El éxodo rural, la mecanización y la escasa aptitud agrícola de muchas laderas han provocado el abandono de muchos campos en las zonas montañosas del sur de Aragón. Este fenómeno se viene produciendo desde mediados del siglo pasado.
Sobre estos terrenos se pone en marcha un proceso de sucesión ecológica que se inicia con la colonización por herbáceas, primero anuales y después vivaces, y por arbustos de diversa talla y cobertura que tienden a formar matorrales cerrados. En los primeros años tras el abandono de las parcelas, estos terrenos han sido dedicados al aprovechamiento de sus pastos, controlando el diente de la oveja y el fuego ganadero el desarrollo del matorral. En esta etapa en la que buena parte del suelo está desprotegido, el riesgo de erosión es importante en un marco climático como es el mediterráneo, con lluvias torrenciales esporádicas pero habituales.
Consciente de esta pérdida de recursos en los ecosistemas agrarios, algunos investigadores como el doctor Pedro Montserrat propusieron allá por los años 70 que se incentivara la siembra de leguminosas de secano (alfaz y pipirigallo) justo antes de realizar su abandono.
Estas herbáceas tienen diversos efectos beneficiosos para el suelo. Un sistema radicular muy profundo, capacidad de enriquecerlo en nitrógeno (por su asociación con bacterias nitrificantes) y una cierta cobertura durante varios años.
Además, los pastos que proporcionan son de gran calidad por ser muy nutritivos (elevada proporción de proteína asimilable) y, en el caso del pipirigallo, muy saludables.
En la parte alta de la cuenca del Cámaras, entre Bádenas y Santa Cruz de Nogueras, estamos encontrando numerosas parcelas sembradas hace varios años de alfaz o de pipirigallo (a veces mezclados) y sin indicios de haber sido segadas. Algunas de ellas puede que en el futuro sean abandonadas, otras tal vez se vuelvan a laborear y a sembrar de cereal.
Esta práctica sugerida por el Dr. Montserrat ha sido también puesta en práctica por algunas asociaciones de cazadores que, en los últimos años, han sembrado de pipirigallo pequeñas parcelas próximas al monte, sabedores del valor nutritivo de esta leguminosa también para la fauna silvestre.
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