Aún no me había podido acercar este otoño a Gallocanta. La semana anterior la Fiesta de las Grullas fue un completo éxito y el personal disfrutó con las miles de zancudas entrando a los dormideros. Días después Carmina nos informaba que hay cerca de 29.000 grullas en Gallocanta. Es la llamada.
Madrugo pero no tanto como para ver la salida. Pequeños grupos me reciben antes de llegar a Tornos. Otros vuelan hacia los campos de Castejón.
La tierra empapada por las últimas lluvias se muestra oscura en las labores y contrasta con el tono pajizo de los rastrojos aún sin mover por la prolongada sequía del final del verano y principio de otoño.
Antes de desviarme hacia el observatorio de los Lagunazos de Tornos veo descansar sobre un labrado un bando de cerca de quinientas grullas. Están muy cerca de la carretera. Se nota que los grulleros han madrugado poco y no las han levantado.
La orla periférica de los prados salinos en estos Lagunazos muestra la espléndida pradera de Agropyron pungens que se extiende hasta casi la orilla. Al fondo, se atisba el rojizo otoñal de la mamellada ya al final de su ciclo anual. Como corresponde al inicio de la inundación (confiemos…) de la laguna, este sector, al ser el más somero se encuentra seco.
Por la margen derecha voy llegando a la parte de Tobeñas por un camino algo embarrado. Algunos bandos de grullas diseminadas aquí y allá. La laguna muestra la sequedad del verano y el otoño. El tapete de algas está empapado y la sal no brilla. Pero tampoco ha llegado el agua que solo se ve como un reflejo lejano hacia el norte.
Y tampoco se ve el agua más cerca de Gallocanta.
Los caños que drenan los montes de Berrueco aún bajan secos. Falta mucho para que se saturen y comiencen a aportar agua a la laguna. El contraste de los herbazales de sus márgenes con las labores próximas son de una gran belleza.
En la cuenca de Gallocanta, donde el año y vez ha pasado al recuerdo, en otras temporadas, con las primeras lluvias de septiembre, los rastrojos desaparecían en una semana al ser completamente labrados…. y las grullas acusaban la falta de alimento. Este otoño tan seco no ha permitido labrar hasta finales primeros de noviembre. Aún se veían amplios rastrojos.
Paso de largo por Gallocanta y me acerco hacia el observatorio de la Virgen del Buen Acuerdo. Una familia formada por los dos adultos y sus dos crías descansa junto al camino. Tranquilos se mueven por el ribazo y el campo contiguo, sin mostrar el recelo tan propio de la especie. Están tan cerca que a los adultos se les ve muy bien el precioso plumaje de la cabeza
Grullas en los prados de Bello. Foto de Rodrigo Pérez
El Lagunazo de Gallocanta ya ofrece algo de agua en la zona central del vaso aunque en su periferia todavía no ha llegado. Son sólo unos centímetros aunque el resto ya está empapado. Ausencia de aves acuáticas.
Pero ya se barrunta estrapalucio patero en los Ojos de Las Cuerlas. Hacia allá voy.
En el camino, muy cerca de los Ojos, un bando de unos trescientos pajareles (pardillos comunes) está sobre un labrado. Algo así como esta preciosa foto tomada de DJS Photography, pero sin nieve. El contraste entre el gris del extremo alar y el marrón vivo del resto del plumaje era muy destacable.
Entre ellos hay cardelinas y alguna chillandra. Inquietos levantan el vuelo al unísono creando uno o dos bandos que se mueven coordinados como si fuera una gigantesca ameba. Al poco recalan en el campo y vuelven a recorrer la tierra fresca picotando supongo que pequeñas semillas arvenses. ¿Son simientes de plantas silvestres del banco de semillas? ¿Son restos de las semillas sembradas? No sé. Pero sorprende la fijación del bando en ese concreto lugar.
Desde el observatorio de Las Cuerlas es donde el nivel del agua es mayor y también las concentraciones de aves acuáticas. La luz es muy buena. Tras los carrizos litorales descansan varios miles de patos finos (azulones) que se extienden hacia los Ojos. Hay también algún ciento de tarros blancos, recién llegados por lo que me cuentan. Y, a lo lejos, casi un millar de pequeñas cercetas comunes, tan pequeñicas, tan majas. Una mirada detallada, que casi no puedo dar, permite encontrar algún ánade friso, rabudo o cuchara. Pero poco abundantes.
Patos finos o azulones. Foto: Rodrigo Pérez
Por toda la cuenca, el parque de maquinaria agrícola al completo aprovecha el tempero para labrar, sembrar o pasar el cultivado según corresponda.
Vuelvo hacia Gallocanta y me detengo en el arroyo de Santed. Un pequeño caudal discurre por su cauce bajo el dosel de los sabimbres.
Si las lluvias siguen en su cabecera ….
….. continuará el régimen de llenado, la alegría de los agricultores y la llegada de aves acuáticas.
A ver si este invierno se nos llena un poco.
1 comentario:
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