Tras tiempo de abandono, se está viviendo una época de notable aprecio y compromiso de las administraciones por la conservación y el mantenimiento de los edificios históricos, públicos o privados, que forman parte del patrimonio cultural de nuestros pueblos. Castillos, iglesias, palacios, ermitas, lavaderos o fuentes han conseguido recursos económicos en la última década para su restauración.
Ermita de San Juan en Cañada Vellida (Comunidad de Teruel)
En general, ha sido motivo de satisfacción popular, pues nadie duda de que estos edificios forman parte de la identidad cultural, del paisaje urbano y de la historia de una comunidad humana. ¡Qué tristeza ocasiona contemplar una iglesia en ruinas!
Estas construcciones humanas, además de su valor cultural e histórico, son capaces de mantener una comunidad biológica formada por especies propias de los roquedos. Plantas, líquenes, insectos, arácnidos, reptiles o aves que encuentran un hábitat apropiado para vivir, por la propia estructura del medio que les proporciona refugio y lugar de cría o por los recursos alimenticios que disponen.
Mochuelo común. Foto: Andalusian Guides
Los estudiosos de la aves saben muy bien que en cualquier iglesia o ermita de nuestras comarcas puede encontrar un buen número de especies. Lechuza común, mochuelo, chova piquirroja (graja, en Daroca), cernícalo vulgar, paloma bravía, vencejo común, colirrojo tizón, gorrión chillón, grajilla, estornino negro o avión común son habituales. Esta comunidad desempeña importantes funciones ecológicas en su entorno, algunas de las cuales (como el control de las poblaciones de roedores o de insectos) benefician claramente a las personas.
Pareja de cernícalos vulgares. Foto: Milan Oravec
Algunas especies, además, son escasas o están amenazadas (y amparadas por la legislación) en ocasiones, por la propia escasez de lugares apropiados para la nidificación en un territorio con un relieve poco escarpado, como es el caso de amplias zonas del Jiloca y el Campo de Daroca.
Por no hablar de la comunidad de murciélagos, interesantísimo grupo de mamíferos que están protegidos, que que también aprovechan las oportunidades que les ofrecen estos tranquilas construcciones.
Sin embargo, el valor natural de estos edificios no suele ser conocido o tenido en cuenta entre la sociedad.
Varios son los factores que determinan la comunidad biológica que sostiene uno de estos edificios. Localización, dimensiones, materiales y técnica de construcción, orientación ….. pero, sobre todo, abundancia de agujeros y resquicios. Algunos de ellos son producto del deterioro, pero otros son de carácter estructural. Es decir, forman parte de la propia factura de la obra. Es el caso de los mechinales.
Lienzo de la iglesia de Perales de Alfambra (Comunidad de Teruel)
Los historiadores del arte y los arquitectos denominan mechinal al vano situado en un muro cuando se levanta un edificio y que sirve para introducir horizontalmente los palos o vigas que se emplean para montar un andamio. Cuando concluye la construcción, se retiran estas piezas de madera y quedan unos huecos en sus paredes. Estos son los mechinales.
Ermita de la Virgen del Pilar en Monforte de Moyuela (Comarca de Jiloca)
Casi todos los edificios históricos presentan mechinales y no serían ellos mismos si desaparecieran.
En las obras de restauración de las iglesias o ermitas este aspecto no suele ser tenido en cuenta por los arquitectos. Los constructores suelen tapar los mechinales y lucir todo tipo de huecos. El Departamento de Medio Ambiente tampoco, salvo que esté expresamente reconocida la presencia de alguna especie rara o muy amenazada. Algo poco habitual.
Veamos algunos casos.
En la siguiente imagen puede contemplarse la ermita de la Virgen del Carrascal en Plenas (Campo de Belchite) antes de su restauración.
Plenas. Mis pueblos
y en la siguiente, cómo ha quedado tras los trabajos. Nótese la desaparición de los mechinales de la pared.
Foto: Turismo Campo de Belchite
Un ejemplo más cercano es el de la iglesia de San Juan de Bañón. Fíjese en los vanos que originalmente mantenía la torre y la fachada sobre la puerta.
Y el resultado tras las obras de restauración inaugurada en el año 2010.
Mantener los mechinales supone no desfigurar el edificio en su restauración y conservar una comunidad biológica cada vez más amenazada por los profundos cambios ambientales que se están produciendo en el medio rural. Y, no implica más gasto.
Un esclarecedor artículo sobre la conservación de la biodiversidad en la arquitectura sostenible puede consultarse pulsando en este enlace de la Asociación Sostenibilidad y Arquitectura.
Vencejos comunes y campanario de la iglesia de Calamocha. Foto: Rodrigo Pérez
Las acrobacias de la pareja de cernícalos, los carruseles de vencejos en la fresca de la mañana o el silencioso vuelo de la lechuza común forman parte de la vida del pueblo, como lo son el toque de campanas o las procesiones religiosas.
José Antonio Sánchez y Chabier de Jaime
2 comentarios:
En la restauracion del palomar de Cerveruela (banco de semillas)se dejaron agujeros para nidos de aves.
En el quercus 252 biene un artículo de restauracion de una iglesia en Santaella Córdoba ,donde se respetan y favorecen los huecos mechinales.un ejemplo a seguir,no como en Aragon.
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