Gypsophila struthium L. es una planta que forma parte de la familia Cariofiláceas. Es un endemismo de la península Ibérica. Tal como alude el nombre genérico, crece sobre sustratos yesosos formando parte de ambientes degradados, secos y soleados. Existen dos subespecies. G.s. subsp. struthium, habita en el centro, este y sur de la península y G.s.subsp. hispanica que lo hace en el nordeste. Esta subsepecie, que algunos autores dan el rango de especie bajo el nombre de Gypsophila hispanica Willk., es una planta muy conocida en Aragón, sobre todo en el valle del Ebro, donde recibe el nombre de albada o hierba jabonera, por emplearse las cenizas de sus raíces en la fabricación de jabón. Creo recordar que Eugenio Monesma dedicaba un programa de la serie “Oficios perdidos” al uso popular de esta planta.
Es un arbusto que tiene una base leñosa y retorcida, del que surgen unos vástagos finos y alargados que casi alcanzan el metro de altura. Tiene las hojas lineares, algo carnosas y carentes de vellosidad. Las flores se agrupan en cimas con forma de corimbo que tienen largos pedicelos.
Albada en plena floración. Foto: José Quiles
Son pequeñas y tienen cinco pétalos blancos muy delicados.
Flores de albada. Foto: José Quiles
Es una planta cuya flor resulta familiar por que otra muy parecida (del mismo género) acompaña a algunos ramos de claveles.
La albada es una planta muy interesante por su adaptación a las condiciones ambientales difíciles. Es propia de los aljezares, ambientes con elevadas concentraciones de sulfato de calcio, condición que resulta intolerable para muchos vegetales. Soporta además la escasez de precipitaciones y la intensa insolación, por lo que forma parte de los matorrales que pueblan terrenos yesosos, abiertos y algo degradados, aunque también lo hace sobre sustratos margosos y arcillosos, más o menos nitrificados por el paso del ganado.
Como muy bien apunta nuestro amigo Lygeum, por su aportación al paisaje ha sido seleccionada por los botánicos para denominar a las comunidades de plantas gipsícolas de los ambientes continentales de la península Ibérica. (Gypsophiletalia). Comunidades, por cierto, que están considerados de interés prioritario en el marco de la Unión Europea por su singularidad.
En Aragón muestra la siguiente distribución geográfica:
Fuente: Flora de Aragón
Se extiende por el valle del Ebro por donde asciende por la parte baja del Martín y del Guadalope, así como en el eje Alfambra-Turia, el valle del Jalón y el Somontano de Barbastro. No lo conocíamos en nuestra comarca donde lo he buscado sin éxito en el valle del Pancrudo, territorio en el que debería formar parte de las comunidades gipsícolas que viven entre Navarrete del Río y Torre los Negros.
A finales de agosto salí a dar un paseo matutino por el camino que une Calamocha y El Poyo del Cid. Este vial, hace unos años asfaltado, es el límite entre las margas blanquecinas (origen del antiguo topónimo Albónica) que se extienden hacia el camino de Bañón y la vega del Jiloca con sus limos cuaternarios.
Es también un límite ecológico, entre la huerta del fondo del valle y los secanos de las lomas y cabezos, aunque buena parte de estos han sido puestos en regadío.
Esta margas son el hábitat de una comunidad de plantas tolerantes a sustratos ricos en sales y nitrógeno, intensa iluminación y ambientes secos. El ajenjo es una de las plantas más representativas, aunque el empleo –y abuso- de purines en los campos próximos favorece a los bledos, cenizos y capitanas.
Junto al camino hay un paraje donde afloran unas tobas calizas ….
…. que al tener mayor competencia que las margas forman unos resaltes que resultan muy familiares a los abundantes paseantes que recorren este paraje.
Al aflorar rocas duras, la reja del arado ha respetado una pequeña banda de terreno en la que crece la vegetación espontánea, adaptada al pisoteo del ganado que la recorre formando pequeños caminos….
…pero menos afectada por las rujiadas habituales de la cuba de purín.
En una ladera de ese pequeño escarpe, ahí estaba la albada. En plena floración, como corresponde a la época en la que estábamos (finales de agosto y primeros de septiembre) para esta altitud.
La población de plantas en floración no superaba la docena, aunque había ejemplares de menor talla sin vástagos florales.
Planta joven creciendo junto a la hierba sapera en el propio cantil
Le acompañaban otras plantas gipsícolas como la hierba sapera (Herniaria fruticosa) …..
… o la alharma (Peganum harmala) también con la flor pasada …
Estos parajes, de discreta extensión y en con condiciones ecológicas de transición (el sustrato no es un aljezar sino limos algo salinos) mantienen poblaciones aisladas que sortean las imprevisibles presiones ambientales.
Así, pues, ahora sí que podemos decir que Gypsophila hispanica Willk. tiene una población en el valle del Jiloca. La tenía casi en la puerta de casa….. y solo ha hecho falta un paseo relajado para dar con ella.
2 comentarios:
La cueva del gato verde!!! Así la llamábamos los chicos del barrio... cuántas veces pasamos con la bici por delante, cuántas tardes investigando en su interior... no me suena haber visto esa especie antes
Esas tobas calcáreas, depósitos de caliza en torno a musgos, tallos y briznas vegetales que han desaparecido, pero que han dejado su forma en la caliza, han sido interpretadas por Javier Gracia como fruto de un episodio de represamiento del río Jiloca, debido a la actividad cuaternaria de la falla de Bañón. La falla de Bañón está hundiendo desde el Plioceno el valle del Jiloca con respecto a la sierra de Cucalón. Pueden observarse manifestaciones de esta falla en los taludes de la autovía A-23, en la subida al alto que hay entre Calamocha y Navarrete del Río, dirección Zaragoza.
José Antonio.
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