El domingo pasado 18 de abril nos aproximamos a Torralba de los Frailes para conocer las Hoces del río Piedra y las aves que son propias de los roquedos, dentro de las actividades programadas en el Curso de Ornitología Práctica que organiza la asociación ADRI Jiloca-Gallocanta y la Fundación Antonio Gargallo en el marco de la Universidad de Verano de Teruel.
La mañana estaba fresca. Llovió el día anterior y buena parte de los días del mes de abril. El campo estaba empapado y los sembrados de cereal se veían algo retrasados para las fechas en que estábamos. El monte, incluso la loma caliza, cargada de agua y con abundantes charcos.
Nos dirigimos en los vehículos al fondo del cañón. Esperábamos encontrar un buen caudal en el Piedra y tener que vadear. No nos resultó posible sin tener que mojarnos hasta la cintura por lo que se cambió el plan. A crestear por los cantiles. Y es que parecen saturados los acuíferos kársticos y las aguas tienen dificultad para infiltrarse.
Nos dividimos en dos grupos.
Pancho Purroy hizo de profesor en el nuestro. Las cifras indicadas entre paréntesis corresponden a las estimas que él realizó a partir de las observaciones y los cantos registrados.
Comenzamos a remontar la ladera de la margen derecha para seguir el sentido del río. El rumor del agua embravecida dificultaba captar las voces y reclamos. A pesar de ello, en los escasos arbustos de los márgenes del río detectamos al carbonero común (2), petirrojo (3), curruca capirotada (2), ruiseñor común (recién llegado a estas comarcas), chochín (5) y agateador común (1).
Los rayos del sol de la mañana iluminaban el carrascal de la orilla izquierda. Entre las voces recias de los pinzones (4), se escuchaba el ruidoso gorjeo del mirlo común (4), algún verderón común (2), mito (1), arrendajo (1), herrerillo común (2), mosquitero papialbo (4) y curruca carrasqueña (2).
Escribano montesino. Foto: Rodrigo Pérez
Las crestas y paredes calizas están pobladas por densas sabinas negrales. Entre ellas, hay estratos de margas, rocas blandas pero capaces de retener el agua lo que favorece el desarrollo del rebollo, o en su defecto del guillomo. Este matorral abierto es el hábitat de los escribanos montesinos ((10), de la totovía (2), de los pardillos (45) y de la collalba rubia (7).
Los buitres leonados (33) aprovechaban las corrientes de aire caliente formadas con el primer calor de la mañana. Las chovas piquirrojas (44), bastante emparejadas, formaban remolinos audaces al tiempo que entraban y salían de las grietas y huecos del peñasco. Un águila calzada atravesó el cañón y sufrió el acoso de estos ágiles córvidos incluso tras refugiarse en una repisa.
Buitre leonado aterrizando. Foto: Rodrigo Pérez
Un par de cuervos cruzó el cañón. Tras el recodo nos llamó la atención los agudos y profundos chillidos del halcón peregrino. A media altura y sobre las turbulentas aguas del Piedra cazaban bandos mixtos de avión roquero (18) y de avión común (15). Un par de cernícalos vulgares, un bando de grajillas (6), dos roqueros solitarios, varias abubillas (4), estorninos negros (2), gorrión chillón (51), algún colirrojo tizón (3) y un grupo de vencejos reales (3) definían las aves de las peñas.
Roquero solitario: Foto: Rodrigo Pérez
Con vuelo tranquilo y señorial la pareja de alimoches recorría las paredes calizas revisándolas tras varios meses de abandono y después de su aventura invernal en tierras africanas. Las culebreras (2) sobrevolaban los páramos aún escasos en reptiles a estas horas y en ésta época del año.
Un par de perdices cruzó el cañón de una a otra ladera. Sabedoras de la presencia peligrosa del halcón, en lugar de atravesar de forma directa descendieron hasta casi el fondo para remontar con un formidable vuelo ascendente casi vertical. Toda una proeza.
Al crestear nos dimos con la primera colonia de buitre leonado. En los salientes del cantil vimos varios adultos solearse y en los huecos algunos adultos con sus pollos cubiertos de plumón. Más adelante y tras una curva del meandro encajado observamos muchos más en la pared que mantiene la mayor colonia de la zona.
En los secanos y páramos calcáreos contiguos había alondra común (2), bisbita campestre (2), cogujada montesina (5), jilguero (5) y abundantes pardillos.
El otro grupo, con David Bowery y Kees Woutersen como profesores, pudo ver el águila real (1) y un magnífico plano de la buitrera.
A la vuelta, encontramos un sapillo moteado junto al abejar de Torralba en pleno centro del día.
Un día soleado que nos permitió conocer a las aves de este rincón único del Campo de Daroca.
2 comentarios:
Impresionante el nivel del río Piedra en esa zona. Habrá que consultar datos de aforo porque posiblemente hará muchos años que no baja así, aunque el pasado año también fue bastante bueno (salida de invierno - primavera).
El roquero solitario es de mis aves favoritas, gracias por compartir fotos de este bello lugar.
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