La estratégica posición geográfica de España nos permite ser testigos de excepción cada año de uno de los mayores espectáculos naturales: la migración. Y el corredor del Jiloca, con su alineación Norte-Sur, cumple a la perfección esta función de autovía natural. Son muchas las especies que se sirven de ella en sus recorridos. Las más grandes, como rapaces y cigüeñas, no suelen pasar desapercibidas, pero pocas veces nos detenemos en los migradores de tamaño más modesto, aunque puedan ser tan hermosos como el protagonista de esta historia.
Lo ocurrido el festivo del 1 de Mayo fue un delicioso regalo que no desaprovechamos en casa. Un fantástico macho de papamoscas cerrojillo, fácilmente reconocible por su impresionante librea de contrastado negro y blanco, decidió pasar todo el día en nuestro humilde jardín. Bueno, decidió no sin ayuda. En sus largos y muchas veces penosos trayectos, las aves viajeras gastan enormes cantidades de energía que necesitan reponer continuamente. Así que de tanto en tanto hacen paradas para repostar. Sabiendo lo importante de este alimento, nada más ver al papamoscas rondando nuestro jardín nos acordamos de la caja olvidada en el garaje con los espartanos gusanos de la harina. Allí medran con poco o nada de cuidado, resistiendo los rigores del invierno con poco más que pan duro y alguna que otra sobra. Rápidamente le colocamos al pajarico una fiambrera llena de “carne” (que perdonen los muy sensibles por este plato servido sin permiso de los gusanos) y no dudó más de cinco minutos en venir a mesa puesta. Con esta pequeña ayuda “nuestro” papamoscas cerrojillo tendrá un poco más fácil culminar su viaje de vuelta a los territorios de cría y comenzar un nuevo ciclo reproductor.
Carlos Pérez Naval
Sin transmisores satélite no sabremos nunca dónde recalará este ejemplar, quizás no muy lejos de nuestras tierras del Jiloca, en el vecino Moncayo o altos montes del Pirineo. Pero también puede decidir cruzar las montañas camino de Francia, Alemania, Suecia…¡qué más da!. Estos empedernidos viajeros no entienden de fronteras.
Acabada la cría de los polluelos, los papamoscas realizarán una muda completa del plumaje antes de iniciar el camino de vuelta, esta vez rumbo al sur. Ahora los machos serán casi indistinguibles de las discretas hembras, de tonos grises y blancos. Su destino está lejos, las tierras tropicales del África subsahariana. Otra vez van a necesitar mucha comida y suerte para sortear las dificultades de un viaje ya de por sí muy duro, cada vez más penoso por el deterioro ambiental. Quizás vuelva a recalar en nuestro jardín, allá para finales de agosto o ya en el mes de septiembre. Nunca lo sabremos, pero cada vez que volvamos a ver otro papamoscas pensaremos en ti, valiente pajarillo.
Carlos Pérez Naval
Gracias por el día compartido y ¡hasta pronto!
Rodrigo Pérez Grijalvo y Carlos Pérez Naval
3 comentarios:
Que fotos mas majas.
Enhorabuena Carlos y Rodri. espero que a este le sigan otros artículos. Me fijaré en mis excursiones por el Pirineo a ver si veo al papamoscas calamochensis, aunque será más fácil que él me vea a mi con lo despistado que soy
Muy bonito relato (yo de fotos entiendo menos). Enhorabuena a los dos.
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