El castaño es un árbol que vive sobre suelos frescos, húmedos y silíceos sobre climas templados y húmedos. En la península Ibérica crece desde los Montes Gallegos y la cordillera Cantábrica hasta Sierra Nevada pasando por el Sistema Central y Cataluña, dependiendo en las áreas más meridionales de enclaves umbrosos y frescos. Evita los territorios afectados por la continentalidad extrema.
En Aragón existen extensas sierras con sustrato apropiado para el castaño, especialmente en la cordillera Ibérica, desde el Moncayo hasta los Montes Universales. Sin embargo, la acusada oscilación térmica diaria y estacional, así como la sequedad ambiental de este territorio, limitan su presencia.
Por ello, el castaño no es árbol propio en Aragón. Pero hay alguna excepción.
Durante los trabajos de plantación de reforestación realizados por el Patrimonio Forestal a lo largo del siglo XX se emplearon mayoritariamente coníferas del género Pinus. Pinos carrascos, rodenos, albares (o royos) y negrales (o laricios) se plantaron por millones en la Ibérica. En algunas zonas se sembraban bellotas, de forma complementaria. Y, localmente los ingenieros ensayaron con otras especies foráneas con resultados dispares. Un famoso caso es el pinsapar de Orcajo, una curiosidad forestal en la sierra de Santa Cruz.
En algunas zonas probaron con el castaño. Conocemos la presencia de algunos ejemplares aislados en un angosto barranco de Luco de Jiloca donde crecen con dificultad sobre un suelo de pizarras. Pero es en Luesma, ya en la parte del Campo de Daroca que se introduce en la sierra de Herrera donde se puede hablar de un castañar.
Está situado a unos 940 m. de altitud, cerca de la carretera que une Fombuena y Luesma (Z-151) y del arroyo del Val (cuenca del Huerva). El castañar se encuentra inmerso en una plantación de pinos laricios de Austria que fue realizada hace unos cincuenta. Se trata de un terreno pizarroso muy afectado por la erosión años. Es pequeño pues tan solo son unas hectáreas. Los árboles tienen troncos cortos siendo sus cortezas todavía poco oscuras y resquebrajadas. A pesar de la sequedad de estos montes, los árboles muestran vitalidad aunque sus hojas no superan los 15 cm. de longitud, claro indicador de sus limitaciones hídricas. No se observan plántulas bajo los árboles.
Andaba recorriendo la partida de El Común de Luesma, cerca del arroyo del Val y aguas debajo de este singular castañar, cuando comencé a ver algunas hojas de castaño. Pensé al principio que las habían transportado las aguas. Miré un poco alrededor.
En el margen de un pequeño campo, sobre una ladera peñascosa, crecía un castaño solitario.
Este año había sido generoso en la producción de castaña (también fue año de bellota como podía verse en las carrascas próximas), como atestiguaban las abundantes cúpulas espinosas, los conocidos erizos.
La historia humana, una vez más, deja su impronta en el paisaje vegetal.
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