Dos de septiembre. Rodrigo nos pone en canción para subir a la sierra de Pelarda a coger rebollones. Los días anteriores, docenas y docenas de buscadores habían llenado cestos recorriendo sus pinares. Había que probar pues venían días inciertos. ¡Qué premonición!
La gran tormenta del cuatro de agosto que descargó en Fonfría 110 L/m2 introdujo abundante agua en el humus del bosque. Los calores del resto del mes hicieron el resto. Permitieron el desarrollo del micelio de los hongos y, como no podía ser de otra manera, todo esto terminó con una copiosa eclosión de cuerpos fructíferos. Numerosos veraneantes y muchos locales hicieron su agosto y por la redes sociales comenzaron a verse cestos llenos de rebollones. Para esas fechas, el suelo empezaba a secarse y las oleadas de buscadores agotaban los pinares de Olalla y Fonfría. Se trataba de cambiar de paraje. Le habían contado a que también salían por Godos. Así que, decidimos acercarnos en una tarde tormentosa y nublada en la que el cielo aparecía negro hacia el saliente.
Llegamos cuando estaba terminando una tormenta. No debió de ser poca cosa a juzgar por el caudal de las barranqueras y las ramblas. No tenemos registros de lo que llovió antes de nuestra llegada en Godos. Era un tormenta muy local. En Vivel del Río las precipitaciones fueron de 4,0 mm, en Calamocha de 8,6 mm, en Corbatón de 4,6 mm, en la vecina Fonfría 7,2 mm, mientras que en Lechago llovieron 23,0 mm.
Dudamos pero nos decidimos seguir avanzando. Cruzamos el pueblo y remontamos el camino del cementerio. Era un terreno de arcillas y gravas en el que, afortunadamente, no se pegan las ruedas de los coches. Subíamos poco a poco entre campos buscando el pinar. Pero no se veía. Nos cruzamos con un tractor que nos informó de que no podríamos seguir adelante. Estábamos al pie del cerro Currutacas.
Comenzamos a caminar, cesta y paraguas en mano, pista arriba. Enseguida dimos con el problema.
Era un campo amplio, con forma de anfiteatro. Estaba pegado al monte. Parecía el resultado de una vieja rotura. Tenía una pendiente suave aunque muy tendida. No había bancales internos. Estaba labrado, preparado para la siembra. En su estado más vulnerable a las lluvias torrenciales.
Las aguas se recogían hacia la parte central y salían por un mismo punto del ribazo, hacia el camino. El ribazo estaba formado por herbáceas y algunas escalambrujeras. Pocas. Se había reventado el lindero y el camino estaba lleno de barro y cantos.
Era impresionante. Gravas y gravas. ¿Dónde estaban las arcillas y los limos? ¿Dónde estaban los restos de humus? Se los llevaba la rambla.
Los regueros en el campo eran profundos …
Pérdida de suelo agrícola. Pérdida de fertilidad. Pérdida de vida y de rentabilidad.
Como no había atisbo del pinar, nos volvimos. Mientras lo hacíamos me fijé en los campos cercanos al pueblo. Casi todos abancalados. Casi todos con sus ribazos. Sus paradas, que llaman allí. No había regueros, no se veían surcos de erosión o mantos de piedras.
Los bancales son soluciones inteligentes puestas en práctica por nuestros abuelos. Es la garantía de la protección del suelo, de la recarga hídrica y la defensa para la vida silvestre.
Las concentraciones parcelarias de la sierra de Pelarda son preocupantes. Las hemos visto en Fonfría, Bea y Lagueruela. Pronto seguirán las de Torrecilla del Rebollar y Godos. ¿Van a respetarse los ribazos?
Si esta erosión la produjo un tormenta moderada de 20 o 30 L/m2. ¿Cuántos cientos de toneladas de suelo se llevarían las aguas en Fonfría o Lagueruela en una lluvia de 110 litros/m2?
Ni se sabe.
4 comentarios:
Una pena esa perdida de suelo fértil, aunque todavía se está a tiempo de plantear concentraciones parcelarias inteligentes, donde los anchos ribazos sean útiles para la fauna y los agricultores. Todavía faltan muchas concentraciones por realizar, sabremos aprender de nuestros errores.
Tampoco tiene ningún sentido que los campos estén preparados para sembrar a primeros de Septiembre con lo traicionero que resulta ser este mes.
Es así. En los rastrojos no se detectaban procesos erosivos de tal alcance. Sorprende la capacidad de protección de los restos del cereal.
En Olalla y Fonfria también ha pasado algo similar. Y es que con las lluvias de agosto el suelo cogió tempero y esto lo aprovecharon muchos agricultores para labrar el rastrojo. Eso y en algunas zonas la proliferación de las capitanas, pues muchos campos estaban ya completamente verdes repletos de ellas. La enorme diferencia del comportamiento frente a la erosión de uno y otro caso se podía ver con claridad también en los campos anexos a la rambla de Bañon con las lluvias de los días 21 y 22 de agosto.
Sería algo para tener en cuenta a la hora de las buenas prácticas agroambientales... Por cierto, hoy salía en prensa nuevas concentraciones parcelarias en el Jiloca.
Estos cambios en la naturaleza casi siempre pasan por la intervención humana, debemos empezar a cuidar nuestro mundo y dejar de contaminar.
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Trabajo en una compañia de gas mexicana.
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