Finales del mes de agosto. Aprovechamos unos días de vacaciones para marcharnos al Pirineo navarro, a disfrutar del tiempo fresco propio de estas zonas. Este es el primer artículo de una pequeña serie que iremos publicando poco a poco sobre este territorio.
Nos alojamos en Aurizberri-Espinal, en una casa rural con habitaciones destinadas principalmente a peregrinos, pues estamos a sólo unos pocos kilómetros de Roncesvalles, lo que viene a ser considerado el inicio del camino de Santiago español. La zona es conocida también por cautivar al escritor norteamericano Ernest Hemingway, quien días antes de su cita con las fiestas de San Fermín en Pamplona permanecía en estas tierras pescando y recorriendo sus paisajes.
Las predicciones meteorológicas que días atrás había consultado se cumplen y como era de esperar los vientos del norte mantienen las temperaturas a raya durante los últimos días del mes, con noches frescas entre los 6 y los 10 grados.
Durante el día el viento arrastra la humedad del cercano cantábrico, las masas de aire ascienden por los relieves más altos y forman densas nieblas en las cumbres y collados, suaves y de escasa altitud pese a tratarse de la cordillera Pirenaica.
Las nieblas ascienden por Ibañeta
El verano parece que ha sido bastante seco en la zona. Los pastizales no lucen el verde característico y tienen escaso desarrollo. El ganado comienza su lento caminar hacia los valles aunque en las laderas más frescas el pasto les retendrá más tiempo.
Paisaje camino del pico Orhy. con el límite del hayedo y el comienzo de los pastizales
En los bosques el otoño todavía no se manifiesta, pero en sus inmediaciones se observa intensa actividad, especialmente en los hayedos. Se ven pies apeados, apilados en campas o junto a las pistas forestales, desramados y dispuestos en largo listos para su carga y transporte: es la explotación forestal para leñas. Se observan zonas aclaradas, con enormes hayas rodeadas de denso sotobosque y abundante regeneración natural. Estos trabajos tienen que estar dirigidos, pienso que se tratará de algún monte ordenado en el cual figuran unos planes anuales de aprovechamientos en los que figura cuánta madera se corta y dónde. No en vano nos cuentan que el motor económico de la zona ha sido tradicionalmente la explotación forestal, por lo que los instrumentos de gestión vendrán ya de muy antiguo. Esto sería deseable para muchos de nuestros montes prácticamente carentes de gestión forestal, pienso.
En muchos pueblos las hayas aparecen troceadas y en montones, y los lugareños se afanan en rajar las rodajas cilindricas en 4 o 5 trozas, asegurando un tamaño adecuado para las estufas y hogares. La actividad es intensa y las campas de leña se extienden por doquier. Aparentemente no se observa otro tipo de madera, no en vano el hayedo ocupa la mayor parte de los bosques de la zona. Las leñeras se van llenando...
Al llegar la noche el olor inconfundible de la leña de haya quemada inunda suavemente las calles de estas poblaciones. La temperatura baja rápidamente y el humo de las primeras chimeneas, ese aroma inconfundiblemente norteño, es la única pista de que el pueblo sigue vivo. Por las calles ya no queda nadie, no se sale a tomar la fresca, no hay paseantes ni peregrinos. El verano se acaba en estas tierras y las gentes se preparan para el comienzo del otoño.
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