El pasado día 7 paseando por el pueblo y disfrutando de un día de vacaciones me encontré un ave muerta en el suelo en la calle Corona de Aragón, pegando ya a la calle Desvío.
Era rara, de vivos colores y de tamaño algo más grande que un estornino. Inmediatamente pensé en un pito real joven, pero no me cuadraba.
Tampoco era un abejaruco, y un ave de jaula estaba también descartado. Entonces recordé una especie que encajaba bastante bien: la oropéndola. Es un ave muy esquiva, apenas he visto algún ejemplar de lejos y mucho menos he podido fotografiarla.
La oropéndola (Oriolus oriolus) es una paseriforme propia de las regiones templadas del hemisferio norte. Su nombre científico proviene del latín aurum, “dorado”, como “ave de oro”. Y es que sus colores son muy llamativos y característicos, siendo un ave muy inteligente y escurridiza, de vuelos rápidos y cortos entre las ramas. Suele criar entre la vegetación de ribera en ramas bastante altas por lo que es muy difícil verla y pasa muy desapercibida. No así su canto, muy característico del estío en nuestras vegas y un tanto exótico: es el sonido veraniego de nuestras pequeñas selvas junto al río. Aquí puedes escucharlo, verás como te suena:
Este es el plano de su distribución:
La oropéndola inverna en los trópicos, para después emigrar a Europa y Oriente Medio donde pasa el verano y cría. El ejemplar que encontré era un individuo joven, posiblemente estaba en plena migración hacia el sur o a punto de iniciarla. Quizá le afectaron los primeros fríos del mes de septiembre, no se puede saber con certeza. El ave no tenía ninguna herida aparente.
Es época de migración, los abejarucos hace ya varios días que comenzaron su viaje. El norte se marcha al sur y el silencio del otoño va llegando poco a poco a todos los rincones. Comienza la migración de multitud de aves que nos acompañaron todo el verano.
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