En contra del título de esta entrada de blog, es época de ruiseñores. De ruiseñor común (Luscinia megarhynchos) y ruiseñor bastardo (Cettia cetti). Este último podemos encontrarlo en nuestras riberas todo el año.
El ruiseñor común llega a nuestros sotos a comienzos de primavera. Su canto es inconfundible, musical e incansable. Una colección de notas que salen de lo más profundo del soto. Es difícil de ver, pero ahí está. Aquí se le puede puede escuchar.
Desde hace varios años un pequeño solar junto al paseo San Roque alberga los últmos restos de la antigua huerta que se extendía en toda esta zona ya urbanizada de Calamocha. Es ahí, entre unos álamos canos, unos olmos secos y un sauco, rodeado de un herbazal y abundante porquería, donde se encontraba la residencia de verano de un pequeño ruiseñor común. No faltaba a su cita.
Este año también volvió. Su canto podía escucharse perfectamente en toda esta zona del pueblo, también de noche. Hasta hace unos días. Ayer encontré su pequeño cuerpo sin vida junto a la acera.
Parece mentira que el canto de un pajarillo pueda dejar un vacío tan grande en las cortas noches de verano. Pero así es, este soto degradado se ha quedado sin cantor, a la espera de que otro ruiseñor al que no le importen las inmundicias y vivir a un paso del ser humano instale allí su hogar de verano.
Hasta entonces, se apagó la voz del ruiseñor.
Foto: Autor: Miguel Ángel Castillo Mohedano (Fotonatura.org)
2 comentarios:
Los ruiseñores debieron vivir muy bien el los zarzales que orlaban las grandes huertas que rodean niestros pueblos.
La creciente urbanización les ha restado territorios, pero las casas con pequeños jardines son nuevas oportunidades. Sorprende la capacidad de adaptación de esta especie.
Es una hermosa especie, debemos protegerla.
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