Junio y julio fueron meses calurosos y secos. Los panizos crecieron bien con solo un par de riegos. En agosto, hizo más calor que la media de otros años. Cuando ya hacía falta el tercer riego, en Calamocha cayó una generosa tormenta que dejó una treintena de litros y que ahorró faena a los agricultores (y agua al río). Septiembre siguió seco y caluroso, comenzando los panizos a perder el verdor y el lustre. Octubre vino igualmente cálido y regular en cuanto a lluvias. Comenzó a secarse la planta pero sin la ayuda de los hielos, que no acudieron. Noviembre es el mes en el que se seca el panizo, con la ayuda de los días soleados y las heladas nocturnas. Este año, no fue así. los quince días con lluvia y los casi setenta litros caídos pusieron mucha humedad en el aire y un retraso en la cosecha.
Mientras tanto, comenzó la cacera en los campos y montes. Este año no hay bellota en el monte. Hay muy poca comida y, como acostumbran, los jabalíes de la contornada se bajaron a la vega del Jiloca. Entre los panizales tienen comida y tranquilidad. Mientras tanto, tiros y perros por el monte. Aquí quietos, en la vega, acercándose por la noche a los huertos. Atrevidos. En el dominio de los antiguos prados, los panizos hacen la función del cañizo, solo que ofrecen más alimento a estos animales. Desde Monreal hasta Burbáguena, los jabalíes saborean día a día las nieblas y las escasas heladas de diciembre pues les ayuda al retrasar la cosecha en varias semanas.
Saldrán lucidos cuando entren las máquinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario