Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

miércoles, 7 de mayo de 2014

EROSIÓN TRAS EL INCENDIO FORESTAL

El pasado mes de octubre crucé la sierra del Moncayo sur de este a oeste por motivos de trabajo.

El monte se recupera lentamente del pavoroso incendio sufrido en agosto de 2012 en el que se quemaron 4.674,11 ha de las cuales 4.281,07 ha eran arboladas (1.583,91 ha superficie forestal arbolada, 2.697,16 ha forestal no arboladas).

Los trabajos de restauración de la superficie de monte público desde entonces han sido numerosos. La Administración se centró en la eliminación de la madera quemada en las superficies cubiertas por pinar y también en determinadas zonas de carrascal. Algunas zonas están comenzando a repoblarse, empleándose sobre todo plantas de una savia de encina y algo de quejigo. En los barrancos de mayor altitud se han plantado también acebos.

Ya llegando a Talamantes se veía cómo la zona estaba cubierta por completo por un tupido herbazal agostado tras el estío. Octubre además había venido algo seco en la zona y no había recibido todavía generosas lluvias, por lo que el aspecto del monte seguía siendo extremadamente pajizo, seco.

A lo lejos se veía también el carrascal, Valdelatonda y Los Majuelos, quemado en parte por el avance de las llamas hacia el pueblo:

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Ascendimos por pista forestal hacia las Peñas de Herrera. En esa zona había varios rodales para repoblar que se habían ahoyado previamente con retroaraña. El terreno estaba aterrazado de anteriores repoblaciones, cuyas plantas sucumbieron también ante el avance del fuego. En la zona se habían puesto bellotas y tubos protectores en otra repoblación realizada entre 2006 y 2007, no quedaba nada.

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En alguna ladera aun vimos algo de vegetación que había quedado a salvo, pero lo que resaltaba era el inmenso herbazal, de hectáreas y hectáreas prácticamente continuo.

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Una vez visto el terreno de la repoblación me dirigí hacia Trasobares. Tras ascender poco a poco entre caminos serpenteantes y múltiples cruces, dejando el monte de La Tonda a mi derecha, llegué a un alto, con el Cabezo Canteque a mi izquierda. Estaba en la divisoria de aguas entre el Río Isuela y el Huecha.

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Cabezo Canteque y El Umbrión

Multitud de pequeños pajarillos cantaban a mi alrededor. Pese a estar quemado el arbolado había vida.

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La Tonda

Me llamaba la atención las manchas de vegetación quemada sin cortar. En las zonas de mayor pendiente la vegetación quemada se cortaba y se disponía en el suelo en forma de fajinas perpendiculares a las líneas de máxima pendiente, especialmente en barrancos y pequeños cursos que descienden abruptamente. Esto procura salvaguardar en parte de la erosión, aunque en algunas zonas tampoco es posible controlarla con este tipo de técnicas pues la pendiente es muy acusada.

La mayor parte de la superficie forestal en pie que estaba quemada era monte privado. Y es que el fuego no entiende de límites administrativos ni de propiedades. Al tratarse de montes quemados en suelo privado la gestión forestal de la Administración no llega a aplicar las medidas correctoras que tan sólo unos metros más allá se han estado realizando.

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A veces uno no sabe lo que es mejor, pero desde luego el resultado es preocupante, como muestran las fotos de más abajo. En las zonas donde todavía no se ha hecho ningún tipo de trabajo y la vegetación aún permanece en pie (principalmente carrascales claros, en los que ha quedado muy poca madera quemada) el suelo de las laderas se pierde sin remedio. La capa de humus y de tierra vegetal poco a poco va siendo arrastrada por el agua hacia los torrentes y la erosión laminar descarna la superficie del monte, dejando unos suelos esqueléticos donde será muy difícil la regeneración natural, o al menos, será mucho más lenta.

A esto hay que añadir que se trata de solanas rabiosas donde la sequedad ambiental es bien patente, como se puede apreciar en estas imágenes (esta zona está cercana al foco donde comenzó el incendio, son laderas  de los barrancos de Valdeladrones y La Tonda).

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Más arriba unos viejos muretes de piedra contenían como podían la erosión de otro pequeño barranco a los pies de Canteque, mientras que las carrascas rebrotaban ya poco a poco:

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Es verdad que tras los incendios forestales a veces la Administración, de mano de sus técnicos, resultan en ocasiones excesivamente intervencionistas. La presión popular y de los ayuntamientos donde ocurren grandes incendios forestales es muy fuerte y pronto exigen medidas de restitución, especialmente repoblaciones forestales. Esto era muy patente en tiempos de bonanza económica, ahora ya menos, pero son exigencias difícilmente rebatibles en entornos ya de por si deprimidos, con escasas inversiones.

Es complicada la gestión en zonas quemadas. Exigen un estudio profundo y no pueden ofrecerse soluciones integrales, al menos en nuestros montes marcadamente mediterráneos.

Una cosa si que está más o menos clara. Al monte hay que darle también su tiempo. Los complejos mecanismos de regeneración natural pronto se ponen en marcha. Además, la diversidad de ambientes dentro de las propias zonas quemadas hace necesario también un trato diferente según el tipo de vegetación quemada, la pendiente, la exposición, la posibilidad inicial de regeneración, así como la condición futura y el destino final que la gestión forestal quiera darle al monte o a los rodales en cuestión.

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