En el núcleo de la rama Aragonesa de la cordillera Ibérica abundan las rocas procedentes de la acumulación de sedimentos durante la era Primaria o Paleozoico en plataformas continentales de mares más o menos abiertos. La mayor parte de estos materiales son terrígenos (arenas y arcillas) al consolidarse originaron areniscas y lutitas.
Al quedar recubiertos por otros estratos y producirse procesos de hundimiento por sobrepeso (subsidencia), las crecientes presiones y temperaturas aplicadas durante millones de años propiciaron el desarrollo de procesos de metamorfismo regional que transformaron estas rocas sedimentarias en cuarcitas y pizarras.
En la cuenca del Aguas Vivas, son comunes las cuarcitas pero también las areniscas paleozoicas, procedentes de aquellas que no llegaron a metamorfizarse. Estos materiales se muestran escasamente porosos.
En aquellos ambientes la circulación de fluidos acuosos a través de estas rocas producía la disolución de algunos de sus minerales, entre ellos de la abundante sílice (dióxido de silicio). Al insolubilizarse posteriormente, por enfriamiento de la disolución o por incremento de la presión, precipitaba en forma de cristales de cuarzo.
Si esta cristalización se producía en el seno de las grietas y fisuras originaba unos depósitos blanquecinos que contrastan con las areniscas oscuras encajantes.
En un bancal de Nogueras pudimos encontrar un magnífico caso de este tipo de sedimentación.
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