A los humanos nos gustan los árboles. Sobre todo los árboles grandes y, especialmente, aquellos por los que podemos trepar para acceder a sus ramas y elevarnos sobre el suelo. En que podemos, nos subimos a un árbol. Tal vez sea una herencia recibida de nuestros antepasados, aquellos primates arborícolas africanos de los que surgieron los primeros homínidos bípedos. Puede que eso explique la tendencia que tienen muchos niños a dibujar trasmochos cuando quieren expresar su modelo de árbol.
Por eso cuando recorremos las riberas nos llaman la atención los árboles. Con frecuencia no apreciamos a los arbustos y otras plantas que los acompañan y que desempeñan funciones ecológicas muy importantes. Esto suele ocurrir con las sargas.
En esta parte de la cordillera Ibérica son comunes cuatro especies de Salix. El sabimbre o sauce blanco (Salix alba) es el único arbóreo. El sargatillo o sarga negra (Salix atrocinerea) es un arbusto alto, pues fácilmente alcanza los ocho metros de altura. En cambio, las sargueras o sargas (Salix purpurea y S. eleagnos) son matas que con dificultad supera los seis metros.
A esta última queremos dedicar este artículo.
Se trata de un arbusto densamente ramificado que mide de uno a seis metros de talla. Tienen un aspecto globoso y tiende aSus hojas, muy numerosas, resultan inconfundibles. Tienen un breve peciolo y un limbo muy estrecho (0,4-0,8 cm. ) y alargado (2-10 cm.). Tienen un haz verde brillante y un envés blanquecino por la gran abundancia de pelillos. El borde tiene pequeños dientecillos y está algo vuelto hacia adentro.
Ramilla de Salix eleagnos Foto: Enzo de Santis
Florecen marzo abril antes de la salida de la hoja produciendo una inflorescencia tipo amento que es pequeña y erecta.
Encuentra su hábitat en los cursos de agua estacionales con sustratos de gravas y cascajares. Estos ambientes son muy comunes en las cabeceras de los barrancos que alimentan los pequeños ríos de la Ibérica. Aunque la bibliografía refiere una preferencia sobre suelos ricos en bases (carbonatos), en nuestra zona es muy común en ramblas con guijarros silíceos.
Es una especie propia del centro y sur de Europa, Asia Menor y norte de África. En la península Ibérica en más común en la mitad oriental encontrándose desde en los arroyos desde el piso termomeditarráneo hasta el supra, donde podemos verla en nuestra tierra en las cuencas del Pancrudo, Martín, Aguas Vivas, Alfambra o Guadalope.
Estos sistemas fluviales pueden mostrarse secos en superficie durante la mayor parte del año. Sin embargo, desde el otoño hasta el final de primavera suelen mantener una circulación subálvea entre las gravas a la que pueden acceder las raíces de la sarguera. Su profundidad les permite sobrellevar el descenso del freático durante el estío. Su desarrollo soportar la violencia de las avenidas durante los episodios de lluvias torrenciales en los que, la erosión puede retirar parte del sustrato sobre el que se asienta la planta, antes de que se deposite el nuevo aporte de acarreos.
Por otra parte, el escaso grosor de las ramas y su extraordinaria flexibilidad le permiten eludir o soportar el impacto de los guijarros sobre la parte leñosa. Aún con todo, el desprendimiento de ramillas durante las crecidas favorece la dispersión de los propágulos y la colonización de los cascajales depositados al cabo de la misma.
En nuestra juventud, José Manuel González nos enseñaba en los sargales del Mijares el papel de estos arbustos en la retención de restos leñosos que, posteriormente son descompuestos aportando materia orgánica a estos inestables sistemas lo que favorece la entrada de plantas propias de estadíos más avanzados en la sucesión que también se benefician por su sombreado. Nuestro amigo gusta decir que las sargueras son los riñones de los ríos.
Estas matas ramosas, casi un gris y discreto decorado de nuestras ramblas, desarrollan procesos muy importantes en el funcionamiento de estos singulares sistemas fluviales tan propios de la región mediterránea.