El pasado día 17 me encontraba paseando por el parque Miguel Servet de Huesca. Era un día caluroso y la primavera oscense lucía en todo su esplendor. El parque estaba bonito, con unos enormes tulipanes amarillos abiertos sobre un fondo de flores bajas violetas.
Mientras observaba la poda de este invierno de los grandes plataneros que hay una silueta llamó mi atención, pues se trataba de un ave rapaz bastante grande. Volaba a baja altura y pareció desparecer entre la copa de los árboles. Tras realizar un leve movimiento de cabeza para ver si lo veía bien me percaté de que algo caía del cielo a plomo junto a mi: era un pichón de paloma, casi volandero. Aquél maltrecho pichón sangriento y moribundo iba a ser la comida de un milano negro (Milvus migrans), que se quedó dando vueltas un rato al parque, sería su penitencia por haber perdido tan suculento manjar.
Ya hace varias semanas que los milanos negros sobrevuelan el valle del Ebro, se ven bastantes. Es época de migración, unas aves marchan al norte y otras llegan del sur. Por tierras del Ebro ya sobrevuelan golondrinas, aviones, vencejos y se ven pasar algunos bandos de abejarucos.
No conocía la faceta cazadora del milano negro, les tenía más por oportunistas de la liebre o el conejo atropellado o herido. Era un pichón ya de buen tamaño, seguramente lo pilló en el nido o haciendo sus primeras prácticas de vuelo y quedó sentenciado.
Verde: residente todo el año
Naranja: área de cría
Azul: área de invernada
Sin duda fue toda una experiencia que en el parque de una ciudad se den batallas por la supervivencia de una forma tan natural, hubiese sido digno de grabar al más puro estilo “National Geographic”
Eso me recuerda que desde hace unos días oigo al autillo desde casa, algo que sólo me pasaba en Calamocha. El canal Imperial de Zaragoza forma un corredor verde de arbolado en ocasiones de buen tamaño lo que permite a esta especie ocultarse con gran facilidad en ramas superiores. Su reclamo nocturno no pasa desapercibido para un calamochino fan de estas aves nocturnas. Es el autillo de Casablanca.
Son pinceladas de naturaleza en medio de la urbe.
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