Agosto en cualquier sierra del sur de Aragón.
Los jóvenes pajareles hace semanas que abandonaron sus nidos escondidos entre las espinas del escaramujo o las punzantes hojas del enebro. Con la fresca, se los ve aprendiendo a encontrar semillas sobre el suelo desnudo. Es un recurso abundante pero son también son numerosos los animales granívoros. Y, entre los más eficientes están las hormigas, duras competidoras.
Macho de pajarel común. Foto: Rodrigo Pérez
Van en pequeños bandos, de un sitio a otro, llenando con su canto el silencio de la paramera.
Sierra de El Pobo. Foto: Ángel Marco
El sol va subiendo y cada vez hay menos hambre. Pero comienza la sed. Las semillas están secas y hay que hidratarlas para realizar su digestión.
Hace semanas que no llueve.
Los puntos de agua son escasos pero son bien conocidos por sus padres.
En aquel arroyo que desciende desde la sierra, aquel que se encharca tras recibir el agua de la fuente, corre un regato de agua a la sombra de los viejos sauces. Desde las ramas, con un rápido movimiento, se deja caer el pequeño bando sobre el margen del arroyo.
Algo pasa. Unos palitos de esparto embadurnados de visque dispuestos sobre el barro se pegan entre las plumas corporales y alares. Nervioso el pajarillo se mueve más y se pega con otras varetas que no ve. Algunos compañeros extrañados levantan el vuelo. Otros no lo consiguen.
Desde la vieja masada un par de personas lo observan todo. Rápidos y discretos recogen sus pequeñas presas en saquillos y se ocultan de nuevo. Los jóvenes pajareles se ven entre las rejas de unas pequeñas jaulas ocultas en el fondo de una furgoneta. No entienden nada. Mañana amanecerán en algún pueblo del cinturón industrial de Valencia o de Barcelona. O en alguna red comercial bajo la marca “Pardillos de Teruel”.
Pajarel cautivo. Foto: M.S. Calle / J.E. Gómez
Perfectamente esta podría ser la historia que hay detrás de lo que encontramos aquel día de enero.
Un grupo de viejos sauces trasmochos que crecen junto a una fuente de abundante caudal. El agua, tras salir del abrevadero, forma un regato que se desparrama formando un aguazal. Juncos, adelfillas, cardos zaiqueros y otras plantas higrófilas componen un prado con el suelo saturado en agua.
En el hueco de un sauce asoman unas hierbas. Es algo raro.
No son hierbas. Son varetas de esparto. Las sacamos del escondite. Todas tienen la misma longitud y muchas los extremos quemados.
Las varetas aún están pegajosas y entre el pegamento quedaron retenidas las oscuras plumillas de los pajareles. Allí esperan hasta el próximo verano.
Enero en cualquier sierra del sur de Aragón ….
José Antonio Sánchez y Chabier de Jaime
4 comentarios:
Es lamentable. Y sé que es repetir por enésima vez, pero a los 4 que se consigue pillar debieran caerles el peso de la ley como una losa, con multas y penas ejemplares. Pero no sé si llegaré a ver eso algún día.
Hace 15 días hablaba con un agente medioambiental, le chivé un par de puestos para red de suelo que apestan a ilegal (porque los hay legales, ojo) y me contestó con la localización de otros 2 más, no pueden hacer nada, quizás, solo quizás si los pillara infraganti. Aquí (Valencia) a las autoridades les da igual o incluso lo apoyan (léase parany... escribí un par de entradas sobre el tema).
En fin, recibe un saludo y felicitaciones por tu blog, que sigo con interés.
Feliz año!
Hombre, eso de que no puede hacer nada...Por lo pronto puede indagar, vigilar, preguntar etc,etc.Lo extraño es que aun alguien utiliza la liga cuando en Aragon se dan cientos de permisos para los pajareros-silvestristas que utilizan redes de suelo. Ademas cuentan con todas las bendiciones legales.
Saludos.
Recuerda de vez en cuando como su padre llegaba roto de trabajar a casa y aun así, si era la temporada, se subía a la bicicleta con las jaulas, la merienda y una manta y desde las playas de Sagunto con dos o tres amigos más llegada la noche del viernes, se marchaban camino de Teruel, hacia Segorbe y Barracas.
En todos los pueblos, decía, era lo mismo, así que se conformaba todo un pelotón ciclista pedaleando por los caminos alejados de los guardas. Volvía a casa el domingo bien entrada la noche, unas veces con las jaulas llenas y otras con un par de pájaros que había salvado en los bolsillos y una multa. Siempre pillaban a uno u otro, o se dejaban pillar, para que quien llevaba el mejor botín, pasase inadvertido…
Recuerda que a él como niño siempre le dio pena y de hecho nadie siguió la tradición. Su padre, ya enfermo abrió las puertas y los soltó, hace años de todo esto ya, a mi me regalo un paixarel, un pardillo, un pajarel, nacido en cautividad aseguro, ya no cazaba ni en la puerta de casa, decía que estaba todo muy vigilado que las multas eran gordas y que no había pájaro alguno.
La primavera pasada me dio pena, aun sabiendo que moriría lo soltábamos, le abrimos la jaula y no tardo en salir, iba a morir de “viejo” y en libertad.
A la mañana siguiente estaba en la jaula, había vuelto a entrar.
Recuerdos
PD Ya no se ven aquellos abuelos que con la Mobylete, el perro ratonero valenciano y un par de jaulas como reclamo, marchaban cada mañana hacia la garrofera o los naranjos.Pero se ven otras cosas a juzgar por las fotos
Lorena Ortega Castellón 20 ENE 2014 - EL PAIS
La Comisión Europea ha dicho no al parany científico por no cumplir con las disposiciones de la directiva sobre aves y ha recordado al Gobierno valenciano que se trata de un método de captura “no selectivo” y “prohibido”. Europa ha acabado así con la intención de la Consejería de Medio Ambiente de sortear la legislación con la autorización de hasta 33 de estos puestos para la realización de un supuesto estudio científico sobre migraciones que, tal y como reconoció después el departamento de Isabel Bonig, no cuenta con el respaldo de los expertos en ornitología.
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