Gileta ha recogido muchas colaboraciones vinculadas con el río y los chopos. Extraemos ésta, de nuestros colaboradores Valeriano Sarto Romeo y Antonio Cebrián Sánchez en Gileta 34, de Agosto de 2000)
El Río Pancrudo atraviesa el término de Torre los Negros de punta a punta. Nos entra por Alpeñés y lo despedimos en el término de Barrachina. Comienza saludando la Ermita de San Miguel, pasa por el puente del mismo nombre, recibe las aguas de las ramblas del Tejar, el Povar, el Barranco Santero y los Ramblares y se acerca al pueblo, riega nuestras huertas y a su paso le preparamos una noria, una chocolatería y un molino.
El Pancrudo siempre va bien acompañado, los chopos cabeceros le marcan el camino. Lo más característico de la flora de nuestro río es precisamente la hilera de chopos que lo acompaña y que hace que desde cualquier monte que te subas, puedas seguirlo sin ninguna dificultad. Son chopos cabeceros, de gruesos troncos, con oquedades y aberturas en la base, que permiten incluso meterse dentro. De sus troncos van saliendo ramas a un mismo nivel, que alcanzan gran altura y se utilizaban para la construcción, para los postes de luz y el teléfono etc, además de utilizar la hoja (chopina) para alimentar a los conejos. Esta tarea de poda selectiva se le llama “escamondar los chopos” y a la de coger hoja “hacer chopina”.
Álamos y sauces (salces), mimbreras y salbimbres, donde hacen los nidos las abejas, son otros árboles del río.
La presencia de líquenes en los troncos de los chopos, hongos que descomponen la madera y dan un olor penetrante, junto con la más codiciada seta de chopo y el pan de bellán (yesqueros en castellano), especie de medias roscas que se crían en mitad del chopo, en la parte de la caña, que no son comestibles, hacen del chopo un verdadero libro de naturaleza. Escarabajos, mariposas, insectos perforadores, son habitantes de los chopos. Las larvas se alimentan del leño y las hojas. Por otra parte, distintos pájaros vienen a alimentarse de esos insectos y se van distribuyendo en los árboles: el carpintero en las vigas, el pito real, de patas largas como el chorlito, en las ramas más pequeñas, los capitanes y herrerillos en las finas… andarríos, conroyos, lavanderas, ratoneros y chinchines, burlapastores y escribecartas.
“Siempre había un nido de escribecartas que con José el sastre lo hemos escarzado bastantes años y nos comíamos los huevos; hacía el nido en una zarza grande, a la entrada de la acequia del molino, en la parte de arriba. Estaba al lado de un cirojero, de aquellos ciruejos negros que llamábamos cornetas, que estaban más verdes que la retama y nos los comíamos. Se llamaba así porque los huevos de ese pájaro, en la cáscara, era como si estuviera lleno de letras árabes, de color azul”. (Antonio Cebrián)
Imagen tomada del SIOC
Él aporta sus aguas y recibe compañía. El río ha sido para todas y todos un trocito de nuestra infancia.
Es un río muy poco caudaloso, aunque sus aguas son claras y frescas, se va creciendo y recibiendo los manantiales de sus orillas y debemos cuidarlo si no queremos que termine contaminado y sin sus truchas moteadas, las reinas del río, típicas de aguas limpias y frescas. Los barbos son otros habitantes de nuestro río. Viven entre los limos: “Me acuerdo que de pequeño me metía en los limos que había en la chocolatería y cuando notaba algo debajo, apretaba y cogía el limo y el barbo” (Antonio Cebrián. Gileta 34. Agosto 2000).
Ya veis, tenemos dos faenas pendientes: Recuperar el río, que lo tenemos muerto y cuidar de que no se nos mueran los chopos.
Pilar Sarto
1 comentario:
Hermoso lugar, actualmente muchos lugares asi ya deben estar contaminados.
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