Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

miércoles, 13 de junio de 2012

UN PEQUEÑO ARQUITECTO EN LOS OJOS DE MONREAL

Cuando uno empieza su andadura de campo, por afición, o incluso por profesión, es normal, a la hora de buscar clientes, dejarse llevar por el tamaño y la rareza de los mismos. Muchas veces, incluso nos olvidamos de lo pequeño y lo cercano, en definitiva, de lo nuestro.

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Carrizales y manantial al principio de primavera. Foto: Chabi de Jaime

Hace unos años, una mañana de primavera, andaba revisando las zonas de limo de la ribera del río junto a los Ojos de Monreal. Había visto huellas muy frescas de nutria y estaba buscando excrementos, o algún otro indicio, que me indicara el nivel de utilización de la zona. Me pareció oír algo de movimiento entre unas aneas y me quedé inmóvil junto al tronco de un cabecero para camuflarme mejor. Aunque allí no aparecía nadie, decidí esperar porque los años me han enseñado que una de las cualidades de cualquier naturalista debe ser la paciencia, darle su tiempo al campo. Los minutos iban pasando y la única compañía que tenía era un “pesado” de mito que no paraba de protestar sobre mi cabeza. Ante el enfado y la osadía de un ave tan pequeña, comencé a investigar y rápidamente descubrí los motivos de aquella conducta.

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El tronco del chopo estaba medio cubierto de hiedra y a él, aquél también le había parecido un buen sitio para camuflar su nido. La “bolsa” ya estaba casi completa y como él había llegado primero, le cedí el terreno pero con idea de volver.

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Mito. Foto: Rodrigo Pérez

Al día siguiente, que tenía la mañana algo más tranquila, me aposté a una distancia prudencial con el catalejo y estuve viendo cómo “avanzaba la obra”. Me impresionó la gran cantidad y frecuencia de los aportes, la variedad de materiales utilizados y el cuidado en los acabados, en fin, todo un profesional de la construcción.

Días más tarde, volví para conocer a los nuevos inquilinos y aquéllo era un desastre. La antigua bolsa con orificio de entrada, que yo había visto construir con tanta “profesionalidad”, se había convertido en un desvencijado cesto en el que cinco pollos, ya emplumados, no dejaban de meter bulla y pelearse.

¡Cosas de la vida!

Julio Sánchez

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