La cosecha del panizo se produce en el Jiloca entre noviembre y diciembre, según viene el tiempo y el secado del grano. Es un acontecimiento importante para la población de grullas que invernan en la cuenca de Gallocanta. Estas, al principio, aprovechan los rastrojos de cereal de secano y, a continuación, pasan a comer en los sembrados hasta que germina la simiente.
En los llanos que hay entre Villafranca y Calamocha se siembran muchas hectáreas de panizo. Esto afecta a los hábitos de buena parte de las grullas que conforme termina la recolección del maíz, bajan diariamente por Torralba y Caminreal hacia el Jiloca donde deambulan en los rastrojos hasta que, al caer la tarde retornan a su dormidero gallocantino.
El rastrojo de maíz antes era muy aprovechado por los ganaderos de ovino del valle. La competencia entre la grulla y la oveja por este recurso, creó incluso algún conflicto en pueblos como Villafranca o Monreal, ya que las ovejas no gustan de comer donde lo han hecho antes las zancudas.
Cada vez hay menos ganado en los pueblos y el rastrojo pierde valor como recurso. Cada vez se labran antes los rastrojos de panizo. Incluso, con frecuencia, se quema para facilitar su laboreo.
Para la grulla -o el ganado- es un alimento muy nutritivo pero de aprovechamiento más breve en el ciclo invernal.
Las grullas seleccionan primero aquellos rastrojos con abundante comida y que están situados en lugares poco transitados, donde no las molestan durante horas. En Calamocha, desde hace bastantes semanas, las oimos lejanas cuando bajan hacia los llanos de El Poyo del Cid, Fuentes Claras y Caminreal para dar buena cuenta de los mejores comederos.
Pero conforme avanza el invierno se agota lo bueno y queda lo regular. Estos últimos días se acercan más a Calamocha donde queda algún rastrojo por comer y sin labrar pero casi no hay tranquilidad por el continuo ajetreo humano.
Tras días de durísimo cierzo siberiano esta mañana de domingo ha amanecido con calma. Hoy tocaba quedarse en casa pues hay faena y el tiempo no acompañaba para salir al campo. Tan pronto ha levantado el sol, un nutrido bando de ruidosas grullas se ha instalado en la vega de El Codujón, frente al colegio y a mi casa.
- Con el alboroto que montan no durarán nada, he pensado.
Al poco ha comenzado a nevar con ganas.
Durante horas las calles han estado muertas. Y la nieve al caer no solo las ocultaba de la la vista sino que incluso amortiguaba sus vocingleros reclamos.
Otros rastrojos más expuestos eran peinados por bandos de palomas cimarronas y de grajillas, agrupadas estas últimas en las últimas semanas en nutridas e inquietas bandadas. Bandadas de pinzones y de pardillos recorrían los ribazos y linderos.
La nieve ha seguido cayendo a lo largo de la mañana.
Esta tranquilidad les ha permitido comer a sus anchas. Tan pronto han acabado con el grano se han pasado a un campo más cercano al pueblo. Mientras tanto ha dejado de nevar y las nubes han comenzado a abrirse entrando ya algún rayo de sol.
Muy cerca, era todo un espectáculo verlas rebuscar con su pico en el rastrojo volteando las hojas y afanándose en picotear. Algunas vigilaban en su entorno, otras alborotaban airadas haciendo amagos de picoteo. En el bando abundaban los jóvenes.
Aprovechaban las pocas horas de luz de estos días de febrero para conseguir el alimento que les proporcione la energía para sobrellevar las casi quince horas de oscuridad y el tiempo tan inclemente como el de anoche. Comían con prisa.
Mientras tanto, pequeños bandos que venían desde el sur, atraídos por sus voces y por la expectativa de comer, se agregaban a la bandada. Una retroalimentación positiva.
Un par de niños que jugaban con la nieve las han levantado hacia las tres de la tarde.
San Blas nos ha traído la mejor nevada del invierno y nos ha acercado al valle uno de los actos más espectaculares del Festival de las Grullas.
1 comentario:
Esta mañana (25.02.2012) han bajado todavía las grullas a comer los rastrojos medio labrados que hay en la vega de Calamocha.
Tal vez sean las últimas de esta primavera.
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