En los pueblos del fondo del valle del Jiloca nos encanta hablar del río. Los agricultores sobre la disponibilidad de agua, los pescadores sobre el estado de la fauna piscícola y todos, en general, sobre su abundancia o su limpieza. Sin hablar de los poetas locales, que no faltan en nuestros pueblos, quienes siempre han loado sus cristalinas aguas y la paz de su ribera. Sus crecidas tienen un poder magnético y son capaces de atraer hasta a los más refractarios.
Es por ello que me ha sorprendido el desconocimiento que tienen quiénes se interesan por la salud ambiental del río Jiloca que, en principio no son pocos, del Estudio medioambiental del río Jiloca que realizaron Moraia Grau y José Manuel González y que fue publicado en las páginas del nº 35 de la revista Xiloca.
Estos investigadores realizaron un estudio de los ríos Jiloca (desde Cella hasta San Martín) y Pancrudo durante el año 2005 caracterizando los rasgos hidromorfológicos y ecológicos a partir de varios índices de calidad ecológica, de calidad de vegetación de ribera, de calidad fluvial y de rasgos hidromorfológicos. El diagnóstico es demoledor: el estado del río Jiloca es muy malo en su cabecera y malo en el resto, mientras que el Pancrudo se conforma con una calificación de mediocre. Clarito, clarito…. es el informe.
Las causas son muy variadas.
La naturaleza abierta del valle, su fondo plano y la escasa pendiente han favorecido la modificación del sinuoso trazado original mediante rectificaciones y la apertura de grandes acequias rectilíneas. Estas obras parecen ser de edad histórica y consiguieron ganar, en distintas fases, tierras a los prados sitos en el fondo del valle.
El bosque de ribera está en su mínima expresión. La presión agrícola, también temprana, los hizo desaparecer al extenderse los cultivos hasta el propio cauce. Son escasos los bosquetes bien conservados. Las fotos aéreas muestran la escasa cobertura arbórea de las riberas. En el Jiloca tiene una anchura media comprendida entre 3,1 y 4,6 metros, mientras que en el Pancrudo este parámetro asciende a 8,5 m. Mientras que la continuidad arbórea también es muy baja en el Jiloca (14-31%) y notablemente mejor en el Pancrudo (42-55%). Nada que ver con lo que pudo ser en su origen los bosques primigenios propios de las amplias llanuras de inundación.
Los indicadores de calidad fluvial resaltan buenos valores en cuanto a la cobertura de la vegetación acuática y al sombreado del cauce, pero indican la escasez de rápidos, la falta de raíces expuestas de árboles y de material leñoso.
Los indicadores hidromorfológicos insisten en el mal estado ecológico del Alto Jiloca y en el estado malo del resto de los tramos. En el Pancrudo aspectos positivos son el notable volumen de caudal sólidos (sedimentos) por la escasez de presas y la naturalidad y diversidad de las especies arbóreas aunque se perciben parámetros negativos como la alterada sección transversal del cauce mediante constricción y dragados, la escasez de caudal (por detracción para riego) y la estrechura de la ribera por presión agrícola.
En ambos ríos, pero especialmente en el Jiloca, se aprecian los efectos de la contaminación difusa de nitrógeno por el empleo de fertilizantes (especialmente en el cultivo de maíz) y de purines. Hay que tener en cuenta la elevada cabaña porcina de algunos municipios y que el aporte de nitrógeno de un cerdo equivale al de tres personas.
Las detracciones de caudal para el regadío incrementan los procesos de eutrofización al reducir la capacidad de dilución de los contaminantes y por aumentar la temperatura del agua de forma indirecta (menor capacidad de regulación térmica). Es decir, unas aguas menos oxigenadas.
La morfología homogénea con una alta presencia de tablas y una escasez de rápidos, dificulta todavía más la aireación –y consecuentemente la oxigenación- de las aguas. Los dragados y enderezamientos aceleran la velocidad del agua, su efecto erosivo y la turbidez. A esto se le añade la escasez de refugios, se comprende la pobreza en hábitats del río.
El análisis de la comunidad de macroinvertebrados acuáticos ofrece datos de la calidad de las aguas de un río. Esta es muy buena en el Alto Pancrudo empeorando algo y de forma progresiva (pero siendo aún buena) en su tramo bajo. La calidad de las aguas del Jiloca es mediocre en la mayor parte de su trazado estudiado.
Otro problema es la entrada del visón y del cangrejo americano. Uno y otro han perturbado la estructura y funcionalidad del ecosistema acuático con un alcance que todavía no se comprende bien.
Sin embargo, el Jiloca y aún más el Pancrudo, muestran fortalezas que son indicadoras de su potencial. La fauna piscícola está formada por siete especies. Todas ellas son autóctonas, cuatro endémicas (barbo de Graells, barbo colirrojo, madrilla y bermejuela) y dos de ellas están incluidas en el Catálogo de Especies Amenazadas de Aragón (pez lobo y bermejuela). La trucha mantiene poblaciones nativas en la cabecera del Pancrudo, estando al 50% hibridada en su desembocadura con el Jiloca, mientras que las de este río lo están en esta misma proporción.
Algunas de estos argumentos fueron comentados “En el Rebollar”.
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