El Caño del Gato de Rubielos de la Cérida y sus águilas reales los descubrí a finales de los 70, cuando ya tenía permiso de conducir y esto aumentaba el radio de acción de mis correrías faunísticas por Sierra Palomera.
Aquella mañana de finales de junio, había llegado al monte casi de noche y, cuando empezaba a clarear, ya estaba sentado en una roca frente al nido de las águilas, a suficiente distancia para que tanto ellas como yo estuviéramos cómodos.
El sol iba levantando, en el nido había dos aguiluchos ya emplumados y con ganas de ejercicio y la mañana estaba entretenida pues en esas fechas, cuando amanece, parece que el monte está sin estrenar y todo el mundo quiere disfrutarlo. Mientras observaba a los aguiluchos con los prismáticos, noté que uno de ellos miraba hacia la parte alta de la ladera en la que yo estaba. Por su actitud aquello debía ser importante pero yo no conseguía descubrir el motivo de aquella excitación. Sin duda, su óptica era mejor que la mía, hasta que de repente oí un fuerte ruido y una sombra pasó casi rozando la copa de las sabinas que me camuflaban. Era una de las águilas que, con algo muy grande en las garras, se descolgaba ladera abajo y, aprovechando la inercia, remontaba la otra ladera y se posaba en el nido. Cuando después del susto volví a enfocar los prismáticos al nido, allí estaban los dos aguiluchos disputándose como buenos hermanos un zorro adulto que su madre acababa de dejarles.
Adulto de águila real. Foto: Rodrigo Pérez
Aquello me impresionó porque, aunque ya tenía bastante experiencia con otras parejas más cercanas a mi pueblo, nunca había presenciado una escena tan espectacular y seguí visitando la zona siempre que mis obligaciones estudiantiles me lo permitían. Entonces no imaginaba que, unos años más tarde, aquellos montes iban a estar a mi cargo como profesional de medio ambiente.
Han pasado 30 años pero recuerdo, con precisión fotográfica, la escena que contemple aquella mañana de finales de junio. Todas las primaveras subo a la misma roca, me camuflo con la misma sabina y, aunque estoy seguro que la pareja se ha ido renovando, para mí siguen siendo las mismas.
Julio Sánchez
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