La idea de esta excursión viene dada, en parte, porque recientemente tenía mucho interés en conocer el itinerario naturalista que, hace unos años, definió el ambientólogo Tomás Sanz para la Comarca del Jiloca. A última hora de la noche quedamos a las 8 de la mañana del día siguiente 12 de agosto, como siempre en la plaza de Calamocha, adonde acude Emilio con su coche. Desde allí por la autovía vamos hasta Ferreruela de Hueva y nos desviamos por Lagueruela hasta llegar a Bea.
Colocamos primero una pequeña pegatina en el panel que muestra el itinerario de la ruta, para recalcar que el inicio de la misma es por un camino que arranca un poco antes del bar del pueblo, y no por el que empieza allí mismo. Atrás hemos dejado la nueva fábrica de pellets para las estufas, que da trabajo a unas cuantas personas de la comarca, así como una magnífica mansión recientemente construida.
Iniciamos la andadura cruzando enseguida un pequeño puente sobre el Huerva. Comienza el ascenso primero por una zona de monte bajo, donde encontramos un colmenar convenientemente señalizado. Se trata de un sendero muy bien marcado que atraviesa un magnífico bosque de carrascas, marojos y sobre todo rebollos, de donde viene el nombre del bosque “Rebollar de Bea”. Hay magníficos ejemplares de árboles que proyectan una sombra que se agradece. Sin embargo no hay rastro de flores de orquídeas que abundan en la zona. Es agosto y el día es caluroso también.
El ascenso es bastante suave, sin grandes pendientes, pero siempre subiendo. El paisaje es de bosque, se suceden las señales para no perdernos y así llegamos a lo alto en una zona de escarpadura rocosa. Es el momento de hacer un descanso y de almorzar. Al frente queda el pequeño valle del Huerva con Bea al fondo. Es un pequeño pueblo, ya se sabe el dicho “Más gente que en Bea”, por ironía de su escasa población, pero muy bonito.
Un panel informativo nos explica las bellísimas formaciones geológicas que tenemos enfrente.
Leemos que se trata de lo que los geólogos llaman “chevrons”, palabra francesa que evoca su forma triangular. Se formaron como consecuencia de sucesivos plegamientos en terrenos que alternan capas duras de caliza con otras blandas margosas. Es de gran plasticidad la larga sucesión de “chevrons” dispuestos en triángulos o semicírculos concéntricos que se extienden a todo lo largo del valle hasta llegar a Fonfría.
Tras dar cuenta de los bocadillos de chorizo que esta vez ha preparado Emilio, reemprendemos la marcha pasando por un magnífico ejemplar de carrasca, asimismo bien señalizada, que debe tener con un montón de siglos de edad. Se trata de la conocida como “Abuela de Bea” o “Carrasca de Bea”. Un cruce de caminos nos ofrece la oportunidad de volver al pueblo cerrando la excursión botánica, pero preferimos seguir un poco más por la ruta alternativa hacia Piedrahita.
Seguimos llaneando pero el terreno ahora no está tan bien señalizado. De hecho nos perdemos cuando tenemos ya a la vista el santuario de la Virgen de la Silla, al que tanta devoción tienen los pueblos de su Hermandad. Aquí el recuerdo es para Joaquín Campo Betés y para sus publicaciones Losilla y Cuadernos de la Silla. Hace unos años nos mostró con el detalle y el cariño que pone en todas las cosas la ermita, con su imagen de la Virgen que el rey Jaime I llevaba siempre en la silla de su caballo. De ahí el nombre.
El sol calienta de firme y yo quiero llegar pronto a casa. Me han sacado ya la tarjeta amarilla por mis frecuentes ausencias de las tareas domésticas. El día anterior tuvimos los del Centro de Estudios del Jiloca una reunión por la mañana en el Ayuntamiento de Calamocha para abordar proyectos en común, y por la tarde me marché a Odón a dar una charla sobre uno de sus hijos más ilustres, el arquitecto ilustrado Marcos Ibáñez que levantó la nueva ciudad de Guatemala, tras la destrucción completa de la antigua como consecuencia de un terremoto. Por cierto que la charla tuvo lugar en la ermita de la Virgen de la Cuesta, en cuya ampliación también intervino este arquitecto, desde la cual se divisa asimismo un magnífico panorama.
Ya cerca de la Virgen de la Silla, al no encontrar el camino de Piedrahita, decidimos volver por la carretera. Como no encontramos ningún puente cruzamos el Huerva por unas piedras pasaderas, y regresamos comentando la charla de Odón y las cosas del CEJ. Nos llaman un poco la atención los huertos de Bea que hay a la izquierda de la carretera y nos preguntamos cómo suben el agua hasta allí, pues el cauce queda bastante más bajo. El caso es que hay muchos huertos con muy buena verdura.
En el bar de Bea termina la andada, de apenas unos 12 kilómetros. Otra vez unas cervezas bien frías apagan nuestra sed, y nos ayudan a planear la próxima excursión. A mí me gustaría hacer otra vez la marcha de Murero a Villafeliche, ida y vuelta por el mismo camino, pero nos tememos que nuestro amigo Tomás Guitarte que está en Cutanda nos proponga hacer como el año pasado la Ruta de San Vicente Mártir, desde su pueblo hasta Burbáguena. Si no nos dice nada, haremos la de Murero, pero si se entera que estamos haciendo excursiones seguro que insiste para hacer la de su pueblo. Y más ahora que están motivados con la recreación de la batalla de Cutanda, de la que próximamente se cumplirá un nuevo centenario. Ya veremos.
De nuevo en el coche, seguimos el cauce del Huerva y me pregunto por donde discurrirá el río para salvar la formidable sierra de Herrera, después de pasar por Villahermosa, Badules y Villadoz. Parece increíble que pueda atravesar todo el puerto de Paniza. Emilio me dice que el río pasa encajonado por una zona muy escarpada e inaccesible. Tal vez pueda ser motivo de una próxima excursión. Si hay camino para ello. De todas formas debe tener su interés naturalístico, pues la vieja Sociedad Aragonesa e Ibérica de Ciencias Naturales que tuvo su sede en Zaragoza y fue una de las instituciones españolas más activas hasta 1936, realizaba a María de Huerva y otras localidades próximas a la capital numerosas excursiones científicas para estudiar la flora, la fauna y la geología de la cuenca.
José María de Jaime Lorén
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