Tan solo 15 km lineales separan
Caminreal de Cosa pero en el día de hoy constituyen dos paisajes completamente
diferentes. Los 250 metros de desnivel de diferencia unidos al ligero efecto de
pantalla orográfica y la posición más al Este tienen la culpa. En cuanto
dejamos abajo el valle del Jiloca y superamos el Puerto
de Bañón nos adentramos en la blanca altiplanicie.
Recorriendo la carretera nacional
observo los campos nevados y descubro en todos ellos el rastro de los animales.
En el número de diciembre de la revista Quercus, Alejandro Martínez-Abraín
escribía un artículo donde recordaba al inolvidable Dersu Uzala de Akira
Kurosawa amonestando a aquellos que no saben ver que el bosque está lleno de
“gente”. Lo mismo ocurre en la paramera turolense que en días como hoy nos
remite lejanamente a la tierra del cazador siberiano.
De hábitos nocturnos, muchos
animales permanecen ocultos a nuestra mirada indiscreta. Pero su huella en la
nieve los delata. Por aquí pasó un jabalí, allí unos corzos, en aquel camino
estuvieron los conejos. Aunque no la veamos, la vida sigue donde acaban
nuestras aceras.
Ramiro Adiego
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