EL ARGUILAY DE BÁGUENA Y EL AGUALLUEVE DE ANENTO: DOS PUNTOS DE INTERÉS GEOLÓGICO

La cordillera Ibérica, como unidad orográfica, ya estaba levantada durante el Mioceno, si bien algunas de las actuales depresiones –como la del Jiloca- y la red fluvial que hoy conocemos, no se habían desarrollado todavía. En un margen de aquella cordillera, más o menos entre las actuales localidades de Calamocha y Calatayud, se formó un amplio lago de carácter endorreico que quedarían cerrado por los relieves de las sierras de Oriche, Peco y de la Virgen. En el fondo se fueron depositando sedimentos procedentes de precipitación química (carbonatos) sobre un sustrato previo formado por arcillas.

Tiempo después, la activación de un sistema de fallas crea una alargada fosa tectónica desde Teruel a Calatayud en el seno de la cordillera Ibérica. Esto provoca la reorganización de la red fluvial siendo ahora su eje el actual río Jiloca. Sus aguas vierten hacia el norte -por el ligero basculamiento de esta depresión- donde desembocan en el río Jalón.

Imagen de la ciudad de Daroca. Al fondo las calizas blanquecinas de Nombrevilla y Retascón y por delante las arcillas y conglomerados silíceos de un tono más rojizo.

La erosión originada por el Jiloca -y la multitud de arroyos que lo alimentan- comienza a incidir eficazmente sobre las líneas de debilidad y en los materiales sedimentarios menos competentes. Se forman los actuales valles, en cuyo fondo se acumulan temporalmente sedimentos aportados por este proceso mientras que en su entorno se van desmantelando los materiales depositados con anterioridad. Entre ellos, las calizas de aquel gran lago mioceno.

El amplio territorio comprendido entre el Jiloca y el Huerva se conoce como Campo Romanos, una comarca natural repartida administrativamente entre las actuales comarcas del Jiloca y del Campo de Daroca. Esta división es muy artificiosa. Su diseño sólo obedece a razones de política de campanario, pues carece de fundamento histórico (este territorio estuvo organizado durante cinco siglos como una unidad política propia (la Comunidad de Daroca) y separa territorios que son unidades geográficas: el valle del Jiloca, la cuenca de Gallocanta, la sierra de Herrera y el propio Campo Romanos.

La erosión remontante de las ramblas del Jiloca, exhumó estos materiales carbonatados desde Cuencabuena hasta Maluenda formando un relieve en el que abundan los escarpes. Es el paisaje de Villafeliche, Retascón, Nombrevilla, Anento o Báguena.

Las aguas que se infiltran a través de de estas calizas se encuentran con unas arcillas rojas que impiden su penetración. En algunos de los márgenes del Campo de Romanos sobre el valle del Jiloca, las aguas afloran formando surgencias de gran belleza, como son el Arguilay de Báguena y el Aguallueve de Anento.

Son parajes naturales muy apreciados por sus vecinos y que suponen incluso un recurso turístico –que se suma a otros de índole histórica y cultural- al haberse acondicionado el entorno y tras haberse dotado de infraestructuras para el visitante.

Anento, es uno de los escasos pueblos en los que se ha mimado la recuperación del urbanismo tradicional, la conservación del patrimonio y la creación de espacios atractivos aunque, en mi opinión, en algunos nuevos elementos se le ha ido algo la mano en el deseo de complacer a los turistas. La tenacidad de unos pocos vecinos ha hecho de Anento un destino turístico, modesto pero destino. Un ejemplo para otros pueblos que no han creído en sus capacidades.

En el Aguallueve de Anento se forman cortinas de agua que cuelgan desde los escarpes.

El agua, de gran dureza han presentar una elevada concentración de bicarbonatos, precipita sobre la vegetación higrófila que se desarrolla en el entorno del manantial formando depósitos de toba calcárea. Es un precioso caso del principio del actualismo. Estos edificios tobáceos tienen pequeñas galerías y huecos que resultan accesibles. Una sensación muy placentera es escuchar en su interior la caída del agua y recibir en la piel alguna gota de las que salpican mientras se observan los tapices de musgos, helechos y plantas herbáceas que recubren la roca.

En el Arguilay el pueblo de Báguena capta el agua, además de alamacenarla en una balsa para el riego. También es un espacio para el esparcimiento, dotado de zonas para merendar a la sobre de los chopos y las nogueras. Un paseo por la zona, sobre todo tras periodos lluvias abundantes, permite encontrar otras surgencias similares. En algunos casos, las aguas se descuelgan desde las propias raíces de los árboles del borde del cantil (pinos carrascos de repoblación). En otros, sobre las propias paredes de caliza.

En el extremo del escarpe se producen desprendimientos de bloques calizos. Algunos de ellos, tras su caída, quedan descansando sobre las arcillas y conglomerados que hay dispuestas bajo el estrato de calizas. La erosión, más activa sobre los materiales detríticos, origina unas características formas de erosión: las chimeneas de hadas.

Hace unos años, el geólogo David Navarro nos comentaba la emoción de su descubrimiento al visitar estos barrancos durante su segundo año de estudiante de Ciencias Geológicas. Y su extrañeza al no quedar incluidos estos parajes naturales en la lista de Puntos de Interés Geológicos de Aragón.

Nosotros coincidimos completamente.