Verano de 1970, recién finalizado el 2º curso de Ciencias Geológicas en la Universidad de Granada.
Fue aquel, el curso en el que verdaderamente descubrimos la Geología, y la asignatura más destacable, con la que interpretábamos las rocas, su génesis, su edad, su historia, etc., fue: “Estratigrafía y Sedimentología”. Todos los sábados del curso salíamos al campo para hacer prácticas de cartografía y para reconocer sobre el terreno los registros en las rocas, de la teoría explicada en las aulas.
Así ese verano me las ingenié para recorrer la comarca, investigar los parajes naturales más renombrados del Jiloca y para ver si, al igual que en las tierras granadinas, existían en nuestra zona lugares con “encanto geológico” y en los que pudieran leerse partes de la historia terrestre.
La primera visita fue Arguilay. ¡Que sorpresa y que maravilla! Sobre las paredes verticales de las calizas terciarias, en torno a las surgencias de agua se estaban formando travertinos, travertinos actuales.
Los travertinos fósiles del Mioceno que frecuentemente habíamos visto en Granada, se estaban formando, en la actualidad, en Arguilay. Uno de los principios de la Geología, el principio del Actualismo que establece que, en cualquier tiempo, las mismas causas originan idénticos fenómenos y que la historia terrestre se interpreta a partir de los fenómenos actuales, se demostraba allí. Es una idea compleja, pero allí era simple y muy fácil de entender. Estaba muy claro.
A partir de ahí, Murero y sus trilobites, ammonites de Montalbán, los mamíferos de Teruel, fallas del Jiloca, laguna de Gallocanta, etc, etc. Tenemos una comarca, y una provincia, verdaderamente excepcionales, para el estudio de las ciencias geológicas.
David Navarro (Luco de Jiloca)
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