Finales del Paleozoico, comienzos del Mesozoico, 300-200 m.a. atrás. Unos seres vivos empiezan a moverse por el fango que llena el fondo de lagunas y charcas temporales en busca de comida. Dada su dieta omnívora, todo es bueno para llevárselo a la boca: restos de plantas, gusanos y otros invertebrados del bentos, plancton…¡incluso individuos de la misma especie si las cosas se ponen serias!. Estos animales forman parte del gran grupo de los artrópodos, animales invertebrados dotados de apéndices articulados. Afinando su taxonomía, se trata de crustáceos branquiópodos, el mismo grupo al que pertenecen las populares pulgas de agua y anostráceos, como la Artemia salina. Y sus representantes actuales, auténticos fósiles vivientes, siguen revolviendo el fango para perpetuar su especie.
El confinamiento de los notostráceos y el de otros grupos de branquiópodos como los anostráceos a las lagunas temporales se debe a la presión ejercida por la actividad depredadora de los peces. Sólo las especies que resistieron la presión ejercida por la depredación del grupo dominante en el medio acuático, como las pulgas de agua, fueron capaces de desarrollarse en medios acuáticos de carácter permanente. El resto se arrinconaron en humedales efímeros, no aptos para la presencia de los peces.
Aprendamos algo más sobre su historia natural.
Los Triops forman parte de la familia Triopidae, dentro del orden de los notostráceos. Se caracterizan por la gran concha a modo de escudo que cubre la parte anterior del dorso y dos enormes colas caudales. Se diferencian dos géneros: Triops y Lepidurus. Morfológicamente se aprecia en Lepidurus una paleta supraanal en el punto donde comienzan las dos largas colas, mientras que en Triops no hay nada, como se ve en la primera fotografía.
La ecología es muy semejante: estamos ante especialistas de ambientes extremos y efímeros: las charcas, lagunazos y lagunas temporales de agua dulce. Aunque se alimentan por el fondo, necesitan subir con frecuencia a partes más altas y mejor oxigenadas para respirar, lo que limita la profundidad óptima de los humedales. Más de metro y medio ya empieza a ser demasiado para ellos.
Tras la inundación y posterior eclosión de los huevos de resistencia que han permanecido estoicamente en el reseco suelo las lluvias milagrosas, comienza una frenética carrera contrarreloj. Comer y reproducirse lo más rápido posible antes de que el balsete vuelva a secarse. La frugalidad de estos ambientes requiere un desarrollo muy rápido, motivo por el cual la reproducción más habitual es la sexual partenogenética, sin previa fecundación de los óvulos. El desarrollo de la larva es de tipo indirecto, sufriendo numerosas mudas (¡hasta cuarenta!) a lo largo de su corta vida. Los restos de cutículas diseminados por el agua dan fe de estos cambios.
Triops está representado por cuatro especies ibéricas, la más común T. cancriformis, siendo Lepidurus apus la única perteneciente al segundo de los géneros. Los Triops están más ampliamente distribuidos, pero Lepidurus apus es más escaso, limitando su presencia a las balsas de regiones semiáridas con abundante vegetación. En nuestro caso las fotografías están tomadas de ejemplares observados en la laguna de La Zaida una deliciosa tarde en compañía de Uge y Marta. Cercana a la más afamada laguna de Gallocanta, La Zaida lleva un peculiar régimen de inundación y cultivo en años alternos que se añade al clima semiárido de la comarca para asegurar la temporalidad necesaria para el desarrollo de estos animales.
Pero un año tan húmedo como el que llevamos es ideal para el desarrollo de estos singulares supervivientes de aspecto prehistórico. Así que Uge también los ha observado en lagunazos del término de Odón donde al parecer no se tenía constancia de su presencia. No será el último hallazgo, así que… ¡carpe anne!.
Rodrigo Pérez (textos y fotos)
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