También en solitario realizo el que, para mí, es el paseo más bonito de toda la comarca, el que va bordeando siempre el río Jiloca desde Calamocha a Daroca. El día anterior había estado ya en esta ciudad con mi esposa, en el concierto de Santo Domingo en la Semana de Música Antigua de Daroca y cenando luego en los Cien Balcones. Daroca está estos días preciosa, casas rehabilitadas, calles limpias y con gente, en fin, que son un éxito estos conciertos.
Salgo esta vez temprano. Las 7 y media de la mañana. La lluvia de la tarde anterior ha hecho refrescar mucho el ambiente y me pongo una camisa de manga larga encima de una camiseta de algodón, pantalón largo fresco y zapatillas de deporte. Con un palo para apoyarme y una bolsa para el almuerzo y el agua, es todo lo que llevo en mis excursiones calamochinas.
Enfilo por La Serrana y me encuentro a varios caracoleros de paso que andan a lo suyo, se quejan de que los caracoles no salen al camino como es lo habitual. ¡Miau!, pasado el Tormo que es hasta donde llegan en sus paseos, el camino aparece alfombrado de estos moluscos gasterópodos. Los dejo en paz y sigo a lo mío. Voy a buen paso pensando en mis cosas, y decido rezar el Rosario. Por la señal, etc.
Un poco antes de El Salobral me pasa un tractorista que se detiene para preguntarme si hay cerca algún puente que le permita pasar al otro lado del río. Como no lo hay hasta la Virgen del Rosario, le digo que casi vale la pena que de la vuelta, como así hace. Es forastero.
A partir de Entrambasaguas el camino no se separa del río. Es sin duda la parte más bonita del paseo. Así hasta Burbáguena. Paso el molino y enfilo ya Báguena. Llevo almuerzo, pero pienso que me estoy ganando un par de huevos fritos en el bar de esta localidad, tal como hacía otros años. Así lo hago. El bar está bastante lleno con muchas personas tomando el café de mitad de la mañana. Pido dos huevos fritos con una tajada de papada, vino y gaseosa. Me traen al poco rato los huevos pedidos, pero con dos buenas magras fritas, cuatro piezas de conserva, dos pimientos y patatas fritas hasta salirse del plato. Si me zampo todo eso, medito, luego no habrá quien haga el resto del camino. Me como los huevos, una magra, una pieza de costilla de cerdo, los pimientos y las patatas, que ya está bien, el resto me lo llevo envuelto en papel de aluminio. Con un cortado, pago al final 7’20 euros. No está mal el almuerzo, media hora justa para reponer fuerzas.
Algo pesado de cuerpo, con el sol que empieza a calentar, salgo disparado pasando frente al convento de San Valentín. En Báguena sigue el cartel que ofrece “Vivienda-chollo”. Ya lleva allí varios años, luego no será tan chollo como se anuncia. También sigue en la localidad la escultura que recuerda la anécdota de “la mielga de la torre de Báguena”, y han colocado de forma decorativa una aventadora, una segadora y otros aperos agrícolas del pasado en diversos rincones de la villa. Buena idea.
No lo he dicho aun, pero la vega está toda sembrada de maíz. Por todos los sitios. Paso por San Martín del Río y su Museo del Vino, por Villanueva de Jiloca que sigue reivindicando que allí están los orígenes del gran médico bajomedieval Arnau de Vilanova, cuya naturalidad reclaman también en Valencia y, cómo no, Cataluña. Esta vez no dudo y sigo sin perderme el camino de Daroca, no como otras veces. Es la etapa final del paseo que siempre se me hace la más pesada. Este año la supero mejor que otros y llego a la ciudad de los Corporales a la 1 en punto de la tarde, después de cinco horas de andar y media del almuerzo.
Allí mismo en la Puerta Baja espero la llegada de mi hijo Pablo con el coche para volver a Calamocha. Si otros años por la tarde no estaba para nada, este año me encuentro muy bien después de la andada. ¿Estaré mejorando mi condición física a estas alturas? Creo que es el sexto o séptimo Paseo de los Corporales que hago de forma consecutiva. Me sigue pareciendo el más bonito de todos.
José Mª de Jaime Lorén
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