Paseo matutino a primeros de julio por las ramblas de Godos, en la solana de la sierra de Pelarda y Fonfría. En este pueblo aún quedan unos pocos ganados, tal vez menos que parejas de águilas calzadas, como diría Uge Fuertes. Las ovejas aprovechan los abundantes pastos y rastrojeras de estas tierras frescas, modelando la vegetación con su diente pero también cincelando el relieve con sus pezuñas.
Cerca de una paridera en activo, nos llamó la atención esta imagen.
Al fondo se intuye, un campo poblado de ababoles, tal vez un barbecho, y a su derecha una ribacera llena de espiguilla, gramínea nitrófila. A la derecha, una mata de escaramujo, con más desarrollo vertical que lateral, tal vez por el mordisqueo de la oveja durante sus idas y venidas hacia la próxima paridera por la orilla de la riera poblada de chopos cabeceros. En frente, dos pináculos de roca arcillosa, separados por una hendidura abierta por el trasiego de las ovejas, que han marcado sus huellas recientes incluso sobre la arcilla seca.
Es un paisaje de otro tiempo. Un paisaje propio de los tiempos en los que estas sierras mantenían grandes cabañas ganaderas. Hace tan solo un par de décadas. Muchos y medianos rebaños que andaban los montes, que lamían los ribazos, que controlaban a los espinos y los enebros, con ayuda de la cerilla del pastor. Ganados que reducían el avance del matorral, que favorecían a la fauna de ambientes abiertos (incluso esteparios) y limitaba a la propia del bosque y su orla espinosa, que dispersaban las plantas nitrófilas por el monte, que aminoraban el volumen de combustible y de incendio en la terminología de los gestores forestales. Pero que ….. suponía una intensa e inasumible erosión, fenómeno que hoy parecemos olvidar.
Sobre el microcerro de la izquierda, resistente, una mata de tomillo. Tal vez se trate de Thymus zygis. Con sus profundas raíces bombea la escasa agua que retienen estas arcillas, seguramente a varios decímetros de profundidad. Con las superficiales, mantiene el escaso suelo frenando el completo desmoronamiento del pináculo.
Impresionante la adaptación de estas pequeñas matas a estos ambientes imposibles. Pisoteo y ramoneo del ganado, efecto desecante del viento sobre unas raíces expuestas al aire, intensa insolación, escasez de agua en el suelo ….
Es un micro paisaje propio de otro tiempo. Que nos une a los paisajes ganaderos de Anatolia, en el Mediterráneo oriental o a las magrebíes, en el orilla sur de nuestro mar.
Y que tal vez debieran incluir los ingenieros que diseñan el Parque de las Arcillas de la ciudad de Teruel como testimonio del paisaje histórico de estas tierras.
1 comentario:
Un aire de poética melancolía añade un valor afectivo a esta descripción de un paisaje que nos habla con su suelo, su vegetación, su fauna ganadera que ya poco o nada pasa por allí. Anima esto a pasear de esa manera y observar de forma sosegada y atenta todo lo que podemos ver -depende de nosotros-, en cualquier rincón de este nuestro planeta todavía vivo.
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