Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

viernes, 13 de octubre de 2017

POR FIN ESE OTOÑO

Llevábamos varios años con la idea de escaparnos en otoño para captar el palpitar del bosque caducifolio que disfrutamos en verano en el pirineo Navarro. Son montañas amables, de altitud y relieves discretos, redondeadas y cubiertas por pastizales siempre verdes, un paisaje silvopastoral conformado durante siglos y siglos de usos ganaderos y forestales. Lo que venimos denominando un paisaje cultural, y es que la mano de los campesinos mantiene las características de estas montañas desde tiempos remotos: el mantenimiento de los pastos, el uso del fuego y la explotación forestal de los hayedos. Las labores agrícolas son casi inexistentes, quedando relegadas a pequeños huertos en las inmediaciones de los núcleos rurales.

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El destino elegido era Roncesvalles y el tiempo inmejorable para esta época del año en tierras tan norteñas. Temperaturas suaves durante el día, pleno sol y cielo azul daban paso a noches frescas de "aguada" y mañanas húmedas y brillantes.

Por los míticos collados no había rastro aún de los pasos migratorios emblemáticos de estas tierras: las grullas todavía no han movido en masa de las tierras del norte y las palomas torcaces parecen todavía lejos de estas tierras, donde muchas caerán y terminarán su viaje y su batir de alas en una de las tradiciones de caza más ancestrales (y a menudo controvertidas) que tienen lugar en estos valles.

IMG_7917Collado de Ibañeta, 1.057 metros de altitud. Puestos de caza tras el hayedo, ya hacia el sur y con la entrada al valle de Erro.

El tiempo cálido, seco y estable de esta primera parte del otoño también se nota en los bosques. Muchos hayedos han ido perdiendo la hoja sin virar a esos espectaculares colores que nos tienen acostumbrados. Pero hay entornos que no defraudan, es el caso de Sorogain.

Entre Viscarret y Espinal la carretera cruza el barranco de Sorogain (más abajo Sorabil) y una estrecha carretera se adentra por el valle en este entorno natural, cruzando uno de los hayedos más bonitos de Navarra.

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mapa 2

A lo largo del camino pequeñas praderas y pastizales invitan al descanso, junto a viejos merenderos de piedra. Cargamos pilas al sol sobre la manta de picnic hasta que este se esconde por detrás hayedo. Sin el sol la temperatura en el prado cae en picado, varios grados en pocos minutos. Las sombras ganan terreno en el estrecho valle. Nos dirigimos a las cimas, aún bien soleadas, con hora y pico de sol todavía por delante y donde vacas y ovejas lachas pastan libremente. Entre el pastizal salpican de color las quitameriendas, algunas de ellas poseen un largo tallo floral que las hace levantarse por encima de la hierba.

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Disfrutamos de las vistas despejadas del Pirineo Navarro, se ven cimas lejanas, ya francesas, en un horizonte verde y nítido. Por encima nos sobrevuelan varios milanos reales, curiosean a nuestro alrededor y exhiben su magistral vuelo, recortando su silueta en un cielo azul intenso, ni una nube. Acabamos de cruzar la frontera franco española pero todo es uno, si acaso algún cercado ganadero o alguna muga en el alto. Las fronteras invisibles son sin duda las mejores.

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En estas zonas más altas y expuestas algunas franjas de hayedo ya han perdido sus hojas sin fiesta de colores para los sentidos.

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A medida que el sol baja en el horizonte desdendemos por la estrecha carretera al centro del bosque. La luz libra las copas del arbolado. Los rayos de sol  inciden ya casi perpendiculares a los troncos de la masa boscosa, iluminan la corteza blanquecina y gris de las hayas e incluso llegan a la hojarasca del suelo.

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Junto al río comienza la magia de color. El arbolado más cercano al arroyo no falla. Sus hojas se iluminan, brillan como miles de luces sobre el agua oscura que discurre en silencio entre las rocas del lecho. Maravilla del otoño en estado puro, justo lo que buscábamos.

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Nos llevamos el otoño de vuelta. La segunda escapada otoñal de este año decía adiós y el día se despedía a lo grande.

Era la segunda escapada, si. La primera fue hace un par de semanas... en otro ambiente, mucho más cercano y conocido... continuará.

1 comentario:

Edward dijo...

Estos bosques son muy hermosos, debemos ayudar a cuidarlos para que perduren por siempre.




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Trabajo en una compañia de gas mexicana.