Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

lunes, 25 de diciembre de 2017

FELIZ NAVIDAD Y UN PRÓSPERO AÑO NUEVO

Son los días más cortos, de noches largas y estrelladas. El hielo permanece todo el día en las umbrías, blanqueando noche tras noche. Son los días anticiclónicos por excelencia, de inversión térmica, los de los últimos años. Las últimas navidades blancas, esas de los cielos cubiertos y las nevadas sólo quedan en el recuerdo cada vez más lejano de otros años.

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A finales de los ochenta y noventa eran días como estos, de hielo camino de la escuela. Y hielo a la vuelta también. Como entonces, la acera blanquecina advierte de los días fríos y las noches despejadas. Estrellas de hielo en el suelo emulan a las estrellas del cielo nocturno.

El campo está seco, lleva así meses. Marrones y ocres inundan el Jiloca y Gallocanta. Ni rastro de la cosecha sembrada. La falta de lluvias es acuciante y el paisaje se resiente.

Las gentes del campo miran con preocupación el cielo. Muchos, cada vez más, echan la culpa de la falta de lluvias a las avionetas fantasma. Se ha perdido la sabiduría popular y se buscan respuestas en el internet fácil, el bar del siglo XXI. España es un país muy cerca de África, en ocasiones demasiado. El cinturón de altas presiones africano puede dejarnos secos en verano, mientras que el anticiclón azoriano puede dejar meses de sequía incluso en el cantábrico, donde suele migrar durante los meses invernales en los que hace acto de presencia, desviando las borrascas hacia el norte de Europa. Todo esto unido a un cambio climático cada vez más patente, con un calentamiento global imparable durante los últimos 5 años hace de esta situación una amalgama de indicios con efectos palpables y desastrosos día a día, un escenario desalentador y poco predecible.

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En Gallocanta no hay agua. Pequeños grupos de grullas que pasan el día por el Jiloca medio se agrupan y vuelan al atardecer, todos los días, cruzando Calamocha de sur a norte. Una vez blincan el monte de la Dehesa (Desa, como dirían por aquí)  descienden hacia el pantano de Lechago donde pasarán la noche.

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El valle del Pancrudo aguarda en silencio la llegada de las nuevas visitantes. Es un silencio a medias, solamente roto por el grupo de cormoranes que duerme en unos chopos en medio del pantano. Y por un grupo de niños acompañados de un abuelo que vienen desde Lechago por la vieja carretera cantando villancicos y gritando. Cuando me ven parapetado detrás de la carrasca, el abuelo, tras las preguntas pertinentes y como si de un capitán se tratase vira la nave de niños y villancicos y los dirige de vuelta a casa. “Dejar a este señor que le vamos a espantar a los animales”.

Llegan tarde, menos mal. Las primeras, un pequeño grupo de siete asoman a las 17:27 h. Dan varias vueltas, no encuentran el sitio ideal. Los villancicos aun se oyen de fondo.

Otros grupos van llegando, el más numeroso entra a las 18 h. De repente el estrecho valle es una algarabía, una sinfonía Gallocantesca que dura un buen rato mientras eligen el dormidero, dando vueltas de lado a lado del pantano, sobrevolando el horizonte entre las siluetas de las carrascas recortadas al anochecer. Sobre el agua también hay grullas, reflejos curiosos y bellos que este entorno y su perspectiva nos permite contemplar.

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De repente se va haciendo el silencio. Poco a poco se apagan las voces, las jóvenes grullas y también los adultos. Finalmente todas callan, el frío comienza a aterir las manos y la calma se vuelve a apoderar del valle. La oscuridad es ya casi total y es momento de volver al calor del hogar.

Estos días que transcurren así, los primeros del invierno, te queremos desear Feliz Navidad y un próspero 2018.