A finales de julio Carmen y yo estuvimos recorriendo la cabecera del río Pelarda. Como el verano venía escaso en lluvias, el cauce estaba prácticamente seco, salvo en algún punto de descarga del freático. Creciendo en las gravas, entre junqueras y herbazales, a la sombra de una densa línea de chopos cabeceros, descubrimos una planta que nos resultó desconocida.
Era una planta herbácea, con el aspecto de tener la raíz perenne. Levantaba casi un metro del suelo. Tenía los tallos erectos, algo ramificados, recubiertos de pelillos y de sección cuadrangular. Las hojas, alargadas (10 cm.), anchas (3 cm.) y sin con el limbo indiviso, carecían de peciolo y nacían en grupos de tres desde ciertos puntos regularmente repartidos por el tallo. Las flores se agrupaban en inflorescencias terminales, destacaban por sus corolas con cinco pétalos amarillos. Tenía el fruto en cápsula.
Recogimos un par de fotos y, a partir de ellas, nuestro amigo Gonzalo Mateo nos ayudó a determinarla. Se trataba de Lysimachia vulgaris, planta antaño incluida en la familia Primuláceas y actualmente en las Mysrinaceas.
Su área de distribución se extiende por Asia y Europa, aunque se ha introducido por Norteamérica. En Aragón es rara y tiene su presencia es dispersa, salvo en las montañas del Pirineo y de la cordillera Ibérica. En nuestras comarcas ha sido localizada en el cauce de un río en Herrera de los Navarros y en el Jiloca cerca de Monreal del Campo.
La de Olalla sería la tercera cita para este territorio.
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