El pasado puente de la Constitución y de la Inmaculada estuvimos en Granada.
Habíamos oído y leído mucho sobre las Alpujarras. No las conocíamos y les teníamos ganas. Y allí que os fuimos en nuestro primer día festivo.
Esta amplia comarca a caballo de las provincias de Granada y de Almería, ocupa la vertiente meridional de la Sierra Nevada, formidable alineación montañosa de dirección este-oeste y la vertiente septentrional de un conjunto de las sierras la Contraviesa y Gádor, situadas al sur de aquella y que cierran el paso hacia el inmediato mar Mediterráneo.
Es un territorio muy abrupto y muy elevado. Hacia el norte se levantan las grandes cumbres de Sierra Nevada: el Mulhacén y el Veleta, las cimas de la península Ibérica. Menos conocidos, una alineación de montes menores va perdiendo altura hacia el este, desde los tres mil hasta los mil setecientos, conformando un largo cordón, una columna vertebral, que realmente parece una pequeña cordillera.
Las aguas que se recogen en esta vertiente de Sierra Nevada resuelven en quince kilómetros más dos mil metros de desnivel. Una serie de profundos y estrechos valles dispuestos en paralelo -y con dirección norte sur- han sido abiertos por arroyos y riachuelos sobre tenaces rocas antes de juntarse en los ríos Guadalfeo, Alcolea y Andarax. La capacidad de carga de estos ríos debe ser espectacular a juzgar de la anchura y del tamaño de los bloques del cauce. Nosotros vimos el Guadalfeo en Órgiva, y nos impresionó.
El acceso a Las Alpujarras desde Granada pasa por Lanjarón, pueblo de manantiales, olivares y colmeneros ….
Los matorrales, cañares y huertos eran un bullir de currucas y zorzales. Como los humanos, los pájaros del centro y norte europeo recalan a invernar en estas cálidas tierras. En este caso, no solo es el seguro sol de invierno, es la abundancia de frutillos en los montes y campos.
Tras Órgiva tomamos el desvío que remonta hacia los pueblos del valle del río Poqueira. Pampaneira, Bubión y Capileira. Toponimia de resonancia gallega. Nos contaba un amigo que pudo deberse a la repoblación con gentes procedentes de Galicia y León durante el siglo XVI al quedar despobladas estas tierras tras la expulsión de los musulmanes después de que se levantaron contra Felipe II en la rebelión de Las Alpujarras, al forzar este monarca la uniformidad cultural y religiosa de esta comunidad.
Son pequeños pueblos de montaña. Las casas son muy regulares, tienen cubierta de tierra (el “solao”), blancas paredes y altivas chimeneas cuadradas. Son pueblos muy famosos y muy turísticos. Demasiado. Restaurantes y tiendas de recuerdos en cada planta baja cercana a la carretera. Sin embargo, cuando te pierdes por las calles laterales, aún se ven corrales con gallinas, porches con ropa tendida, huertos cultivados …
Las extensas laderas de estos montes, antaño completamente aprovechados, muestran las huellas del abandono. Se atisban los bancales de tierras de labor, con sus delimitados ribazos, en las zonas de menor pendiente.
En aquellas partes de mayor relieve, prosperan bosquetes de encina y de castaño, en estos días con un follaje completamente dorado. La primera es una especie natural de la zona que por aquí alcanza con facilidad los 1.500 metros de altitud. El segundo, por lo que nos cuentan, fue introducido por los colonos gallegos y leoneses.
Por encima de las tierras de labor se extienden los prados de altura. Es el dominio de la oveja, los puertos de verano. Donde se producen acúmulos de arcilla, se forman los borreguiles, los prados más apreciados. En las resaltes rocosos, encuentran su hábitat las plantas rupícolas, muchas de las cuales son endémicas o tienen un área de distribución restringida. Y es que Sierra Nevada tiene una de sus mayores singularidades en su flora alpina, acantonada en el extenso piso crioromediterráneo: la tundra penibética.
El paisaje del valle del Poqueira -y después en el de Trévelez- en no pocos aspectos, nos recordaba algunas zonas del Prepirineo del Sobrarbe y la Ribagorza.
Tuvimos suerte y nos alejamos pronto de la multitud que llegaba en oleadas de coches y autobuses.
Nos dirigimos a la Taha de Pitres, un conjunto de siete pequeñas aldeas situadas muy próximas entre sí y que ha sido declarado Bien de Interés Cultural por el excepcional estado de conservación de la arquitectura popular y del paisaje rural. No sabíamos nada antes y fue un acierto.
Nos acercamos a Ferreirola, la pequeña herrería. Un pueblo pequeño pero vivo.
Las casas estaban todas muy arregladas pero sin perder la armonía ni alejarse de los materiales y el estilo de la zona.
La iglesia y la fuente ….
con su lavadero organizaban el espacio entre el caserío.
Los huertos se internaban entre las casas mostrando la higuera sus hojas aún verdes ….
… ofreciendo sus orondos y anaranjados frutos el árbol del kaki …
… o mostrando la morera sus últimas hojas en este final de otoño….
… otoño más largo en estas tierras sureñas -a pesar de estar a más de mil metros de altitud- que en nuestra tierra de origen.
Los huertos cultivados mostraban los restos de las tomateras aún con tomates, elevadas sobre cables, varillas de hierro y postes de madera.
Se veían paisanos de las de toda la vida, sobre todo mayores. Pero también muchos nuevos pobladores, especialmente gentes procedentes del norte europeo. Había vida, mundo rural en los tiempos actuales como tan bien refleja esta imagen …
Una joven colgaba higos chumbos de una terraza…
Otro hombre más mayor -pero no jubilado- que parecía alemán, cercaba un bancal para guardar sus caballos….
Se anunciaba un constructor de guitarras españolas, otra empresa de fabricación de artículos para la danza (….¡Spanish Dancewear!) y aún un centro de técnicas de libración del estrés y la tensión por la técnica Alexander.
Pero aún así, se veían muchos huertos abandonados, bancales perdidos y olivas por el suelo.
Tomamos el viejo camino de Busquístar, la señalizada Ruta Medieval entre castaños y olivos…
Al poco dimos con la Fuente La Gaseosa.
Un ejemplo de lo que en Las Alpujarras se conoce como fuente agria. Es decir, manantiales de aguas tan silíceas y ferruginosas que tienen un sabor extraño, algo ácido. En este caso, además, las aguas tenían un elevado contenido en gases que aparecían como minúsculas burbujas. De ahí el nombre de la fuente.
Seguimos el sendero entre bancales de elevados muros levantados con trozos de cuarcita y de pizarra ….
… hasta llegar a La Era, empedrada y llana superficie donde en el pasado se recogería el grano de centeno y trigo y que desde 2003 se utiliza para celebrar un evento musical llamado “Música en las Montañas” que organiza la Alexander Music School.
Es un emplazamiento especial, algo mágico. Esta diminuta planicie está colgada sobre el cauce del río Trévelez y bajo un monumental castaño.
El sendero atraviesa un paraje en el que afloran rocas, pienso que metamórficas, pero tan ferruginosas y nodulares que parece lava….
Estas agrestes laderas han sido el dominio hasta hace bien poco de la cabra granadina. Los corrales aún se mantienen en buen estado y el estiércol de su entorno no está poblado por las plantas nitrófilas.
En estos montes prospera el herbazal y comienzan a recuperar terreno y altura las matas de carrasca….
Estos montes de peñascos salpicados con herbazales y matas son el hábitat de la collalba negra. Una pareja estuvo entreteniéndonos durante el paseo con sus continuos chasquidos y movimientos del saliente de pizarra a la cubierta de la corraliza, del palo seco de retama al borde del bancal. Este túrdido, que inverna en la península Ibérica, encuentra alimento en Las Alpujarras incluso en los meses del breve invierno.
Macho de collalba negra. Fuente: SIOC
El formidable choque de la placa de Alborán con la Ibérica que originó las cordilleras de la actual península ha quedado reflejado en los retorcidos pliegues que se formaron sobre aquellos sedimentos depositados en el mar de Tethys, hoy pizarras y cuarcitas.
Jaras, romeros, retamas, cornicabras, aulagas, tomillos …. tapizan estas descarnadas laderas. Estamos entre los pisos meso y supramediterráneo, como en el bajo Jiloca o en el río Martín, pero en otra provincia florística en donde abundan plantas completamente desconocidas para nosotros ….
Seguimos el sendero.
Enfrente, por la agreste ladera de umbría serpentea un sendero hasta los Baños de Pajuila. Impresiona este repecho que a diario recorrerían personas y ganados.
Y así, casi sin darnos cuenta, nos llegamos al molino. Pequeña fábrica hoy muy deteriorada. Encontramos un puente cerca del molino y nos sorprende porque no vemos el río, el Trévelez. De repente, a través de una estrecha angostura cubierta por la vegetación, lo vemos asomar a veinte metros bajo nuestros pies mientras se abre paso entre los peñascos.
Es uno de los rasgos más propios de esta comarca. El solar del último reino musulmán peninsular. El seguro refugio en donde se levantaron sus gentes con dignidad ante todo un emperador, cuando se les obligó a dejar de ser lo que eran, aún a riesgo de la muerte o de la esclavitud.
Saboreando la luz mediterránea de este caluroso día de otoño alpujarreño se tiene la sensación de haber entrado en otro país, en otro tiempo.
1 comentario:
Bonitas fotos, realmente dan ganas de pasearse por la zona en otoño, y ciertamente recuerda al prepirineo oscense. Igual que por allí, cada vez son más los ciudadanos de otras regiones e incluso países que buscan un modo de vida distinto, muchos de ellos artistas, músicos, etc. De momento esa tendencia no ha llegado a nuestras tierras, ojalá un día nos descubran
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