El sodio es un biolemento secundario aunque imprescindible para todos los seres vivos ya que desempeña funciones importantes en el funcionamiento de los seres vivos. Algunas de las más conocidas son la participación en los procesos osmóticos, la transmisión del impulso nervioso o la absorción del agua en los pelos radicales de las plantas.
El contenido en sodio de las plantas terrestres es escaso sin embargo los animales herbívoros, y especialmente los ungulados, lo requieren y en cantidades apreciables. Los afloramientos de rocas sedimentarias con depósitos evaporíticos les resultan de gran interés. Los ganaderos conocen bien este requisito nutricional por lo que aportan sal común (cloruro sódico) a sus rebaños.
Rebaño tendido en paramera de Huesa del Común
En algunas épocas en las que la ganadería tuvo un papel estratégico, como ocurrió durante el medievo en los reinos peninsulares, los reyes controlaban el negocio de la sal en forma de monopolios regulando la concesión de las salinas litorales o del interior. Un ejemplo próximo son las salinas de Ojos Negros.
Antiguas salinas de Ojos Negros
En el paisaje ganadero que se extiende por nuestros montes podemos encontrar un discreto testimonio de esta importante actividad. Cerca de las parideras pueden verse unas losas planas, algo elevadas sobre el suelo, que parecen sencillos altares. Son los salegales.
Salegal en Torralba de los Frailes
En la superficie de estas piedras se distribuía sal triturada para que fuera lamida por las ovejas. Se hacía una vez a la semana administrando una dosis de un puñado de sal por cada diez ovejas. No se les proporcionaba a las que estaban preñadas. Como superstición, sólo se le ponía la sal en días de la semana que no tuvieran la letra R (lunes, jueves, sábado o domingo). En Cosa supimos que la sal se llevaba a los salegales en bolsas que estaban fabricadas con pieles de tajubo (tejón).
A los corderos y a las ovejas que no salían de la paridera se les ponían tormos de sal para que la lamieran.
En nuestra zona los ganaderos compraban la sal en grandes trozos, seguramente de las minas de Remolinos. Había pues que triturarla con un guijarro de contorno redondeado y eso se hacía en la moledera. Esta era una pequeña depresión donde se trituraban las piedras de sal. Se hallaba en algún rincón de la casa, en muchos casos en el quicio de la puerta principal. Una vez pulverizada se podía llevar al salegal para que la comieran las ovejas.
Moledera en Huesa del Común
La palabra moledera se usa también con sentido figurado refiriéndose a las personas que hablan sin parar y que ponen dolor de cabeza con sus conversaciones insustanciales.
1 comentario:
Interesante debió ser una costumbre de antiguas civilizaciones.
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