Empezaba el fin de semana. Nos íbamos a las tierras del Moncayo castellano. Lo comenté con un amigo soriano, buen conocedor de estas tierras y nos hizo alguna recomendación. A punto de salir de viaje llama para preguntarnos por dónde vamos y propone vernos para enseñarnos algo especial. Va cayendo la tarde mientras recorremos el Bajo Jiloca. Subimos La Bigornia con poca luz. Y, al poco, nos desviamos hacia Borobia. Ya es noche cerrada en un territorio desconocido. Nos encontramos con él en un claro del bosque y, tras los saludos correspondientes, damos un paseo corto. Con su linterna ilumina los árboles: viejos quejigos (rebollos, en el sur de Aragón) trasmochos salpicados de sabinas albares en una zona de pasto corto y seco. Son imponentes, preciosos. Nos prometemos visitarlos a la vuelta. Mientras tanto, un bando de grullas sobrevuela nuestras cabezas hacia el sur, tal vez duerman en Gallocanta en un par de horas. El cielo estrellado, el frío del páramo soriano y la voz de las grullas estimulan nuestra emoción. Había que ver este paraje.
Y así fue. El domingo de tardes, tras visitar Ágreda nos internamos hacia el sur. Al llegar a Borobia tomamos la pista que conduce hacia la laguna siguiendo un GR entre campos de cultivo siguiendo el recién nacido río Manubles, cuyo cauce mantenía agua cerca del pueblo para mostrarse sus cantos secos poco más adelante. La naturaleza caliza tenga algo que ver pues provoque la infiltración de las aguas hacia complejo endokárstico. Sobre el lecho, cantos de cuarcita, calizas y dolomías, las rocas de la cabecera de la cuenca.
El Manubles es un río de un trazado extraño pues nace en la vertiente castellana de la sierra del Tablado y en lugar de unirse al Duero por el río Araviana (al que casi toca), la fuerte pendiente hacia el vecino río Jalón han provocado su giro hacia el sureste por Ciria y Torrelapaja. Nos sorprendió la ausencia de arbustos o de junqueras en su ribera.
Cuatro kilómetros adelante, siguiendo río abajo y tras superar varias lomas, alcanzamos una planicie con una ligera depresión central. En el fondo, una densa masa de vegetación palustre (carrizo, anea y diversos juncos) ofrecían un tono dorado. El cultivo de cereal llegaba hasta el mismo vaso. Estábamos ante la laguna de Borobia. No llegamos a acercarnos a la orilla pero parecía seca.
Nos dio la impresión de tratarse de una laguna de origen kárstico formada por disolución de las calizas cubiertas por un manto de materiales detríticos sueltos de naturaleza silícea. Nos recordó mucho a la de Guialguerrero pero también tenía algo de la laguna de Bezas, en donde las sabinas albares legan casi a la orilla. Sin embargo, en este caso, se trata de una laguna de aguas salobres a diferencia de ambas y de marcado carácter estepario.
El panel indicaba su papel en la migración de las aves acuáticas. Es un hito en la migración de las grullas. Como las que oímos dos días antes. Es también zona de reposo y alimentación para el ánsar común, la cigüeña negra, diversos chorlitejos y archibebes y las garzas real e imperial. En ella cría el aguilucho lagunero, el azulón, la cigüeñuela, el zampullín chico y la focha común. No era una hora muy buena para pajarear y tampoco invertimos tiempo en prospectar la avifauna por lo que no vimos nada relevante.
Uno de los valores ecológicos más relevantes son las comunidades de plantas acuáticas que alberga esta laguna, junto con la vecina de Ciria (algo menor), que hacen de ellas importantes humedales en cuanto a su conservación. En concreto, las poblaciones de Littorella uniflora y de Elatine alsinastrum tienen interés por tratarse de especies amenazadas y con áreas de distribución restringidas y por estar aisladas unas de otras.
Izquierda, Litorella uniflora, (Banco de datos de Biodiversidad Comunidad Valenciana. Foto: L.M. Ferrero). Derecha, Elatine alsinastrum (Foto: Flora Catalana).
Tras la laguna, en un primer plano, se levantaban los montes de la sierra de Toranzo, con sus marojales y pinares albares de repoblación. Al fondo, como definió Antonio Machado, la barbacana de Castilla hacia Aragón: el Moncayo todavía sin nieve.
Allí mismo, nos asomamos a una de las joyas de la naturaleza soriana: el sabinar de Ciria y Borobia.
Desde la orilla del río Manubles se extiende un espacio natural declarado Lugar de Interés Comunitario (LIC) de 2.201 ha de superficie que se caracteriza por las formaciones de sabina albar tan propias de las tierras altas y continentalizadas con sustrato calcáreo de la cordillera Ibérica.
Los bosques abiertos son unas de las comunidades forestales más singulares de Europa y, por supuesto, de la península Ibérica a pesar de no gozar del reconocimiento que el público ofrece a otros bosques, como ocurre con los pinares de montaña o los de frondosas como los hayedos o robledales. Son bosques ganaderos, bosques donde la impronta de la cultura trashumante dejó su sello. Un dato. A finales del siglo XIX, Borobia mantenía una cabaña ganadera de 6.000 ovejas estantes y de 6.400 trashumantes que subían a los pastos del Moncayo en primavera-verano y bajaban al valle del Jalón en el otoño-invierno en un viaje que más que trashumancia sería una transtermitancia. Estos paisajes han sido cincelados por el diente de la oveja y la mano de las personas. Son, pues, históricos paisajes culturales.
Estos sabinares albares suponen casi el 60% de la superficie del LIC. Tienen valor cuantitativo pero también cualitativo pues albergan especies de arbustos y de plantas herbáceas más propias del valle del Ebro que de la meseta castellana. Estos montes reúnen otros valores naturales que les han hecho merecedores de su declaración, como son las poblaciones de murciélagos trogloditas, especialmente las de murciélago grande de herradura (Rhinolophus ferrum-equinum), que junto con las de Cueva de Ágreda son la más importantes de Castilla y León. Así mismo, son destacables las poblaciones de rapaces rupícolas que encuentran en los peñascos que sobresalen entre los páramos y sabinares, como son las de águila real, alimoche común y halcón peregrino.
Águila real. Foto: R. Pérez
Es evidente que falta mucho a la hora de establecer criterios para la declaración de lugares de interés ecológico en Europa. Una de las tareas pendientes es integrar a los invertebrados de los que se conoce muy poco. Los montes de Ciria cuenta con una importante población de robles centenarios que, muy probablemente, albergan una comunidad de insectos saproxílicos. Estos árboles ricos en huecos y otras estructuras similares ofrecen hábitat a mamíferos y aves que necesitan condiciones para el refugio y la reproducción. Es sorprendente no encontrar mención a esta dehesa de quejigos (Quercus faginea) trasmochos en la ficha resumen LIC 4170056 Sabinares de Ciria-Borobia.
Pero nosotros sí que queremos hacerlo en estas líneas. Volvimos hacia el pueblo. Y allí que nos fuimos tomando la carretera hacia Ciria y deteniéndonos entre La Mata y La Cantera. Los topónimos señalan la influencia cultural aragonesa (Umbriazo, Cuesta del Pairón, Peña Roya …). Ahí estaba la dehesa de rebollos, a pie de carretera.
En realidad se trataba de un bosque mixto: un sabinar albar con quejigos trasmochos.
Las primeras predominan en las zonas con menos suelo, en los altos donde afloran las calizas jurásicas y cretácicas, donde se produce el lavado de las arcillas de descalcificación. Estos suelos con escasez de arcilla limitan el desarrollo de las planifolias (robles) y son fácilmente colonizados por las austeras sabinas, mejor preparadas para sobrellevar la sequía estival.
Había algunas sabinas albares centenarias. Sin embargo, la mayor parte eran sabinas jóvenes. La disminución de la presión ganadera en estos montes por el retroceso de la cabaña ovina en las dos últimas décadas está favoreciendo a la citada conífera. Bien adaptada a ambientes soleados y suelos pobres está recuperando terrenos desarbolados y está haciéndose dominante en otras masas forestales, en especial en quejigales de la provincia de Soria.
En las suaves laderas de estas lomas y en el fondo de las vaguadas predominaban los quejigos, que también son conocidos también como rebollos en ciertas localidades sorianas. Muchos aún mostraban las hojas con los últimos tonos verdes pero virando a amarillos.
Los más ya presentaban las hojas secas. El quejigo es un roble marcescente. Es decir, tiende a mantener la hoja seca sobre las ramas durante la estación desfavorable cayendo poco a poco a lo largo del invierno. En Ciria, los suelos de La Mata comenzaban a alfombrarse por las hojas recién caídas, posiblemente en algún día de fuerte cierzo.
Entre la hojarasca aún se veían algunas bellotas caídas durante el mes de octubre. las pocas que han dejado los jabalíes, palomas, ratones y arrendajos.
Estos quejigos han sido manejados por el ser humano. No tenemos muchos datos. Posiblemente hayan ofrecido leña para los hogares y, tal vez, ramas para hacer carbón vegetal en el pasado. lo que sí que parece claro, es que se trataba de una dehesa en la que se aprovecharía las ramas bajeras para ramón, las bellotas en el suelo y los pastos bajo árbol y en zonas abiertas. Las cicatrices de desmoche eran evidentes. Ahora bien, estos árboles no habrán sido podados desde hace más de cuarenta años.
Son ejemplares de troncos comprendidos entre los 40 y los 80 cm de diámetro normal (DAP). Como buenos trasmochos presentan una cabeza o toza, más o menos compleja, según el manejo del árbol y otras particularidades.
Y huecos, tanto en la cabeza como en el tronco. Incluso unas voluminosas protuberancias.
Las costillas de las cortezas se entrelazaban formando un singular trenzado ….
… una figura artística.
Carmen, desde el coche, vio cruzar el camino a un grupo de ciervos. Yo por mi parte, vi zorzales. Buenos bandos de zorzales. Sobre todo zorzales reales, en plena invernada, aprovechando las gálbulas de las sabinas. Ruidosos, llenaban de ásperos reclamos el silencio de la dehesa.
Zorzal real (izquierda) y zorzal alirrojo (derecha). Foto: J. Beneito
Pero también había, aunque menos, zorzales charlos y comunes, así como mirlos.
Los robles trasmochos necesitan mantener el turno de poda para que el árbol funcione bien. Tras el desmoche, conocido en alguno pueblos sorianos como escimo, el árbol recupera la juventud. Las ramas tienen espacio y luz, creciendo con brío. cuando comienzan a sombrearse unas a otras y la relación entre tejidos fotosintéticos/tejidos no productivos comienza a declinar, cada rama, que funciona como un ejemplar en sí mismo, frena el crecimiento apical. Pasa directamente a la fase de senilidad sin atravesar la correspondiente de madurez. Es un lento declive que puede durar décadas. Así se encontraban las ramas de los robles trasmochos de Ciria.
Si no se interviene, en el plazo de unas décadas, tal vez varias, acabarán muriendo. Vimos ya algún caso, pero pocos. Los robles se encuentran con un nuevo problema. Durante décadas, el ser humano, mediante el diente de la oveja, ha sujetado el crecimiento de las sabinas, lo que indirectamente les ha favorecido. La menor presión ganadera está favoreciendo el desarrollo de sabinas y enebros, además de aliagas y de otras matas. Se gana en naturalidad, se pierde en posibilidades de supervivencia de este interesantísimo agrosistema.
Unos pocos pies de quejigo han sido desmochados dejando una o dos ramas, casi siempre una vertical (el “pendón”), con la intención de que funcionen como tirasavias y de mantener así la cabeza o las ramas principales (aquí conocidas como brazas), en su caso, con capacidad de rebrote para asegurar la respuesta a la drástica poda. Ahora bien, conviene recordar que lo tradicional y aconsejable es dejar como tirasavias ramas de disposición horizontal, de escaso vigor y situadas en los extremos de las grandes ramas.
Es importante reinstaurar el sistema de desmoche en estos robledales. Es necesario dar con la técnica que permita rejuvenecer a los árboles pero que reduzca al mínimo las bajas tras el desmoche. Los investigadores ingleses proponen intervenciones conservadoras, reduciendo la copa por fases, dejando ramillas jóvenes sobre la cabeza. El roble soporta el desmoche peor que el chopo, es necesario ir con más cautela. Pero algo hay que hacer.
Caía la tarde. Seguí caminando hasta dar con unos campos.
La dehesa se extendía más allá, hacia La Muela.
Perdíamos la luz y la posibilidad de internarnos hacia los cortados del Umbriazo y su caída hacia la ribera del río Manubles. Para otra vez.
Esta excursión ha sido todo un hallazgo. Conocíamos la dehesas de marojo (melojo) del la Demanda y de Los Juarros en Burgos y de la comarca de Soria. Conocíamos las dehesas de rebollo (quejigo) del alto Tajo de reducidas dimensiones. La Dehesa de Ciria nos ha sorprendido por su extensión (que puede superar las 200 ha), por el número de ejemplares (que puede superar el millar), por la buena salud de los árboles y por su combinación con la sabina albar, un rasgo original. Y tiene una gran ventaja: estar incluido en la Red Natura 2000.
Tomamos la carretera dirección Ciria. Entramos en el pueblo. Poca gente. Jubilados. Algún agricultor recogiendo la maquinaria. El río Manubles seco. Al salir, los últimos rayos de sol enfocaron hacia el castillo roquero que nos ofreció sus mejores colores a modo de despedida.
Y sonó el agudo graznido de una chova piquirroja. Y me recordó a Félix. Y a la rocosa cárcava castellana. Y a aquellos documentales que nos marcaron nuestra infancia. Nuestra patria.
5 comentarios:
Un bonito y completo relato naturalista para un buen blog, Chabier.
Hace unos años visité por primera vez esta zona de Ciria y de las lagunas de Borobia, por recomendación de Daniel Gómez del IPE de Jaca. Me has hecho revivir aquel día de sorpresa, de novedad.
Un abrazo fuerte,
Edu Viñuales.
Hola Chabier,
Como siempre una entrada en vuestro blog muy interesante. En una finca en Valconchán tenemos un Rebollo(pyrenaica)bastante singular, además es una zona en la que no conozco uno igual, no sé qué años tendrá pero tiene un tronco que no puede abarcar y ha sido podado con anterioridad.
Hace un mes estuvimos en Vilviestre de los Nabos, pegado al Duero y cerca de Vinuesa, hay una bonita dehesa con unos robles impresionantes. Aparentemente son híbridos de faginea y pyrenaica por si algún día pasáis por allí. Un saludo y enhorabuena de nuevo
Hola Josi. Si tomas alguna foto y redactas unas líneas con su situación y características del árbol de Valconchán publicamos un artículo en NX. Si además consigues datos de sus usos tradicional o su historia ... ¡sería genial!
Hola Chabier!!Soy David, del CRIET!!
Menuda sorpresa!! Así que has andado por mi pueblo!! Precioso reportaje! Sin duda el sabinar de la Mata es una zona preciosa, llena de belleza y encanto, al pie del Moncayo que domina la estampa al fondo. Además, lejos de lugares masificados, con un cielo limpio idea para las noches de verano!! Y las lagunas de Borobia y Ciria también son parajes muy interesantes, y sí, en los últimos años es fácil ver a grullas, mi padre a llegado a ver más de 200...
Un saludo!
David
¡¡¡Hola David!!!
¡En qué sitio tan bonito te has criado! No me extraña que te guste tanto el monte. Nosotros disfrutamos muchísimo en aquel paseo. fue un gran descubrimiento.
¡Un abrazo!
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