocional del fuego es tremendo y buscamos culpables y soluciones inmediatas. Y los ecosistemas mediterráneos siguen leyes naturales inmutables que queremos ignorar. Nada es sencillo.
Por ejemplo, cada vez parecen más discutibles los beneficios de retirar la madera quemada. Sus ventajas suelen asociarse al modelo imperante de gestión forestal (tras el fuego, a repoblar con pinos y, por tanto, a retirar biomasa muerta) y a la reducción del impacto emotivo y visual del incendio, ya que los ciudadanos prefieren ver una superficie despejada de todo resto antes que los troncos quemados que le recuerdan al bosque inicial. Esto no es un problema ecológico sino psicosocial.



Sin embargo, bajo una perspectiva ecológica la presencia de madera quemada en el monte implica importantes beneficios en el desarrollo de los procesos naturales como la regeneración forestal, el mantenimiento de humedad edáfica, la reducción de la insolación, la protección del suelo, la superviviencia de las plántulas y la biodiversidad de hongos, plantas, insectos y vetebrados.
En fín, sólo señalar que hay mucho debate y que las soluciones no siempre deben ser las mismas para todos los sitios. No hay soluciones simples para problemas complejos.
Lo mismo podría decirse sobre la necesidad de volver a plantar pinos en las antiguas repoblaciones incendidas que vamos a oir dentro de unas semanas en las respectivas mesas....
Son unas ideas que me surgen al calor de un debate muy pasional y emotivo por las dolorsas jornadas vividas en nuestros montes.