Concentrados en la observación de los animales o en la búsqueda de los hongos, las presencia de líquenes suele pasarnos desapercibida durante los paseos en el bosque. Sin embargo, son organismos extraordinariamente fascinantes cuando el naturalista se detiene en ellos, indaga en su modo de vida o en sus requerimientos ecológicos.
Realmente son hongos que han adoptado una forma de vida y nutrición en simbiosis con cianobacterias o con algas. Forman cuerpos vegetativos estables llamados talos con una estructura, funcionamiento y ecología completamente diferentes a los que tienen por separado las algas y los hongos que los constituyen.
Esta estrategia ha rendido muy buenos resultados llegando a colonizar muy diversos ambientes ecológicos y estar presentes en casi todos los biomas terrestres. Incluso en los más hostiles, como las zonas árticas o los desiertos cálidos.
Según su aspecto externo se agrupan los líquenes en tres tipos básicos. Los crustáceos, que viven adheridos al sustrato de forma que no se pueden separar sin destruirlos. Los foliáceos, que solo se adhieren parcialmente al sustrato. Y los fruticulosos, cuyo talo está formado por tiras alargadas y que se sujetan por un punto al sustrato.
En los montes de Bañón el rebollo y la carrasca son los árboles más comunes. En su mayoría se trata de tallares, masas aprovechadas desde hace siglos para producir leña mediante cortas a matarrasa que rebrotan de raíz produciendo numerosos rebrotes (rechizos) que serán los nuevos tallos. Son extensos los rebollares en Bañón, pero no hay masas maduras.
En la partida de El Plantío, cerca ya del barranco de El Valladar y casi en el límite del término de Rubielos de la Cérida, se visitó el pasado siete de enero un pequeño bosquete de rebollos salpicados con barbarijos (lantana) y enreligado con madreselva en los que abundaban los líquenes.
El terreno está formado por calizas y margas. Está a una altitud de 1.150 metros y tiene orientación umbría, favorable para mantener la humedad y el desarrollo del bosque. Se trataba de un o de los pocos rincones que se salvaron de la plantación de pino negral que se hizo hace cincuenta años.
Era un pequeño ambiente forestal de unos 30 metros cuadrados de superficie.
Aprovechando la gran oportunidad para identificar los seres vivos que ofrece el portal Biodiversidad Virtual a partir de fotografías georeferenciadas el pasado invierno me fui a visitarlo y a tomar alguna foto e intentar conocer si había una única especie de liquen o si, por el contrario, eran varias los líquenes presentes.
Y supuso una sorpresa la llegada las identificaciones, una tras otra.
Eran seis las especies presentes en un pequeño retazo de rebollar.
Sobre las finas ramas bajeras crecía Anaptychia ciliaris ….
una especie que crece sobre carrascales y robledales comúnmente en las montañas ibéricas.
En ramas más gruesas, casi a ras de suelo, colgaban los talos de Evernia prunastri ….
especie de amplia valencia ecológica también habitual en diversos bosques de las zonas menos secas peninsulares.
Adheridos a los troncos se instalaban los talos de Parmelia sulcata ….
especie cosmopolita que en Europa crece sobre diversas plantas leñosas desde el Ártico al Mediterráneo.
Otros líquenes fruticulosos eran Ramalina farinacea …
… y Ramalina fraxinea …
acompañados ambos por el folioso y anaranjado Xanthoria parietina.
Mientras que el el suelo crecía otro liquen folioso perteneciente al género Cladonia.
Siete especies –tal vez hayan más- en un pequeño reducto. La mayoría de ellas son de amplia valencia ecológica y que tienen una extensa distribución geográfica. No son endemismos o especies amenazadas.
Sin embargo, concentrar tal diversidad liquénica sí que está informando de la alta calidad del aire en estos montes de la sierra de Lidón.
José Antonio Sánchez y Chabier de Jaime
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