Estos días un diario aragonés se publicita en la televisión con unas imágenes en las que el Paseo de la Independencia de Zaragoza es atravesado por un rebaño de ovejas. Una estampa navideña, al parecer. En cualquier caso exótica. Desde siempre la ciudad, por definición, tiene un profundo desdén por lo rural. Y en este caso, esta tendencia es inaudita.
Creo que todos vamos comprendiendo la crisis de la ganadería extensiva de ovino. Los ganaderos se jubilan, no hay relevo, cae la demanda en una sociedad con nuevos hábitos alimenticios, suben los precios del pienso, cierran los mataderos locales… Un sinfín de problemas.
Estos días se está recolectando el panizo en las huertas del Jiloca. Las máquinas entran en las piezas y cosechan el preciado grano, una vez que ha reducido su contenido en humedad tras el transcurso de un otoño seco.
Y, acto seguido, entran los ganados a los campos recién segados. Las ovejas pacen mañanas enteras buscando pinochas de maíz enteras o rotas entre las cañas cortadas y las hojas caídas y trituradas. A veces queda sobre el campo hasta un 15% del grano.
En la vega del Jiloca la agricultura y la ganadería siempre han tenido una importante complementariedad. Los restos de las cosechas (cebada, remolacha) y algunos cultivos propios (alfaz o pipirigallo) formaban buena parte de la dieta invernal del ganado cuando los montes ofrecen pocos recursos.
Las ovejas y los ganaderos forman parte del paisaje y de la cultura de esta tierra. Y también están amenazados.
1 comentario:
Si que tienen mucho espacio en esa granja, que bien que las cuidan.
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