Era un día frío y gris. Era el día de San Valero. Estábamos en los postres de una sencilla comida familiar con los primos de Carmen, Alberto y Beatriz, quien celebraba su cumpleaños. Sonó el timbre de la puerta de casa. Abro y me encuentro a Antonio, un amigo. Lleva en la mano una cajica. Sonriendo me pregunta:
- ¿A ver si conoces esta lagartija rara? Me la he encontrado esta mañana en el taller.
Era una salamanquesa común (Tarentola mauritanica) que estaba bien agarrada a las paredes de cartón y, sin duda, llevaba sobresalto con tanto movimiento.
Este reptil pertenece a la familia de los gecónidos. No es muy difícil de reconocer. Tiene un tamaño cabeza-cuerpo que alcanza los 84 mm. aunque generalmente son menores. El cuerpo es aplanado, la cabeza grande y los ojos redondeados con pupila vertical. Sus dedos, característicos pues se ensanchan en los extremos (lo que les confiere el aspecto de una ventosa), tienen marcadas uñas en el tercero y cuarto. El dorso está recubierto por unas pequeñas escamas granulares entre las que sobresalen unos tubérculos grandes y con forma de quilla dispuestos en varias series de líneas regulares, siendo especialmente prominentes en cuello y costados. La cola, capaz de regenerarla, tiene la misma longitud que la cabeza y el cuerpo. Las partes superiores de la piel tienen una coloración variable, entre blanquecina, gris y marrón, que puede oscurecerse dependiendo del estado fisiológico del individuo llegando a aparecer casi negros.
La salamanquesa común tiene su hábitat en ambientes rocosos o similares, como pedregales, muros, tapias, bancales, montones de piedras pero también troncos de árboles, donde caza insectos y arañas fundamentalmente. Siempre deben ser ambientes suficientemente soleados y con abundantes refugios.
Su distribución mundial comprende todos los países del Mediterráneo occidental, aunque hay poblaciones aisladas en el Mediterráneo oriental, África y América, debidas a introducciones pasivas que son consecuencia de la actividad humana.
En la península Ibérica habita fundamentalmente en el sur, centro y este, siendo sus poblaciones más abundantes en zonas de escasa altitud (piso bioclimático termomediterráneo) aunque asciende a los 2.350 m. en Sierra Nevada. En Aragón mantiene poblaciones en el valle del Ebro, donde recibe el nombre popular de “encuerao”, faltando en la cordillera Ibérica y en el Pirineo.
En la comarca del Jiloca no es una especie propia. Es la segunda cita de la que tenemos constancia en la zona. Hace unos cinco años, un alumno nos trajo otras que había encontrado entre unos palés. Sin duda, no deben ser muy raras las observaciones en nuestra zona. ¿Qué podía hacer esta salamanquesa en un taller mecánico en Calamocha? Es fácil que se tratara de algún ejemplar traslocado dentro de alguna mercancía procedente del valle del Ebro (Zaragoza) o del litoral mediterráneo en alguno de los muchos camiones que paran en los restaurantes del polígono industrial de Calamocha.
Una ocasión así no se desaprovecha por lo que al día siguiente llevé la salamanquesa para que la conocieran los chavales y chavalas del Instituto. Preparamos una fiambrera de plástico con tierra, palos y cortezas para que pudiera refugiarse. Y la fuimos llevando a las respectivas clases para alborozo del alumnado. Un poco menos de clase teórica, algo más de la vida real. Fijaos que tiene escamas (no confundir con la salamandra, anfibio), mirad la pupila vertical, y los dedos aventosados. Ahí va que se mueve. Mira como chilla. No la he oído. Ufff! La pobre estaba algo estresada. Veinticinco cabecicas mirándola. En fin, ese difícil equilibrio que intentamos alcanzar entre su aprovechamiento educativo y el bienestar animal. Pero que, tanto Rodrigo como yo, tenemos claro que para conservar hay que amar y para amar hay que conocer. El conservacionismo no intervencionista comprobamos que aleja a los chavales (incluso a los de origen rural) de la Naturaleza y acaban no encontrando más estímulos que los que introduce la televisión en sus hogares (fútbol y teleseries) y los videojuegos.
Solo algunos alumnos las habían visto durante sus vacaciones escolares en zonas litorales pero ninguno en sus pueblos de residencia. Los marroquíes sí que la conocían.
Entre clase y clase, guardábamos la salamanquesa en el departamento recubierta dentro de una bolsa opaca y depositada en una zona tranquila. No caímos cuenta que el tape de la fiambrera encajaba tan mal que le quedaban dos grandes huecos laterales. Así, al día siguiente ya no estaba dentro del táper. Buscamos por el departamento entre las cajas, tras los armarios. Nada. No la veíamos.
Confiábamos que no saliera del departamento, donde el peligro era real con cerca de 350 inquietos estudiantes. Nuestro despacho es muy soleado y abierto. Dentro de todo tenía un buen microclima. Las primeras noticias nos llegaron pronto. Las limpiadoras, que suelen merendar allí durante su descanso, la vieron para su alarma. A la mañana siguiente volvimos a buscarla sin éxito. Así varios días. Nuestro compañero Fernando, el profesor de Religión con el que compartimos el despacho, miraba cada día con inquietud su cartera o abrigo, no fuera que se encontrara dentro al pequeño reptil.
Una mañana luminosa Rodrigo la vio soleándose sobre la tabla lateral de una mesa de madera. Estaba casi negrica. Tras los bufidos de rigor la cogió y la guardó en una caja con mejor cierre. Trajimos un pequeño terrario de vidrio donde la mantuvimos el tiempo necesario para darle una solución. Hablamos con Carmen, una profesora que vive en Cuarte de Huerva, y le convencimos para que la llevara y la liberara en una zona en donde hay otras salamanquesas.
Los herpetólogos defienden que las salamanquesas están ascendiendo en altitud como consecuencia del calentamiento global pero que es difícil de demostrar por la falta de estudios previos. Puede que esté ocurriendo algo así acelerado además por la introducción pasiva de origen humano.
Nuestra salamanquesa hizo un viaje de ida y vuelta del termo o mesomediterráneo al supramediterráneo continentalizado. ¿Cuántos otros individuos pioneros ensayarán la colonización de las altas tierras del Jiloca? ¿Durante cuántos años será infructuoso el asalto a la cordillera Ibérica?
Si habéis observado alguna salamanquesa común en las tierras del Jiloca o del Campo de Daroca, por favor animaos y contádnosla en un comentario.
5 comentarios:
En la ciudad de Teruel, en concreto en mi casa, junto a la Plaza de Toros, hace varios años que en las paredes del edifio viven varias.
En las noches de verano, a la luz de las farolas, es fácil verlas adosadas a la fachada.
Ardachos allí, fardachos o dragones aquí, lagartijas más o menos grandes para entendernos, a mí en la ignorancia, todas me parecen iguales y gracia no me hacen ninguna.
Luego bajare al huerto, a poner el cebollino, y lo primero que hare será mirar que no haya ni uno, hace por aquí, en la costa, todavía “frio” así que es difícil ver alguno entre los ajos, habas, lechugas y borraja.
Recuerdo de crio ver montones de ardachos, y siempre en el mismo sitio, en la era cuando íbamos hacer leña para la gloria, encima de la gasolinera, bajo los troncos,...
Tengo todos datos y fechas publicadas como curiosidá en una de las 5000 fichas que ecologistas en acción otus tenemos de anfibios y reptiles de Teruel.
En Bañón aproximadamente en 1998-89 en un camión de Reus (Tarragona) cargado de máquinas para la cooperativa vino en el mes de octubre una salamanquesa común,pasó el invierno en un monton de pales de madera al ventistatis aguantando temperaturas de -12 grados, en primavera la encontré viva y de color mas negra.
Recuerdo que siendo niño, en Barrachina, en los años 70, dedicábamos mucho tiempo a capturar lagartijas, un día atrapamos algo parecido que nos llamo mucho la atención, le llamamos dragón, se trataba de una salamanquesa. No he vuelto a ver ninguna en Barrachina desde entonces.
El 15 de junio de 2014 avistada una salamanquesa común en jardín de la localidad de Monreal del Campo.
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