Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

jueves, 30 de enero de 2014

HUERTOS ABANDONADOS, JARDINES PERDIDOS

Los pueblos se despueblan. Especialmente los de las sierras. Las personas mayores, inexorablemente, se nos van. Los jóvenes, los pocos jóvenes que han crecido en estos pueblecicos, por otras razones, también.

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Estos cambios sociales se trasladan al urbanismo. En el otoño, incluso antes, tras las fiestas de agosto, se cierran las puertas de la mayoría de las casas con chapas de metal o tableros de madera. Casas que, en los últimos años, se han arreglado y preparado para ofrecer confort a los padres en sus últimos años y a los hijos que marcharon a la ciudad. Calles encementadas hasta la última costera que lleva al último pajar. Plazas con fuentes (algunas de gusto discutible) y parques infantiles, cuando ya no hay niños. Y teleclubs abiertos con alguna subvención pública que nos lo recuerda, cada vez que entramos, la lápida de piedra colocada estratégicamente por el político de turno que espera así su cosechica de votos …..

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Mi padre me decía que nunca los pueblos habían estado más cuidados que ahora. Ni más muertos, le respondía yo.

Y estos cambios también se trasladan a los campos de cultivo de su entorno. Especialmente, en los de regadío. Los pequeños hortales están abandonándose uno tras otro. Como también se olvidan los viejos frutales, los bancales, los palomares, los chopos cabeceros, las parideras … y otras manifestaciones de la actividad agraria tradicional que ya no son rentables.

Pero los hortales son algo especial para los mayores.

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Durante décadas han sido la fuente de hortalizas y frutas para la casa. Incluso cuando se marcharon los hijos a la ciudad. Son el lugar al que orgulloso llevaba el abuelo a sus pequeños nietos, ya nacidos en la urbe, para intentar enseñarles a distinguir la borraja de las coles. Han sido el lugar de esparcimiento personal donde emplear esas tardes eternas tras la jubilación, han sido el gimnasio recomendado por el médico (¡cuánto habrá ahorrado el SALUD en medicamentos en los abuelos con huerto!), el espacio de socialización con los vecinos comentando que los tomates no enveran o que las judieras no dan …. Es parte de su vida, de su obra.

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Ahora algunos jubilados son patateros. O golondrineros díría yo. Los hijos no les dejan quedarse en el pueblo durante el invierno. Vienen a finales de abril para plantar las patatas (cuando llegan las golondrinas) y se vuelven a la ciudad para el Pilar, tras recogerlas (cuando estas avecillas marchan a tierras africanas).

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El huerto es la niña de sus ojos. Es una muestra de que aún están vivos. Es uno de los últimos baluartes. Es un símbolo al que se aferran … a pesar de las riñas con la hija que le dice, cada año, que no compensa, que se caerá a la acequia, que lo deje ya ….

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Y también lo es para los pueblos. Recuerdo un paseo que di hace unos años por los huertos de Lituénigo, al pie del Moncayo, con el alcalde y con Enrique Arrechea. Me llamó la atención cómo llevaban la cuenta de los huertos que se habían abandonado en el último invierno.

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Eran los jardines perdidos. Eran banderas de humo … rotas, que dirían La Ronda y Labordeta.

2 comentarios:

Jesus Lechon dijo...

Al mediodía he bajado al huerto, son tan solo unos treinta metros cuadrados, pero hoy cenaremos borraja, y en breve acelgas, coles y el producto estrella, las habas. Luego el sofocante calor impedirá casi por completo cosecha alguna, judías si hay suerte y poco más.

No hay nada como la tierra. No sabría decir que le sienta mejor a uno, si el rato que se pasa en el huerto, o la borraja en el plato. No hay mejor medicina. Ya nada te duele, es, debe ser, casi como estar en el cielo.

El Abuelo Daniel planto hace años naranjos, le gano terreno al baldío, quería que a sus hijos y nietos no les faltase naranja alguna. Año tras año cuenta con tristeza como se quedan en el árbol, las de Mercadona están más cerca, mejor precio, no se cansa de escuchar “pero mira que eres tonto, no trabajes”. Este año le han robado las naranjas, las calabazas, el riego, todo… Toca volver a empezar dice. “Pero mira que eres tonto” le recuerdan sus hijos. “Vuelve al golf y deja el huerto”.

Ayer vino a verme, de él fue la idea de sacar aquí un huerto de la nada, hace años ya. Ante lo poco que hay se quedo maravillado se acerco un despistado y pregunto que le echábamos al huerto que no veía ni una hierba,…que herbicida era ese tan bueno, el lo quería, donde lo vendían. “Vete a fer la mar, te agachas y las quitas asi de simple, no plantes nada, vete al Mercadona y deja la tierra en paz”.

Pero todo esto de alabar la tierra nos pasa cada vez a menos gente…los huertos quedaran pardina

Recuerdos

Fer dijo...

Todo forma parte del proceso. Comenzamos con muretes de piedra y adobe, la hiedra y las flores para Todos los Santos. Durante los últimos 20 años sobraban muchos viejos somieres y se fueron al huerto de vallado, en la década del 2000 los espantapájaros eran CDs y dvds... y finalmente el abandono y la pena. Algún día volverán, volveremos a ellos. Saludos