Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

miércoles, 19 de septiembre de 2012

CAMINO DE LOS CORPORALES DE DAROCA, 2012

Parecía ya que las vacaciones calamochinas iban a terminar este año interrumpiendo la costumbre iniciada sólo un año antes, de realizar una peregrinación a los Corporales de Daroca desde la iglesia parroquial de Calamocha. Todo se había puesto en contra, hasta mi fiel sobrino Chabi llevaba este año entre manos cosas más importantes que este modesto Camino.

Pero en la tarde del martes 21 de agosto, de repente, decidí hacer yo solo el Camino de los Corporales de Daroca, precisamente para las 7 de la mañana del día siguiente. Era el último de mi estancia veraniega en Calamocha. La hora vino marcada porque el año pasado llegamos a la meta muy mal por el tremendo calor del mediodía. Pero, a la hora de levantarme comprobé horrorizado que a las 7 era casi de noche … Al final volví a ponerme de camino a las 8 de la mañana, cuando entraban a trabajar en el Ayuntamiento de Calamocha los primeros empleados.

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La mañana de momento es fresquita, pero con paso ligero pronto me doy cuenta que volveré a pasar mucho calor en el viaje. Llevo lo justo, buen calzado, pantalones largos frescos, camisa de manga corta, gorra, bastón de olivera y una pequeña mochila con un almuerzo, botella de agua y unos planos que me deja mi hermano Chabier para no perderme a la salida de Báguena, como nos ocurrió el año pasado.

Rezo las oraciones de la mañana al pasar frente a la iglesia de Calamocha, y enfilo rápido por los Pardos y el Salobral hasta la ermita de la Virgen del Rosario. El camino deja en la Íñiga la riera para situarse por encima de la antigua vía del ferrocarril, justo entre la vega y el monte. En la zona de Entrambasaguas cuando confluye el Pancrudo en el Jiloca, la vereda vuelve a la sombra de los chopos y nogueras entre el rumor del Jiloca que baja bueno de agua este año de tanta sequía.

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Únicamente me encuentro algún paseante madrugador y un caracolero con su cosecha en bolsa de plástico. En hora y cuarto llego a Luco de Jiloca de donde proceden mis dos abuelas y, como voy solo, decido rezar un misterio del Rosario al llegar a cada pueblo. Así no se hace tan monótono el trayecto, ni tan aburrido el Rosario.

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En una hora más estoy en Burbáguena, donde acaban de comenzar las fiestas a juzgar por el cartel que lo anuncia y las banderitas que cuelgan. Un poco antes me como media docena de ciruejos negros que tomo de un campo junto al Camino. Están en su punto. Ya hay unos cuantos tertulianos en la fuente del Molino que hablan, cómo no, del calor que se espera. Sigo ligero pues en la próxima parada de Báguena tengo control de avituallamiento.

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El almuerzo del bar de Báguena

Son poco más de las once de la mañana y llevo tres horas andando. Después de pensarlo bien, decido dejar en la mochila el almuerzo casero y tomar uno potente en el bar. Sabia elección. Lo hago en el bar céntrico que hay junto a la Rambla Arguilay y frente al edificio del Ayuntamiento. El bar de toda la vida. Pienso en un bocadillo de jamón de la tierra, pero finalmente opto por ir a lo seguro. Le pido a la amable encargada un par de huevos fritos con algo de acompañamiento.

Es lo mismo que pedí el año pasado, y que luego maldije por su poderío calórico en la torridez del mediodía. Es igual, en estos momentos sólo pienso en el hambre que tengo.

A los aficionados a las guías gastronómicas tipo Michelín o Campsa, les vendría muy bien darse una vuelta por el bar de Báguena para que aprendieran de los restauradores clásicos de pueblo. Tomen nota: dos huevos fritos perfectamente hechos en sartén, dos tajadas de panceta de cerdo que atravesadas por la diagonal del plato forman una cruz que sobresale a ambos lados del plato, un pimiento de la huerta del Jiloca de casi idénticas dimensiones, dos tronchos de chorizo y un buen montón de patatas fritas. Pan del día de un horno decente.

Para beber, vino “Puerta Baja” de la cosecha del año de la Cooperativa de Daroca, fresco y bueno. Aunque debo confesar para escándalo de somelieres, que lo bauticé generosamente con gaseosa. Era cuestión de rebajar calorías, pues quedaba lo más duro del Camino. Todo ello por el modestísimo precio de seis euros, incluido el cortado final, por supuesto, y la amabilidad de la auténtica gente de pueblo.

La señora debió verme con hambre, y cuando voy a pagar me pregunta qué tal he comido. Le confieso que no he podido con las dos tajadas de tocino ni con uno de los dos chorizos, y que, previsoramente me he guardado con parte del pan para más adelante. Inmediatamente me ofrece papel de aluminio para guardarlo convenientemente. Lo dicho de la amabilidad y del trato familiar.

Teruel es vegetal, Zaragoza es mineral

En media hora despacho el almuerzo y me pongo de nuevo al Camino, justo en el lugar donde el año pasado nos perdimos y acabamos marchando por la antigua vía del tren. Hasta ahora hemos ido siguiendo los hitos y marcas de los caminos de la Vera Cruz y de la Ruta del Cid, es terreno que conocemos bien y que no nos ofrece dudas. La cosa cambia a partir de aquí. La noche anterior había repasado bien el itinerario con Chabier, que me deja dos mapas muy detallados. Según los mismos el camino discurre ahora en los límites entre la vega y el monte, pero más hacia este último, siguiendo las mismas balizas que marca el sendero GR-160.

Nada más salir de Báguena encuentro enseguida el camino correcto, no como el año pasado que nos tocó desandar un kilómetro largo. Hay algunas sombras amables de momento, pero a medida que asciende el Sol las sombras empiezan a desaparecer. Con envidia contemplo que se alejan los chopos de la riera. Se apaga pronto el ruido del agua del río.

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A partir de ahora la música es de cigarras.

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Recuerdo perfectamente donde nos perdimos el año pasado camino de San Martín, pero esta vez no me dejo seducir por el río al que me quiere llevar una senda, y sigo la ruta marcado en el mapa aunque se adentre en el monte en dirección aparentemente contraria a la de Daroca. Es una zona de minas de arcilla.

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Llego así a San Martín y, cuando todo parece controlado, me pierdo otra vez. ¿Se han dado cuenta que a los encargados de marcar estos itinerarios se les suele acabar la pintura justo en las encrucijadas más importantes? Maldigo su ahorro o su comodidad en el manejo de la brocha señalizadora.

De nuevo es el atractivo del río quien me hace terminar otra vez en la vieja vía, llena por completo de hierbas de más de un metro de altura. Manejo el bastón como Tarzán el machete en la jungla. Menos mal que Villafranca está muy cerca y allí retomo el camino correcto. Paso por el pueblo donde una lápida en una fuente recuerda que allí nació uno de los grandes médicos de la Edad Media española, Arnau de Vilanova, cuya patria se atribuyen también en Valencia y Cataluña. Firma el rótulo el Ateneo de Zaragoza, y yo veo allí la mano anónima del médico ateneísta zaragozano Fernando Solsona.

Queda el empujón final hasta Daroca. A lo lejos se ven sus torres y murallas, pero son muy mentirosas. Parecen estar cerca pero aún quedan lejos. Estamos en plena canícula agosteña del mediodía, todo es polvo, sudor y alguna escocedura. Para colmo el Camino se empeña en desviarse hacia el monte de Castejón de Tornos, o eso me parece a mí. Llego a poco más de un kilómetro de Valdeorna. Por fin doblo a la derecha y enfilo ya la Ciudad de los Corporales. Lo único que destaco son dos pequeños colmenares de obra o arnales que hay en esta misma rambla.

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En estos momentos reniego de los 27 kilómetros que teóricamente separan a Calamocha de Daroca por la carretera general. Ni uno menos de 30 estoy seguro de llevar sobre mis piernas. Invito desde aquí a algún grupo ciclista que haga este mismo trayecto para que nos saque de dudas. A ver si se anima la Peña de los Jesuses de Calamocha con sus bicicletas de montaña. Ya lo saben los Rodrigo y Nieto, los Pepes Lucas y Cerillas, así como Ramiro.

Portada de la novela "Juan Pedro el Dallador", de Ildefonso-Manuel Gil

Entro por fin en Daroca por la antigua estación de tren y sigo cruzando las huertas y el río Jiloca. De nuevo vuelve a mi memoria la novela de Ildefonso Manuel Gil “Juan Pedro el dallador”, ambientada en su Pinarillo darocense con su trasfondo antirracista. La Fuente de los Veinte Caños me permite tirar el resto del agua caliente de la botella que traigo, lavarme y refrescarme. Es estupenda esta agua, aunque un cartel se empeñe en no garantizar su salubridad. La gente afortunadamente no le hace caso. Ante mí para un coche de línea, baja el conductor y llena allí mismo su garrafa.

Entro por la Puerta Baja y enfilo la basílica de Santa María de los Corporales. Son las dos y cuarto del mediodía y está cerrada. Me detengo sobre todo en la Puerta del Perdón, donde el P. Faci narraba la milagrosa presencia de una pequeña colmenilla o enjambre de abejas que nunca molestaba a los peregrinos ni a los darocenses. No hay rastro de la misma.

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Viene mi hijo Pepe a recogerme desde Calamocha. Bendito San Cristóbal motorizado. Estoy tan cansado que no tengo ganas ni de fotos. Cuando vuelvo con el frescor del aire acondicionado del coche, repaso el mismo camino que hace un rato he hecho a la inversa. Recuerdo el frescor matutino de la riera de Luco, el Jardín del Edén, y lo comparo con la Fragua de Vulcano del secarral de Valdeorna. La evocación me lleva a mi infancia por estas mismas tierras maternas de Retascón, Daroca, Manchones y Murero. Aquellas caminatas bajo tórrido sol de agosto, andando, en carro o en burro, que tan inhóspita y mineral me hizo ver siempre las tierras de la provincia de Zaragoza.

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Las de Teruel, sin embargo, serán mucho más pobres, sí, pero parecen más benévolas y vegetales para el caminante.

Segorbe, 23 de agosto de 2012. II Año de mi personal Camino de los Corporales de Daroca

José María de Jaime Lorén

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Todo se andara. Seguramente ese almuerzo en Baguena, atraiga de cara al próximo años a muchos más peregrinos que las muchas iglesias de Daroca.

Anónimo dijo...

¡Olé, los huevos (fritos) de Báguena!