Como muy bien apuntó el profesor Paco Comín, la laguna de Gallocanta es el gran pluviómetro de esta parte de la cordillera Ibérica. Su naturaleza endorreica determina que el régimen de precipitaciones determina las variaciones de nivel y su extensión, los cuales han sufrido históricas y profundas variaciones en tiempos históricos. Sobre este tema hicimos eco del interesantísimo artículo “Evolución histórica de la laguna de Gallocanta. Un análisis documental” de Rogelio Galván que fue publicado en el nº 39 de Xiloca.
Los últimos años las lluvias no nos están dando muchas alegrías. La laguna de Gallocanta mantiene niveles muy bajos y es ya habitual encontrarla seca algunos meses casi todos los años. Tal vez esta situación haya sido más común de lo que nos pensamos aquellos que disfrutamos de la laguna colmada de agua como ocurrió en la década de 1970.
Este invierno también ha sido seco. Las lluvias de abril empaparon el cieno y se llegaron a formar charcos donde se concentraban los bandos de combatientes, chorlitejos, archibebes y correlimos que viajaban hacia sus áreas de cría en el norte de Europa. Estas precipitaciones ayudaron al desarrollo del cereal pero la sequedad de mayo, el mes clave en estas tierras, no lo puso fácil por lo que la cosecha ha sido mala. Las tormentas de junio ya llegaron tarde.
Y así entró julio, de nuevo seco. Tanto, que la laguna llegó a mostrar completamente su lecho. Entonces el viento era incluso capaz de levantar los cristales de sal depositados en el fondo del vaso produciendo unas tormentas de sal que Javier Mañas registró oportunamente con su cámara.
La erosión eólica es importante en Gallocanta. El profesor Javier Gracia ya explicaba la diferencia de profundidad entre el Lagunazo de Gallocanta y el Grande, con los Lagunazos de Tornos por la acción del cierzo que, retira partículas finas de la parte noroeste del vaso y las deposita en el sudeste, formando los pequeños montículos –a modo de micro dunas- que los céspedes halófilos colonizan formando unos extensos prados salinos donde Puccinellia pungens reúne su mayor población.
A finales de julio se produjeron nuevas tormentas. Fueron modestas en cuanto a las precipitaciones caídas pero lo suficientes para aportar algo de agua al fondo del vaso. Esta situación fue recogida por Miguel Ángel Lázaro desde un helicóptero en sus desplazamientos en las tareas anti incendios.
Como puede verse, el agua se acumuló entonces en la orilla de Berrueco quedando seco el resto.
Agosto ya sabemos cómo ha sido. Nuestro amigo Carlos Pérez comentaba las dificultades para establecer la estación de anillamiento para el paso postnupcial de paseriformes palustres en La Reguera de Las Cuerlas, al no ofrecer el carrizal condiciones para la sedimentación de los carriceros y carricerines.
A ver si este septiembre es de los que rompen los puentes … y no de los que secan las fuentes, que estas ya las tenemos pero que bien secas!
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