Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

miércoles, 23 de mayo de 2012

LASTÓN: LA PRIMERA PIEL DEL SUELO

Los bosques de la cuenca mediterránea, con las especies que actualmente los componen, llevan recibiendo la presión humana desde su origen. Es decir, desde las primeras fases del periodo postglaciar. En estos diez mil años, las especies han debido convivir –y evolucionar- junto con una especie capaz de producir una intensa perturbación en los sistemas ecológicos. A lo largo de la historia, se han sucedido periodos de mayor o menor intensidad en la extracción humana de los recursos naturales.

En la cordillera Ibérica está bien registrado el creciente poblamiento humano desde el final de la Edad Media y la especialización económica en la producción de lana para suministro de la importante industria textil local y para su exportación a los centros productivos italianos y flamencos.

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Ovejas pastando en el valle de Sollavientos

Los bosques desaparecieron de forma progresiva y los montes se dedicaron a pastos para mantener las importantes cabañas ganaderas y proporcionar leñas para el creciente número de hogares. Roturaciones de montes comunales, guerras y desamortizaciones completan el escenario deforestador en el siglo XIX. Los robledales, pinares y carrascales retrajeron todavía más su área de distribución y fueron sustituidos por matorrales y pastizales de aprovechamiento ganadero, mientras que los mejores pastos –los de las partes bajas de las laderas- fueron abancalados y transformados en tierras de labor.

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Laderas en valle del Pancrudo

Desde entonces y hasta hace veinte años, el diente del ganado y el fuego manejado por el pastor mantenían el sistema evitando la dinámica de la sucesión ecológica hacia el matorral. Es el paisaje rural de nuestros abuelos. Pueblos llenos de gente, montes pelados. La pérdida de suelo, probablemente, en sus máximos históricos.

En las últimas décadas se ha producido un éxodo masivo de la población hacia la ciudad. La ganadería extensiva retrocede y se abandonan las parcelas menos rentables, aquellas situadas en zonas menos accesibles y de reducidas superficies.

El sistema se recompone y la vegetación espontánea comienza a cubrir amplias superficies de suelos desnudos. Suelos completamente degradados, prácticamente compuestos por el horizonte C y la roca madre, después de siglos de erosión.

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Lomas pastoreadas en Huesa del Común

La cicatrización de estos suelos es labor de una comunidad de plantas muy bien adaptadas a las difíciles condiciones ambientales. Intensa iluminación, suelos con escasa retención hídrica, pendientes notables, ausencia de atemperamiento térmico, exposición al viento, humedad relativa baja …. Es decir, plantas sometidas a una altísima transpiración y con una mínimos recursos hídricos disponibles. Ah! y expuestas tanto a prolongadas sequías como a las recurrentes lluvias torrenciales tan propias del clima mediterráneo.

Una corte de especies de diversas familias de plantas componen estos herbazales pioneros. Una de ellas es el lastón (Bachypodium retusum).

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Lastonar en Monforte de Moyuela

Es una gramínea (ahora Poácea) que vive durante varios años. Tiene un rizoma muy desarrollado y ramificado, del cual surgen tallos erguidos que pueden alcanzar en nuestros montes hasta los 50 cm. de altura. Las hojas, muy estrechas (hasta 4 mm.) y bastante largas (7 cm.), nacen del tercio inferior del tallo. Las flores se agrupan en racimos, cada uno de los cuales tiene varias espiguillas de hasta 4 cm., alargadas y sin vellosidad, donde se reúnen varias flores, en las que destacan unas anteras colgantes y con forma de aspa, y la ausencia de corola y cáliz, algo propio de la familia.

Es una especie dominante en pastizales abiertos sobre suelos degradados, entre matorrales e incluso bajo pinares de repoblación. Le resulta indiferente la naturaleza del suelo. Se la puede encontrar sobre arcillas y conglomerados silíceos en el Bajo Jiloca, en laderas de margas y calizas en el valle del Pancrudo, sobre cuarcitas desnudas en los montes de Tornos o El Poyo … o sobre pizarras como en Monforte de Moyuela o Loscos. Es una de las plantas más comunes y menos conocidas.

Su área de distribución mundial se extiende por la cuenca mediterránea, tanto en el norte de África (Argelia, Marruecos, Túnez y Libia) como en el sur de Europa (Grecia, Italia, Francia, Portugal y España). En Aragón está presente tanto en el Pirineo, el valle del Ebro y la cordillera Ibérica. Florece desde mayo a julio, aunque conserva las inflorescencias ya secas durante bastantes meses.

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Césped de lastón con tallos del año anterior

Es una planta de un gran interés ambiental. Forma unos herbazales algo abiertos pero capaces de frenar el impacto de las gotas de lluvia, de favorecer la infiltración y de reducir la escorrentía superficial. Es decir, es una comunidad protectora del suelo. Esto es algo que a veces olvidamos.

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El lastón se asocia con la aliaga y el tomillo formando una comunidad de plantas, tan poco atractivas como escasamente valoradas, que son las primeras en cubrir los suelos desprotegidos y permitir la entrada de plantas más exigentes que terminarán de cubrirlo.

Forman la primera piel.

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