Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

domingo, 26 de febrero de 2017

UN PASEO OTOÑAL POR EL PARRISSAL DE BESEIT

Primer sábado de noviembre. Mañana soleada en Fórnols. Los amigos de la Peña '06 de Calamocha comenzamos nuestra escapada por el Matarranya. Y, para hacer gana, nos encaminamos hacia uno de los espacios naturales más valiosos de Aragón: el Parrissal de Beseit.


Almuerzo en la plaza frente a la imponente portada barroca de la iglesia dedicada a San Bartolomé. Impresionante el juego de luces y sombras que crea el sol de la mañana al filtrarse por los edificios de la plaza. No habíamos vuelto en veinte años. ¡Cómo se han recuperado las casas en este tiempo!

Seguimos la ruta entre huertos abandonados y bancales medio caídos. Camino, asfaltado para el turismo, pero con el trazado original, estrecho, respetando las propiedades inmediatas. Se agradece que no se desvirtúe el paisaje original para facilitar el acceso masivo a parajes tan valiosos.

El Parrissal de Beseit recibe cada año docenas de miles de excursionistas. En ciertos fines de semana y en verano se colapsaban los accesos y surgía el caos cuando el personal aparcaba en las cunetas. La solución vino de acondicionar un aparcamiento en una finca y en poner a un par de jóvenes que aportan información y regulan los accesos, cobrando unos euros por persona. Lo normal. Nadie discute cuando tienes que pagar por aparcar en una ciudad. Pues lo mismo en espacios naturales. Se queda un dinero en los pueblos.

Llegamos a una zona recreativa donde terminaba la pista. Bastantes excursionistas para ser un fin de semana normal de otoño. La grandiosidad de estas montañas sobrecoge. Els Ports de Beseit son un territorio muy agreste. Se forman por la confluencia de las cordilleras Ibérica y Costero-Catalana. El río Matarranya nace en la vertiente norte de este complejo de montañas y, teniendo el mar a poco más de 30 km en línea recta, decide orientarse hacia la cuenca del Ebro, el antiguo lago salobre del Terciario.

En algunos momentos te recuerda a las montañas de Córcega. Agrestes, peñascosas, boscosas e inaccesibles. Siempre cerca del mar. Cerca de los vientos que le aportan humedad y le hacen desconocer la continentalidad. Pendientes acusadas. Profundos cañones. Ríos de caudales muy oscilantes y con recurrentes episodios de torrencialidad asociados a las gotas frías otoñales. Riachuelos que rompen puentes ... ¡de los altos!


El Matarranya es la comarca más "mediterránea" de Aragón a pesar la altitud de su cabecera, que se remonta a los 1.300 m.

El Ports de Beseit tienen muchos valores naturales. Tienen muchas miradas. Puedes poner la atención en las espectaculares formas del relieve, tanto en los montes como en los valles. En la hidrología, con una gestión alambicada y artesana en el pasado y que en la actualidad está siendo una escuela de acuerdos entre sectores.


En la geología, testimonio de los procesos constructivos que levantaron sedimentos marinos en la orogenia Alpina y de los destructivos que están arrasando estos vigorosos relieves. Y también puedes poner la mirada en los animales. En las abundantes cabras monteses que nos barruntaron y que se ocultaron, en la amenazadísma águila-azor perdicera, en los interesantes peces endémicos del río, o en los insectos ....


Pero el ritmo del paseo, me animó a poner la mirada en las plantas. Estas montañas fueron exploradas por Francisco Loscos y José Pardo Sastrón, los grandes botánicos bajoaragoneses del siglo XIX. La irregularidad del relieve favorece la aparición de ambientes con microclimas muy diferenciados. El aislamiento ha favorecido su conservación. Mil especies de plantas nos esperaban.

Era la ocasión de encontrar plantas escasas en la cordillera Ibérica a su paso por el Jiloca. Plantas más comunes en las montañas valencianas o catalanas. Plantas frioleras que evitan las oscilaciones térmicas y las temperaturas muy bajas. Plantas que no toleran la continentalidad. Muchas endemismos iberolevantinos.


El paisaje vegetal de estas montañas está dominado por tres especies. La encina de hoja estrecha y bellota amarga (Quercus ilex) en laderas expuestas y solanas, el rebollo o roble quejigo (Quercus faginea) en zonas de suelo más profundo y en umbrías.


Y, entre una y otro, pero sobre todo, en terrenos de escaso suelo, el pino negral (Pinus nigra) y el pino royo o albar (Pinus sylvestris) en las zonas más frescas.


Formando parte del sotobosque de los encinares y pinares prosperan arbustos con hoja más o menos endurecida y perenne, cubiertas de ceras y de forma lanceolada, como la que tiene el laurel. Como los arbustos de la laurisilva, de los archipiélagos atlánticos de Canarias o Madeira.

El madroño, alborzera, en aragonés y arborç, en catalán (Arbutus unedo) es una de estas plantas leñosas. No es muy común en Els Ports pues requiere suelos descalcificados y estos son escasos en unas montañas en las que predominan las calizas, dolomías y margas.


Los madroños estaban enverando los frutos, ya dulces aunque no totalmente royos. En el mapa puede apreciarse que la distribución del madroño en Aragón coincide con las zonas templadas alcanzando el Prepirineo y siendo muy localizado en la cordillera Ibérica.

Otra mata común en estos montes de hoja lauroide es el durillo (Viburnum tinus). Requiere ambientes umbríos y templados por lo que se recluye el abrigo de los peñascos, tan abundantes en Els Ports.

 

Predomina la vegetación perennifolia pero hay algunos arbolillos de hoja caduca como el azarollo o el arce o acirón (Acer granatense), endemismo ibérico-magrebí propio de la vertiente mediterránea de la península Ibérica que penetra en Aragón por la montñas surorientales.

 

La retirada de la clorofila visibilizaba los pigmentos amarillos ofreciendo un contraste son los verdes dominantes del restos de los árboles del bosque.


Sus delicadas hojas, comenzaban a caer sobre el río reteniéndose junto con la de los pinos en los remansos ...


Y, en las zonas más sombreadas del bosque y junto a las paredes rocosas, una de las plantas que más llamaba la atención: la zarzaparrila (Smilax aspera).

 

Es una planta trepadora, de hojas perennes, lustrosas y endurecidas, dotadas de espinas, que tiene un área de distribución muy restringida en Aragón: el Somontano del Pirineo y el sector oriental la cordillera Ibérica.

 

Una suerte de barrancos estrechos y profundos desembocan en el río Matarranya. Son el hábitat de estas plantas termófilas, frioleras.


En las paredes calizas de los cañones son comunes los helechos que buscan ambientes umbríos.



En las zonas más abiertas podían verse otras plantas propias del piso mesomediterráneo, como el romero (Rosmarinus officinalis), la coscoja (Quercus coccifera), la cornicabra (Pistacia terebinthus) o el lentisco (Pistacia lentiscus) que podemos encontrar en los piedemontes de la cordillera Ibérica hacia el valle del Ebro y otras que ascienden también al piso supramediterráneo como la sabina negral (Juniperus phoenicea), el guillomo (Amelanchier ovalis)  o el boj (Buxus sempervirens).


Cuando el bosque o el matorral denso se degrada por talas o por fuegos repetidos, hace su entrada un brezo estrictamente termófilo cuya presencia en Aragón es muy escasa: la bruguera o bruc.


El petorro, como le llaman los valencianos, por el ruido que hacen las ramas al arder.

Entre risas y bromas fuimos recorriendo el sendero que recorre el fondo del valle. Dentro el bosque, por la orilla o sobre las pasarelas preparadas para atravesar las gargantas y los caos de bloques ....


En algunas zonas se habían habilitado palancas para cruzar el cauce. En otras, tan solo un par de troncos, lo que obligaba a hacer equilibrios para cruzarlos, provocando las bromas de los excursionistas y algunos atascos.

El color esmeralda de las pozas, las gravas blancas y el pardo de las algas absorbían nuestra atención.


 ¡Qué claridad la del agua!


Alcanzamos el paraje de Els Estrets, desde donde nos volvimos, no llegando a ver Les Gubíes. Desandamos el camino. No llegamos a ver ninguna cabra montés, pero sí algún buitre leonado. Y nos llevamos un gran recuerdo y gana para la comida que nos esperaba en la Fonda Roda de Beseit.


¡A por la próxima excursión de esta rumbosa peña calamochina!

1 comentario:

Ramiro dijo...

A mi cuando fuí también me llamó mucho la atención algún tejo suelto que se ve.
Una delicia de excursión si la encuentras con poca gente.
Un saludo.
Ramiro.