Los árboles trasmochos son el resultado de un sistema de uso del espacio rural aplicado por diversas culturas campesinas. Responden al intento de integrar la producción agrícola, ganadera y forestal en un mismo terreno. Este modelo propio de los sistemas extensivos tradicionales permitía optimizar la obtención de productos minimizando el aporte energético al sistema. En concreto, los árboles trasmochos compatibilizaban la permanencia de de importantes cabañas ganaderas y la producción de madera en un mismo espacio. La escamonda periódica para producir combustible, madera de obra o incluso forraje permitía el rebrote de las ramillas a una altura que resultaba inaccesible al diente del ganado, garantizándose la producción en el tiempo. En realidad, un trasmocho no es más que un tallar desarrollado sobre el tronco de un árbol. Este sistema ha permitido producir ejemplares longevos y de grandes dimensiones.
Cuando en Aragón se produce el avance cristiano, los reyes dotan a los territorios conquistados de un ordenamiento (fueros) que organiza el sistema social y productivo. En el caso del valle del Alfambra, los historiadores Ivo Aragón y Sergio Benítez demuestran la creación de dehesas fluviales dedicadas al pastoreo y, de muy probablemente, la puesta en práctica de sistemas de gestión de los árboles mediante escamonda. Es razonable pensar que las actuales masas de chopos cabeceros de la cordillera Ibérica son el resultado del manejo de los bosques ribereños originales en una primera fase y, siglos después, de la plantación de especies arbóreas autóctonas, en todo momento gestionadas mediante escamonda. Cambios realizados en las impenetrables selvas fluviales primigenias tan solo salpicadas por huecos debidos a la caída de los árboles y a los creados y mantenidos por los grandes herbívoros salvajes (bóvidos y cérvidos).
La regresión de la ganadería y el avance de la agricultura terminaría de modificar el paisaje llegando hasta nuestros días.
Así pues, las formaciones de chopos, sauces y fresnos trasmochos serían en amplias zonas dehesas dedicadas a la ganadería extensiva, fundamentalmente ovino, pero también de animales de labor. Estos agrosistemas estarían compuestos por un estrato arbóreo en el que los árboles no llegarían a conectar sus ramas permitiendo la entrada de luz (el chopo es una especie muy heliófila) a un estrato herbáceo formado por especies higrófilas alimentadas por la proximidad del freático. La permanente presencia del ganado limitaría el desarrollo del estrato arbustivo propio de la siguiente etapa de la sucesión lo que mantenía el sistema.
Todo ha cambiado con la intensificación agraria. Los cultivos integrados han entrado en decadencia en favor de la especialización. Eliminación de linderos, mecanización, selección de variedades muy productivas (y poco rústicas) …. han creado un paisaje de choperas clónicas, de producción de forraje y de cereal, cada uno en su sitio, a veces en comarcas diferentes. Los chopos trasmochos han quedado arrumbados en los márgenes, los que sobrevivieron a las campañas públicas dedicadas a su erradicación.
Al mismo tiempo, el número de pastores y de ovejas que pastan en las riberas se reduce a un ritmo rápido. El inestable sistema se ha quebrado. Las zarzas y gazpoteras (espino albar) comienzan a invadir los márgenes de los ríos cubriendo los pastos. En muchos lugares, los chopos cabeceros están completamente rodeados por el matorral espinoso. En ocasiones es tan denso y alto que no llega a distinguirse si se trata de árboles trasmochos o de bravíos. Ya no se ve la cabeza.
¿Cómo afecta este proceso natural al conjunto del ecosistema?
El avance de la sucesión ecológica por la menor presión ganadera es un proceso espontáneo y natural. Las especies propias de ambientes sombreados y de los matorrales densos se están viendo favorecidas. Las propias de los prados arbolados y de los ecotonos bosque-herbazal, están perjudicadas. Estas fortalezas espinosas benefician a muchas especies, incluso a las que encuentran su refugio en los huecos de los viejos chopos cabeceros que ahora son casi inexpugnables.
El ecosistema gana en naturalidad
¿Cómo afecta esta nueva situación a los chopos y sabimbres cabeceros?
Por un lado, los árboles, afectados ya por la falta de renovación de su ramaje y por la reducción en los caudales de los sistemas fluviales, se encuentran con una creciente competencia por el agua del subsuelo con los arbustos, que disponen de sistemas radiculares capaces de acceder a mayor profundidad.
Por otra, el desarrollo de estos espinares incrementa su riesgo de incendio.
Las zarzas y espinos tienen una mala consideración en el medio agrícola. Son un indicio de abandono y generan rechazo entre los paisanos, cada vez más mayores, cada vez más solos en su trabajo. Solución: el mechero. Al arder las zarzas lo hacen también los chopos cabeceros. El calor del fuego es muy dañino para el árbol. Si el tronco tiene huecos acaba prendiendo la madera muerta al disponer de tiro, como en una chimenea. Si además, los álamos trasmochos han perdido rentabilidad económica, el paisano consigue eliminar las zarzas y un árbol viejo, al que ya no aprecia. A veces, es reemplazado por chopos canadienses. Las más, por nada.
Afortunadamente para la conservación de los chopos cabeceros las quemas agrícolas están muy regulados.
Las riberas, campos y montes están sufriendo lentos pero implacables cambios por el desplome del mundo rural. La ciudad tiene sus propios problemas y es ajena lo que ocurre en los pueblos, tan solo se inquieta –fugazmente- con los titulares referidos a los grandes incendios forestales. Mientras tanto sigue entreteniada en la cultura de los centros comerciales, de los grandes eventos y del deporte de masas con los que se evade. La juventud, todavía más. La brecha entre la Naturaleza y la sociedad sigue abriéndose….
2 comentarios:
A pesar del calor, el último párrafo me ha dejado helado. Veremos qué pasa, mal pinta la cosa. Para qué engañarnos.
Ahora son todo bicis de montaña, motos, y todoterrenos, de andar algo pero poco, se conocen todos los caminos, por matar el tiempo,todo lo tienen trillao, cuando los pocos caminos que nosotros llegamos a conocer era por ir en ayuda de alguna tarea agrícola, y lo hicimos a remolque de un tractor.
A lo igual que muchos, en estas fechas, no distinguirían hoy a San Roque de San Cristobal, estamos a un paso, si no lo hemos dado ya de no distinguir una tomatera de una patatera, una oveja de una vaca.
Recuerdos
He llegado aquí porque un amigo compartió en Facebook esta entrada. Muchas gracias por todas las reflexiones ¡qué ciertas! Todo el mundo está al día del cambio de peinado de un futbolista famoso pero (casi) nadie sabe del devenir de los pueblos... ¡Y qué bonito lo de los caminos pateados en el día a día, con respeto y no con quad en mano a toda prisa!
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