En marzo de 2007 se produjo un incendio en los Ojos Altos de Caminreal. Acudimos a ver las consecuencias en el humedal y nos impresionó. La vegetación herbácea calcinada, los árboles quemados supurando líquidos negruzcos, nidadas de patos y miles de caracolas socarradas. Eso era lo que se veía. Una pequeña parte del impacto real en el ecosistema.
Decidimos abrir una estación de esfuerzo constante empleando anillamiento científico para intentar comprobar si la comunidad biológica maduraba con los años tras un incendio. Para ello, cada dos semanas realizábamos una jornada de anillamiento instalando una prefijada longitud de redes verticales que se emplazaban en lugares determinados. Así estuvimos, mes tras mes el resto de 2007, todo el 2008 y hasta marzo de 2009, momento en el que otro incendio volvió a asolar el humedal y arruinar nuestro estudio.
Probablemente aquellos fueron incendios provocados. Nos decían los vecinos que era una práctica habitual y tradicional. No lo sabemos. La presencia de árboles entre los prados nos hace pensar que en el pasado los incendios debieron tener una incidencia menor en cuanto a superficie y una recurrencia más espaciada en el tiempo. Seguramente, los pequeños y numerosos ganados aprovecharían los pastos frescos y que el carrizal y los prados de herbáceas higrófilas tendrían un desarrollo menor.
Este año, también en marzo, volvieron a arder los prados de los Ojos de la Rifa.
Al parecer, se extendió el fuego desde una quema de un ribazo o acequia y. Cuando llegaron los bomberos y los agentes forestales ya era tarde. De nuevo, se comprueba que la quema agrícola implica riesgos para las personas (las causantes y las que intentan apagar los incendios), daños en los cultivos arbóreos y un severo impacto en el medio ambiente.
Es cierto, que las junqueras brotan, las semillas germinan, el cañizo talla y la vida, en su conjunto, vuelve. Pero, en cada incendio, se retorna a los primeros estadíos de la sucesión ecológica. El ecosistema se simplifica. En definitiva, se dan varios pasos hacia atrás en la reconstrucción hacia una comunidad biológica madura y compleja.
En el valle del Jiloca el uso del fuego agrícola tiene mucha incidencia. En algunos pueblos, como Caminreal, su empleo es muy intenso.
Se queman los caños de las acequias …
se queman los ribazos …
incluso se queman los baldíos aunque no hay cultivo alguno y deseo de obtener pastos fresco….
A veces parece que haya una componente estética. Un deseo de quitar de la vista toda hierba seca. De limpiar el espacio agrícola.
Vivimos en un territorio con un poblamiento humano muy antiguo. En nuestro caso, a menos de un kilómetro se fundó una ciudad celtíbera hace dos mil años. El fuego ha sido desde hace siglos una herramienta agrícola. Y las comunidades biológicas han sido seleccionadas por este importante factor físico limitante de origen antrópico.
La cuestión es conocer los ritmos y la intensidad. Sería interesante saber realmente cómo se producía esta práctica en el pasado.
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