Mañana fresca de mediados de julio. Madrugamos para estudiar las choperas del barranco de la Cañada, denominación que recibe en Collados el curso de agua que en Olalla llaman rambla del Sabinar. Estamos en la solana de la sierra de Pelarda, en su margen occidental.
Estamos altos, a 1.260 metros. Como es habitual en esta parte de la cordillera Ibérica, esa altitud no se percibe. El paisaje es un conjunto formado por montes de suave relieve y por amplios valles abiertos por las aguas sobre los materiales detríticos silíceos tan propios de la sierra de Pelarda.
No hay bosque. Los cerros están cubiertos por unos pastizales salpicados de zarzas, enebros y algún rebollo …
las partes bajas son campos de cereal con linderos espinosos en los ribazos.
Nada más salir del coche, entramos en unos prados completamente cubiertos de una hierba alta y densa, resultado de las abundantes nevadas invernales. Los espinos, conocidas en la sierra como zarzas escalambrujeras (Rosa canina), colonizan el herbazal aportando un verdor intenso sobre unos prados que ya quieren agostarse.
Los pájaros están en plena actividad a estas horas. Echo algo en falta, le digo a Carmen. El alcaudón dorsirrojo. Este es su hábitat. Aunque llevo prismáticos, no nos entretenemos a buscarlo. Vamos con otros objetivos. Y bajamos hacia el arroyo sin llegar a verlo.
Descendemos el barranco de la Cañada, topónimo debido a la amplia cabecera del valle, al pie de la sierra de Pelarda. Sin noticias del pájaro.
A lo largo de la mañana seguimos el curso del arroyo, ya con muy poca agua en esta cabecera del valle, tras dos semanas sin tormentas. Las mieses de trigo están comenzando a secarse. Las cosechadoras no entrado en campo alguno. Aún tardarán, al menos una semana más en empezar, si es que las tormentas no vuelven.
Llegamos a Olalla por una espléndida chopera que nos acerca a El Sabinar, donde hemos dejado el otro coche. Desde allí, ya solo, inicio el retorno remontando el barranco de Cenizales.
La jornada está siendo larga. Es ya la tarde y el sol aún está alto. El paisaje está formado por trigales en campos abancalados con espinos en los ribazos. Ya estoy cerca del punto de partida y del final de la excursión.
Se oye una voz insistente y áspera. Ahí está, sobre una zarza, el macho de alcaudón dorsirrojo.
Macho de alcaudón dorsirrojo (Lanius collurio). Foto tomada por Artur Mikołajewski
De tamaño poco mayor que un gorrión, esta especie tiene algunas particularidades que nos cautivan a los naturalistas.
Comparte el hábitat y hábitos del resto de los alcaudones ibéricos (real, común y chico). Cazador en espacios abiertos, prados con espinos o bordes de bosque, donde se posa en destacados posaderos para acechar a sus presas. De la mano de Félix Rodríguez de la Fuente aprendimos la costumbre que tienen algunos individuos de cualquiera de las cuatro especies de alcaudón de empalar a las presas (grandes insectos, lagartijas, pajarillos) en las púas de los espinos.
Puede encontrarse una información muy completa sobre el alcaudón dorsirrojo en la estupenda y recomendable página Pajaros de España.
Pero en este artículo querría comentar tres aspectos: el biogeográfico, el migratorio y el conservacionista.
El alcaudón dorsirrojo tiene una amplia área de distribución en el Paleártico, encontrándose desde el sur de Escandinavia hasta el oeste de Siberia, y desde el noroeste de la península Ibérica hasta el mar Caspio. Encuentra en hábitat que requiere en los amplios territorios con campos y prados siempre orlados por espinos de la deforestada Europa. En la región Eurosiberiana es un pájaro común en las campiñas, un personaje habitual en cualquier pueblo europeo durante el periodo estival.
En la península Ibérica vive en la cordillera Cantábrica, los Pirineos, los Montes Gallegos y la parte norte de la cordillera Ibérica. En las zonas más bajas habita en las campiñas con prados y setos, donde es muy abundante, así como en la orla espinosa de los bosques, mientras que en zonas más altas ocupa los pastizales de montaña.
En la imagen se muestra el área de distribución con datos de principios de la pasada década (2000).
Y, ¿cuál es su situación en la Ibérica aragonesa?
Un poco antes (1998) fue publicada la obra “Aves de Aragón. Atlas de especies nidificantes”. En ella se indicaba su nidificación probable en dos cuadrículas de 10 x 10 km en la zona del Moncayo. En el resto, nada de nada.
Sin embargo, en los inmediatos años siguientes comenzaron a acumularse observaciones –varias de ellas confirmando la reproducción- que fueron aportadas por diversos naturalistas en numerosas comarcas de esta parte de Aragón y que fueron recogidas en las respectivas ediciones del Anuario Ornitológico de Aragón (Rocín). En el sur de Aragón lo fue en el Maestrazgo y Gúdar (Villarluengo, 2003; Cañada de Benatanduz, 2006 y Gúdar, 2011), en las Cuencas Mineras (Utrillas, 2004; Aliaga, 2004; Escucha, 2006), en la sierra de Albarracín (Orihuela, 2004; Bronchales, 2005; Tramacastilla, 2005 y Noguera, 2006).
¿Y en las Tierras del Jiloca?
Las primeras citas se realizaron en las sierras de Cucalón (Loscos, en 2005; Fombuena, 2007) y de Pelarda (Piedrahita, 2006; Fonfría, 2007, Cutanda, 2009) siendo casi segura su observación en finales de primavera y verano en cualquier viaje por la carretera de Olalla a Rudilla. Incluso, algo más tarde, se realizaron otras en otras sierras próximas, como la de Lidón (Alpeés, 2007) y en la de Santa Cruz (Cubel, 2013).
¿Qué explicación tiene esta creciente acumulación de observaciones en la cordillera Ibérica meridional y su ausencia en los mapas de distribución de los atlas de Aragón y España? Pues doble. Por un lado, los investigadores sugieren que es una especie que en expansión hacia el sur de su área de distribución peninsular. Pero, por otra parte, nosotros añadiríamos otra razón que no es si no la presencia de un número creciente de naturalistas recorriendo esta parte de Aragón con el hábito de recoger datos y aportarlos a los anuarios ornitológicos.
Hembra de alcaudón dorsirrojo. Foto: Roger Sanmartí (SIOC)
La presencia del alcaudón dorsirrojo en estas sierras matiza muy bien la influencia eurosiberiana que presentan las comunidades biológicas de los enclaves menos secos de la cordillera Ibérica, inmersos en plena región Mediterránea. Y, por otro lado, su función de corredor biogeográfico, de avanzadilla de las comunidades propias de los bosques caducifolios (y sus series regresivas, en este caso) en el mundo del bosque esclerófilo y perennifolio. Es decir, el papel de encrucijada biogeográfica de estas sierras de relieve poco espectacular y altura media.
El alcaudón dorsirrojo muestra un moderada tendencia regresiva en las últimas décadas. La intensificación agrícola, sobre todo las concentraciones parcelarias, eliminan los linderos arbustivos existentes entre los campos donde encuentra su hábitat. En nuestra zona, el avance de estas obras de agrupamiento parcelario resulta inexorable, especialmente en las sierras de Pelarda y Cucalón como ya se comentó en un pasado artículo.
Estas imágenes fueron tomadas en Fonfría hace un par de inviernos durante las obras. Pueden verse algunos linderos dispuestos entre pastizales ….
o entre tierras de labor …
… y los trabajos de las máquinas ….
… y sus consecuencias en forma de acúmulos de arbustos descuajados para de su quema
… y la situación de los campos tras las obras.
Campos más grandes y mayor rentabilidad económica, sí. Pero mayor pérdida de suelo, menor infiltración hídrica y pérdida de hábitat para muchas especies, también.
La otra amenaza, también muy seria, para el alcaudón dorsirrojo es la pérdida de la ganadería extensiva. Las vacas y las ovejas mantenían un paisaje con pastizales y sujetaban la colonización por el matorral arbustivo, que tiende a cerrarse y desplazar a las especies herbáceas propias de los prados. Esta imagen tomada en Cerveruela (Sierra del Peco) refleja muy bien lo que está ocurriendo al desaparecer los pastores y sus ovejas en nuestros montes.
Se benefician las especies forestales, como el petirrojo o el mirlo común, se ven perjudicadas las propias de los ecotonos, como nuestro alcaudón dorsirrojo.
El último aspecto que nos gustaría difundir sobre esta especie es el relativo a su comportamiento migratorio. En Europa y Asia es estrictamente estival. Es decir, está presente tan solo durante el periodo de cría. Llega con la primavera bien entrada (cuando son abundantes los grandes insectos y las lagartijas) y se marcha a finales de agosto hacia África austral donde pasará el invierno en tierras de Namibia, Botswana, Mozambique o Sudáfrica.
Área de invernada y densidades del alcaudón dorsirrojo. Fuente: Biodiversity explorer
Es bien conocida su migración en lazo. Es decir, un viaje en la que no coinciden la ruta prenupcial y la postnupcial.
Tras la cría, las poblaciones europeas se dirigen hacia el sudeste cruzando el Mediterráneo por Libia y Egipto, por donde recorren los países de África oriental hasta alcanzar las tierras del sur del continente. Sin embargo, en la migración previa a la cría, realiza el recorrido contrario escorándose ahora más hacia la costa índica africana para desviarse hacia Arabia Saudí y el Golfo Pérsico, donde realiza un giro hacia el oeste para dirigirse a sus cuarteles reproductores en Europa a través de Turquía y los Balcanes.
Hace unas semanas se hicieron públicos los primeros datos conocidos sobre la peculiar migración de los alcaudones dorsirrojos ibéricos procedentes de una investigación realizada por la Fundación Migres, en colaboración con Centro de Macroecología, Evolución y Clima de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y la consultora ambiental Opsis.
En la primavera de 2011 se capturaron 20 alcaudones dorsirrojos (10 macho y 10 hembras) en las inmediaciones de la ciudad de León. A cada uno se le instaló un geolocalizador en la espalda mediante un arnés. Este dispositivo, de muy pequeño peso (0,6 gramos) y que no debe interferir en su actividad vital, capta la radiación luminosa (hora de salida y puesta de sol, además de posición del cénit) almacenándola lo que permite conocer la posición geográfica (latitud y longitud) en cada momento una vez se recaptura el ave.
Pues bien, en la primavera de 2012 fueron recapturados dos de los veinte ejemplares y pudo desvelarse la extraordinaria singladura realizada por estas aves. Iniciaron la migración otoñal dirigiéndose desde las tierras leonesas hacia el este, llegando al norte de Italia a mediados de agosto, desde donde cruzaron el Mediterráneo y el Sáhara llegando al sur del desierto a primeros de septiembre. Permanecieron en las sabanas de Sudán del Sur varias semanas y prosiguieron hacia el sudeste africano lentamente para llegar a las zonas de invernada (entre Mozambique y Zimbaue) a finales de octubre tras realizar un viaje de 8.750 km.
Sin realizar movimientos de entidad permanecieron en los territorios de invernada hasta finales de febrero. La migración prenupcial comenzó a primeros de marzo, dirigiéndose sin mucha prisa a través por África oriental hasta la zona de Somalia y Etiopía donde llegaron a finales de mes. Con más urgencia y a lo largo de abril, atravesaron primero la península Arábiga para alcanzar los valles del Tigris y del Eúfrates, desviándose hacia el oeste hacia las penínsulas de Anatolia, Balcánica e Itálica para llegar al noroeste ibérico a finales de mayo. Este itinerario le supuso recorrer 10.950 kilómetros, siendo 4.070 de ellos de desierto.
¿Será parecida la ruta migratoria de los alcaudones dorsirrojos de la sierra de Pelarda? No lo sabemos, pero es muy probable.
Cuando vuelva a verlo sobre un enebro me acordaré la impresionante aventura que desarrollan cada año en la que recorren variados paisajes y países. Y es que estos pajarillos …. son unos fenómenos.